Como en todas las épocas, pero hoy más ligados por la globalización de las economías, cuando las potencias se resfrían, los países emergentes se agripan, y algunos hasta desarrollan pulmonía. Estos síntomas, recurrentes cuando estamos a las puertas de una recesión, están presentes en el actual entorno mundial a causa de la combinación de fenómenos originados por la desaceleración del crecimiento de la economía China en 2%, en lugar del estimado 6,9%, la continuación del desplome de los precios de las materias primas y principalmente del petróleo, y las continuas fluctuaciones negativas de los precios de las acciones en las bolsas china, europea y americana.

En los años de la tendencia al alza de los precios del petróleo, las multinacionales petroleras contrataron billonarios créditos para financiar sus inversiones con los más grande bancos de Estados Unidos y Europa, época en que no se percibía ninguna amenaza que pudiera anunciar riesgos de no pago de dichas multinacionales, dado el florecimiento de sus negocios. China crecía entre 8% y 10% anual, el movimiento económico que generaba ese crecimiento impulsó el aumento de la clase media mundial, y con ello, el consumo de petróleo, minerales y otras materias primas. En este escenario, en el que no se percibía ninguna amenaza que pudiera anunciar riesgos de no pago, el apoyo de la banca al negocio petrolero parecía una normal respuesta de apoyo al desarrollo. En la actualidad, con el bajo precio del petróleo, las petroleras, en muchos casos, ni siquiera compensan sus costos de producción, por lo que muchos analistas ponen en duda que puedan cumplir con los pagos de los vencimientos de sus deudas con la gran banca.

Estas negativas expectativas para la banca han puesto nerviosos a los inversionistas respecto de su futuro. El índice bancario KBW Nasdaq ha perdido más de 20 puntos en lo que va del año, y consecuentemente, como protección, los inversionistas venden sus acciones y se refugian en compras de bonos del Gobierno de EE.UU. y de oro. Los precios de este mineral precioso y el dólar están al alza, y los principales indicadores del valor de las acciones están perdiendo, en lo que va del año, en los más importantes mercados mundiales. La mayor preocupación del momento es el temor de que los bajos precios del petróleo causen una nueva recesión mundial, pésima noticia para los países exportadores, cuyos principales mercados son EE.UU. y Europa.

Ante este panorama, en el que la geopolítica juega un importante papel, contemos con que EE.UU., Rusia y los países de la OPEP encuentren el camino para un acuerdo que regule la producción y oferta mundial de petróleo, fije un precio de sustentación que permita el repunte de las economías, y evite el sufrimiento que ocasionaría a los ciudadanos del mundo una nueva recesión. Crucemos los dedos para que las decisiones que tomen estén llevadas por la búsqueda del bienestar común y no por los particulares intereses de cada nación. (O)

En la actualidad, con el bajo precio del petróleo, las petroleras, en muchos casos, ni siquiera compensan sus costos de producción, por lo que muchos analistas ponen en duda que puedan cumplir con los pagos de los vencimientos de sus deudas con la gran banca.