Hasta mediados del siglo pasado, los importadores mundiales tuvieron la dicha de degustar un banano con cualidades superiores a las variedades actuales, fue conocido como de seda, que se caracterizaba por su superior aroma y dulzor, brillante y llamativa piel, casi sin manchas, no solo era atractivo sino consistente, resistente al estropeo, de fácil descortezada, de sencilla y uniforme maduración, inolvidable para quienes lo consumieron en su infancia, por su suave textura e inconfundible sabor. Pero las plantaciones fueron devastadas por la incontrolable enfermedad denominada mal de Panamá, hecho conmovedor que estimuló creaciones artísticas como la vieja canción norteamericana Sí, no tenemos banana, cuya letra reproduce la desastrosa extinción de la fruta bautizada como “plátano perfecto”.
Para los años 50 y 60, Ecuador registraba 160.000 hectáreas de Gros Michel o de seda, reemplazadas por tipos del grupo Cavendish, que no gozan de las virtudes antes relatadas, ahora acechados por un apocalíptico exterminio a causa del mismo flagelo, con su raza tropical 4. Pero ocurre que el INEC (2014) reporta la existencia de 85 mil hectáreas de banano en cultivo asociado con otras plantas, que en buena proporción corresponden a Gros Michel, afectadas por idéntico mal, con su raza 1. Sin embargo, representa el sustento de miles de agricultores, cuya baja productividad es compensada por los buenos precios que el consumidor está dispuesto a pagar. Los países vecinos lo conservan en áreas aún mayores, con similar destino hacia un privilegiado mercado doméstico.
Hacemos referencia a este tema porque la presencia de Gros Michel en Latinoamérica recobra particular trascendencia, por tratarse de un hospedero idóneo para alojar al terrible hongo, que se aspira a mantener fuera de nuestro territorio, calificado como el enemigo número uno de las plantaciones ecuatorianas. Siendo así, insistimos en la necesidad de que el Estado, como inaplazable tarea de su ministerio específico o las universidades con su aporte a la comunidad, realice un prolijo monitoreo de variedades no Cavendish existentes en todo el territorio húmedo tropical del país, a efectos de determinar primero su real extensión y luego, la identificación de la clase de marchitez manifestada en las hojas añejas, pues podría tratarse de la raza tropical 4, de obligatoria exclusión de nuestros campos. Colombia y Perú ya lo hicieron en su momento, demostrando la importancia que reviste ese trabajo para la vivencia de un rubro fundamental para sus economías, más aún de la nuestra por su innegable connotación social, dadas las plazas de empleo que genera.
En tanto, la comunidad científica internacional recomienda emplear variedades locales y hasta silvestres de banano, que pudiesen tener resistencia a enfermedades catastróficas como mal de Panamá y sigatoka negra, sin descartar la vía biotecnológica que les incorpore genes de banano de seda responsables de su exquisita fruta, que tanto se añora. Se trataría de intercalación genética entre individuos de una misma especie, generalmente aceptada. Deplora saber que hay universidades particulares que disponen de los equipos requeridos como micromanipuladores genéticos, que junto con la infraestructura estatal existente, duermen sin utilización, cuando servirían para inaugurar una investigación bananera ecuatoriana, que no da señales privadas o públicas de iniciarse. (O)