Las diferentes formas de vida buscan espontáneamente su fortalecimiento y sostenibilidad. Las criaturas del mundo animal y las especies vegetales despliegan mecanismos de adaptación a los diferentes escenarios en los que evolucionan con el fin de sobrevivir y proyectarse. La energía vital, la vida, es en sí misma su máximo objetivo y todos los seres vivientes están compelidos por el mismo irrefrenable impulso de vivir para ser.

Las criaturas humanas, otra manifestación de la misma energía, al formar parte del mundo animal somos también instintivas, pero además de esa característica puramente biológica, somos racionales y espirituales y desde ahí creamos y construimos cultura en su más amplio sentido, con la misma intención básica de vivir y desarrollarnos. En ese ámbito se encuentran los sencillos y al mismo tiempo sofisticados conceptos sobre el bien y el mal. Los comportamientos son considerados como buenos si contribuyen con el fortalecimiento de la vida colectiva y como malos si atentan en contra de ella. Se podría plantear entonces que la ética es para los hombres lo que los instintos son para los animales… protocolos de supervivencia. Claro, cada grupo humano ha elaborado sus criterios de bondad y maldad desde la perspectiva de sus propios intereses. Sin embargo, todos ellos, pese a su diversidad, tienen una fundamentación común proveniente de su pertenencia a la especie humana que delimita su producción de conceptos a un espectro compartido de posibilidades. La declaración de los derechos humanos es un buen ejemplo de criterios éticos construidos y asumidos por gran parte de la humanidad.

Desde este enfoque, la ética, uno de los más eficientes mecanismos para la supervivencia humana, es un elemento fundamental en todos los análisis de la convivencia social. ¿Una ética de la educación, de la investigación, de la política, de la salud, de los negocios o de las empresas? ¡Por supuesto!

El análisis ético de las empresas y organizaciones puede ser abordado desde una triple perspectiva. En primer lugar se mira la idea moral con la cual se conecta la actividad de la empresa para encontrar su legítima justificación filosófica, extrayendo su esencia de aporte al bienestar colectivo. En segundo lugar se examina la relación positiva que debe mantener la empresa con el entorno cultural y ambiental en el cual evoluciona. En tercer lugar se considera su relación con sus actores internos, accionistas y trabajadores. Los primeros deben alcanzar los réditos legítimos y legales por su inversión y los segundos deben desarrollarse en un escenario laboral que cumpla estrictamente con la normativa jurídica y fomente el desarrollo humano y profesional a través de procesos sostenidos de formación, aportando los trabajadores por su parte con su mejor esfuerzo canalizado a través de conductas leales, honradas y comprometidas con la consecución de los grandes objetivos empresariales.

El sostenimiento y la proyección en el tiempo de toda clase de emprendimiento organizacional, con sus evidentes consecuencias de beneficio propio y también colectivo, tienen en el referente ético a uno de sus pilares fundamentales y es por esa razón que muchas organizaciones en el mundo entero, que comprenden este enfoque, lo implementan como eje transversal de su exitoso accionar. (O)