En el siglo XVII pensadores como John Locke (inglés), distinguieron claramente lo legítimo de lo legal.
Legítimo es aquello que se apega a la razón: no matar. Legal, aquello que el hombre autoriza o prohíbe a su antojo: la esclavitud.
El hombre con poder tiene la habilidad de “legalizar” lo que le conviene, y lo justifica con argumentos leguleyos. Nada nuevo. Como ejemplo cito: ? reelección presidencial indefinida impuesta sin plebiscito; legal pero no legítimo. Que burócrata sancione a medio de comunicación; legal pero no legítimo. Usar el sistema para perseguir e infundir miedos con el fin de callar a opositores; legal pero no legítimo. Perseguir a miembros de comisiones de la verdad, por decir la verdad; legal pero no legítimo...
La ley debe proteger a pueblos, de abusos de gobiernos; no a gobiernos, de la voluntad de pueblos. Aquellos que vociferan estados de derecho y no de opinión, utilizan el derecho para imponer su opinión y terminan en un intento inútil de crear su propio estado opinión, manejando y tergiversando la información en medios de comunicación de gobiernos, y con campañas de distorsión de la verdad.
Ciertos gobiernos se manejan como monarquías absolutas, semejantes a las del siglo XVIII para atrás.
Avances hacia democracias plenas, se diluyen frente a estrategias dictatoriales que han logrado en ciertas partes del planeta, consolidar el poder absoluto y legislan contra la razón y acorde a protervos intereses políticos y económicos, de puñados de egocéntricos que se creen dueños de la verdad. Pero no hay mal que dure 100 años... (O)
Gustavo Echeverría Pérez,
Agricultor, Guayaquil