La filantropía es una práctica muy extendida en Estados Unidos, allá son usuales las manifestaciones de generosidad y apoyo a obras sociales, artes, universidades y centros de investigación para cura de enfermedades catastróficas. En Ecuador, en Guayaquil, también fue una práctica común en materia de ayuda social y educación. José Antonio Gómez Iturralde refiere, en Memorias porteñas, el que puede ser el más remoto ejemplo registrado de la solidaridad guayaquileña (1822), cuando un sector de la hacienda La Atarazana, donado por Miguel Anzoátegui, se utilizó para construir un nuevo alojamiento para enfermos de lepra.
El Hospital Gineco-Obstétrico Alfredo Paulson con 43.000 m² de construcción, que hoy se inaugura en esta ciudad, es ciertamente otro referente de filantropía y solidaridad. Es también la evidencia de que el sector privado puede aportar a la comunidad local y nacional con obras de gran contenido social, ejecutadas con eficiencia y al menor costo económico. Sin despilfarro, como debe ser cuando se administra lo ajeno y además con la debida planificación. Especialmente en materia de salubridad, para satisfacer necesidades del incremento de pacientes en los próximos años.
Entre los aportes para la construcción del nuevo hospital está el de John Paulson, un inversionista de Nueva York, donante de una millonaria suma de dinero. El filántropo desciende de un emigrante guayaquileño y es por ello que tiene vínculos con esta ciudad; además de que aquí vivió como en otros lugares de Ecuador cuando tenía 17 años. Incluso residió y trabajó en Salinas; y tal vez hasta pudo ser el yerno del jefe de la Policía de ese cantón… pero esa es otra historia.
El caso es que la Junta de Beneficencia administrará (tarea de quilates) un nuevo hospital que ha sido mencionado por Forbes como el complejo hospitalario de maternidad infantil más grande en América Latina. Ello nos da la dimensión del servicio que prestará a la gente para mejorar la calidad de vida de los menos afortunados principalmente, algo que es consustancial a la misión de la Junta y, sin duda, que el benefactor la relacionó con los sentimientos de solidaridad de su padre.
Parecería que los esfuerzos impulsados por ideologías disociadoras no han destruido ni el altruismo ni la solidaridad ecuatoriana; no importa si tales sentimientos están en personas localizadas más allá de las fronteras y en otras realidades. Las raíces dejadas en el suelo patrio de miles de emigrantes son auspiciosas, como lo fue en el caso de Alfredo Paulson Andrade, cuya memoria ha honrado su hijo con un gesto de generosidad para la ciudad. Un centro de salud que según la Junta Beneficencia describe en su página web: “No es solo un lugar para dar a luz, sino también un hospital donde la mujer podrá hacerse atender de forma integral en todas las especialidades que necesite, como endocrinología, urología, medicina metabólica, oncológica primaria, entre otras; además realizarse una variedad de exámenes como mamografías, densitometría, etc., y beneficiarse de servicios complementarios como farmacia, cafetería, baños generales y cómodas salas de espera”. La ciudad y el país deben congratularse por la obra.
Que lo realizado entusiasme más al neoyorquino e incentive la filantropía de los guayaquileños y ecuatorianos. (O)