Han pasado exactamente doce meses desde la primera marcha en la que los ciudadanos sin gremio ni partido se unieron a los manifestantes usuales (sindicatos, ecologistas, profesionales agremiados, indígenas, entre otros). El 17 de septiembre (#17S) de 2014 fue esa primera marcha, luego vino en noviembre el #19N, que fue ya una manifestación muy grande, en Quito especialmente.
Este año, salimos en marzo (#19M), en mayo (#1M), salimos veinte días de junio, en todo el país, siendo el #10J una de las marchas más multitudinarias en la av. de los Shyris en Quito, tanto así que bloquearon un video que mostraba la vista aérea de más de cien mil personas gritando “¡Fuera, Correa, fuera!”.
En el mismo junio, el #14J se dio el Domingo Negro, cuando miles de quiteños en sus carros impidieron que el presidente aterrizara en Tababela.
El 25 de junio (#25J), Guayaquil se manifestó con más de trescientas mil personas, convocadas por el alcalde de la ciudad, y por la indignación y el hartazgo.
La visita del papa obligó a una tregua, pero aun así fue imposible impedir que se oyera el mismo grito de rebeldía, en muchas de las caravanas durante la visita de Francisco.
Agosto tuvo el levantamiento indígena que culminó en el #13A, con una marcha enorme, diversa, que terminó con graves violaciones a los derechos humanos, incluidas mujeres vejadas y amenazadas con ser violadas por parte de la fuerza pública, dirigentes indígenas y mestizos golpeados, presos, y Manuela Picq forzada a irse del país que sacramenta la ciudadanía universal en su Constitución.
Finalmente, esta semana, salimos otra vez el #16S a reclamar por todo, pero en especial por el archivo de las reformas a la Constitución, que, de aprobarse, herirán mortalmente a la República.
¿Qué más tenemos que hacer los ciudadanos para que alguien nos escuche? Está claro que el régimen ha optado por negar la realidad, fabricar una completamente opuesta a la real, y seguir adelante –más bien atrás– en su tren al abismo, donde desgraciadamente viajamos todos.
El 23 de febrero de este año, los alcaldes de Quito, de Guayaquil y el prefecto del Azuay se reunieron en un acto público en Cuenca y firmaron el Manifiesto de Cuenca, un Llamado a la Unidad y Defensa de los Principios Democráticos del 23 de febrero (en honor a la fecha en la que el oficialismo tuvo la mayor derrota electoral).
Esa reunión podría haber sido el inicio de una coalición por la libertad, que escuchara a los ciudadanos que se les adelantaron con meses en la resistencia incansable, y que han seguido resistiendo, en las calles y en las redes sociales, sin miedo, mientras que sus representantes políticos solo aparecen de manera intermitente en escena.
Pues bien, estimados Jaime Nebot, Mauricio Rodas y Paúl Carrasco, como ciudadana que ha salido un año a las calles, me permito decirles que el tiempo para que se unan a sus mandantes, con hechos y no solo con palabras, está por expirar. Si no nos representan ahora y exigen el archivo de las reformas ahora, serán sepultureros de la República. Es hora de actuar. (O)