El licenciado Moreno creo que ha pasado ocupadísimo esta semana. Es que para él, que es un gourmet con el paladar titulado en Suiza, la fanesca es su sopa favorita y por eso la elabora de acuerdo con las más estrictas reglas de la culinaria que exigen, por ejemplo, que la olla no se pare sobre las insípidas cocinas de inducción, sino sobre carbón.

Después de haber ordenado que preparen el fogón (por algo es presidente electo) le ha de haber llamado a la María Fernanda Espinosa para que le sople. No pues para que le sople a él, sino al fogón. ¿Cómo se llama eso que estás haciendo?, le ha de haber preguntado. Y la María Fernanda le ha de haber soplado: fogón. ¿Fogón se llama, estás segura?, le ha de haber vuelto a preguntar el licenciado, sorprendidísimo.

Después de consultar la receta para comprobar que el plato que iba a hacer sí se llama fanesca, ha de haber visto que el primer paso era picar la cebolla. Ahí sí ya me dio pena del licenciado. ¡Cómo ha de haber llorado! Y lo peor es que no ha de haber sabido la razón y ha de haber creído que las lágrimas que le brotaban obedecían a que no les podía invitar a los hermanitos Larrea, que fueron los primeritos en proponerle que se lance a la presidencia y que ahora, ¡oh!, están lejos, creo. Pero se ha de haber consolado al pensar que ellos sí han de llegar a la hora del postre.

Luego de enjugarse el rostro, ha de haber puesto a remojar el bacalao, para que se desagüe y ha de haber sentido un olor áspero, pungente, que no está de acuerdo con su carácter que es más bien ináspero e impungente. Entonces, para demostrarse a sí mismo que él sí es capaz de tomar decisiones, en lugar de bacalao ha de haber puesto achiote desaguado en maní, para que el caldo tome cuerpo.

De ahí le ha de haber llamado a la María Fernanda Espinosa para que le sople si ahora ya debía comenzar a mezclar todos los granos y ella le ha haber dicho que el éxito está en hacer una fanesca tipo light, digerible, que no caiga pesada y que, si la receta funciona, se podría cobrar a cinco mil dólares el plato siempre y cuando en el menú se incluyan unos chistes del chef y una conferencia sobre las bondades del perejil en el desarrollo sicosomático de la digestión cuántica per cápita. ¿Estás segura?, le ha de haber preguntado el licenciado. Y ella, segurísima, le ha de haber dicho que no solo cinco mil, sino hasta diez mil.

Puestos los chochos junto con las alverjas, los fánderes falconices con los alexisisis meras, los porotos con los choclos, los ivanes espineles con los migueles carvajales, los zapallos con las habas y los virgilios hernándeces con los jorges glases y con los humbertos cholangoses, la olla comenzó a hervir en un hervidero que para qué les cuento.

Horrible le ha de haber quedado la fanesca al licenciado, para qué también. Encima, no le puso ají porque dijo que él nues de los que se pican como el chef anterior y que por eso su fanesca es distinta y va a ser adornada solo con pedacitos de queso y huevos, pero tibios. Total, se comió dos platos: el de licenciado y el de presidente electo. Ojalá no se empache. Y no nos cobre. (O)