Nacido en Quito en 1983, Andrés Cadena es un cuentista de primera línea. Una de las virtudes de su libro Fuerzas ficticias (2012) fue la prosa trabajada, esa que se esfuerza por construir una voz propia. Esto es decisivo porque muchos relatos que actualmente son presentados como novedades imprescindibles parecerían evidenciar, más bien, la dificultad para escribir y la imposibilidad de plasmar una lengua literaria. El Municipio de Quito reconoció a Altanoche (Quito, Campaña Nacional Eugenio Espejo por el Libro y la Lectura, 2016), de Andrés Cadena, como el mejor libro de cuentos de 2016.

Cuatro textos forman el volumen. En Altanoche la ausencia de una mujer se vuelve una presencia implacable e imposible de apartar para el personaje narrador. La gran literatura presenta contradicciones irreconciliables que operan al mismo tiempo en nuestras mentes y nos recuerda que con ellas tenemos que convivir; esto mismo es este cuento: el atolladero de dos hombres –uno es el narrador, quien, además, ha escrito una novela por la que su mujer lo abandona– casados con dos hermanas. Con una mezcla de suspenso y de horror social, Cadena dosifica las claves para comprender el porqué de una atmósfera opresiva.

La prosa pulcra y sin experimentalismos innecesarios se corresponde con la invitación al lector para que arme sus propias elucubraciones: ¿qué secreto ominoso está minando los días de esos cuatro seres? En medio de confesiones, desapariciones misteriosas, un sótano desconocido, infidelidades y palabras a medio decir surge la revelación de que quien creemos más cercano puede ser un completo desconocido. Un muerto ofrece las peripecias de 23 estudiantes y su profesor cuando se encuentran con un ahogado al llegar a la playa en un viaje colegial. El asunto es que en un grupo cada uno de sus miembros es un universo propio.

En Un tipo de inercia un emigrado nativo de Miranda –la población andina de los cuentos de Altanoche– se encuentra en una ciudad situada en un desierto de los Estados Unidos y es testigo de la extraña relación entre Shirley y Frank. El emigrado ha sido lavaplatos, luego mesero y ahora transportista al servicio de Frank. Un momento de torpeza –el meter los dedos en un plato de sopa y después regarla– se convierte en una oportunidad para mejorar el trabajo; pero el personaje se involucrará en un ambiente extraño en el que debe chequear a la novia cuando el amigo se ausenta por un tiempo.

“Si hay cosa peor que tener algo que decir es no decirlo, callar porque las palabras no parecen coincidir con el mundo, sino estorbarlo o afearlo”, dice el narrador de La importancia de la música, cuento que interroga por el destino de las promesas amorosas impensadas que se hacen los adolescentes –como encontrarse diez años después o juntarse si es que siguen solos–. Altanoche, de Andrés Cadena, es literatura sólida que habla de las dificultades de la felicidad, del acoso del pasado, de momentos que han valido la pena para hacernos la persona que somos. Y confirma a un escritor del que hay que esperar con ansiedad su próximo libro. (O)