La crisis en Venezuela es imposible de esconder. Las colas para conseguir alimentos, la escasez de medicamentos, los cortes de luz, el problema del acceso al agua y la inflación galopante son evidentes. Pero si uno llega al país y mira la televisión estatal la historia parece otra, escribió Juan Paullier en la nota ‘El país que vi mirando una semana VTV, el canal estatal de Venezuela’, publicada por BBC Mundo la semana pasada.
Desde el comienzo del día hasta el fin de la jornada van pasando presentadores, comunicadores, analistas, panelistas, funcionarios, y hasta periodistas, dedicados a explicar al pueblo cómo la Revolución Bolivariana avanza en medio de los ataques de la derecha.
En el canal emblema del Gobierno es casi imposible escuchar a alguien admitir que los venezolanos no la están pasando bien, y en las ocasiones en que lo hacen, los responsables, de acuerdo con el léxico oficialista, son el imperio, la oposición fascista, los empresarios apátridas, el mercado capitalista o fenómenos naturales.
Lo que vi en VTV fue una repetitiva programación al servicio de sostener una lógica maniquea entre un gobierno bueno y una oposición mala. Y la continua ejecución de una retórica destinada a separar cada vez más el nosotros del ellos, relata Paullier.
“Copy-paste”, pensaría uno, con lo que vemos aquí en Ecuador. Aunque no es solo el canal nacional, sino toda una red de plataformas y acciones de comunicación, sumadas a una estrategia que limita los espacios y posibilidades de divergencia para los que tienen otra opinión.
Da pudor, enojo, impotencia ver las explicaciones que aparecen en estos medios como respuesta a los hechos que están conectados con cualquier evidente error, delito o fracaso vinculados a las autoridades.
Pudor, por el descaro. Enojo, porque creen que el resto es idiota y no se da cuenta. Impotencia, porque al final del día pueden hacer lo que quieran, aunque todos se den cuenta.
Preocupa también la actitud con que se emprenden los discursos, utilizando la violencia verbal, el sarcasmo y la deslegitimación.
Pareciera que resulta más importante sostener una posición que solucionar los problemas, la premisa es no mostrarse vulnerables.
Incluso las redes sociales se han transformado en un espacio en donde, más que compartir, la gente se vigila.
El miedo sigue siendo el mejor aliado.
La relación que se ha definido no es sana, la polarización y la verticalización son bombas de tiempo. Él o la nueva gobernante tendrá que lidiar con eso y establecer otro tipo de vínculo.
Hay que generar una sociedad más horizontal, con verdaderas oportunidades de participación para crecer como comunidad en el respeto, la tolerancia y la libertad.
Todo esto me recordó un poema de Nicanor Parra, que dejo aquí como cierre:
Da risa ver a la gente con el ceño fruncido ir y venir por las calles del centro o las calles de sus alrededores, preocupados-lívidos-muertos de susto.
Por razones de orden político. Por razones de orden sexual. Por razones de orden religioso. Dando por descontada la existencia de la ciudad y sus habitantes: aunque está demostrado que los habitantes creemos ser un país y la verdad es que somos apenas paisaje. (O)









