Todo acto jurídico del Poder Público, que determine derechos y obligaciones, constitucionalmente necesita de uno o más motivos lícitos que justifiquen su expedición, es decir, necesita de su debida “motivación”. Tratándose de las leyes, esa “motivación” debe constar en su correspondiente “exposición de motivos”, tal como lo ordena el art. 136 de la Constitución.

Fue por eso que el presidente incluyó la correspondiente “exposición de motivos” en el proyecto de “Ley Orgánica para la Redistribución de la Riqueza” que envió a la Asamblea Nacional el 5 de junio de 2015, el mismo que perseguía reformar el actual sistema tributario sobre herencias, legados y donaciones (vigente desde que este mismo régimen expidió la “Ley Reformatoria para la Equidad Tributaria” en diciembre de 2007), principalmente para elevar el actual 35% que ahora figura como la máxima tarifa del impuesto respectivo al astronómico 77,50%.

Destacando que el actual régimen impositivo para las herencias fue creado hace menos de ocho años “para la equidad tributaria”, transcribo a continuación los primeros seis párrafos de la referida “exposición de motivos” del mencionado proyecto de ley, con una que otra glosa personal, para que el lector saque sus propias conclusiones:

[Primer párrafo] “Durante la historia de la Humanidad, el capital ha estado concentrado en pocas manos: el 10% de las personas más pudientes han acaparado entre el 60% y el 90% de toda la riqueza del mundo”. [Glosa] La increíble generalidad supuestamente axiomática de la gran premisa de este párrafo es la tónica de los párrafos que le siguen: ¿existían estadísticas confiables hace 195.000 años, en que empezó la historia del hombre, para sustentar esos porcentajes? ¿Existían al menos antes de los últimos 300 años? ¿Cómo se computaron esos porcentajes mundiales para cuando América aún no había sido descubierta?

[Segundo párrafo] “La acumulación desmedida de capital, fomentada por las grandes fortunas heredadas, produce desigualdades que quebrantan los cimientos de justicia social sobre los que se construye toda sociedad democrática moderna”. [Glosa] Las fortunas heredadas no duran tanto como para ser acumuladas en un mismo bolsillo: se reparten entre varios sucesores y se diluyen con el tiempo entre sus propias familias. Además, existen muy grandes fortunas que no han sido producto de herencias familiares sino del narcotráfico, de la corrupción política y de la criminalidad organizada, que gozan de muy buena salud. ¡A ellas habría que perseguir y no al haber familiar!

[Tercer párrafo] “En las sociedades inequitativas, prevalece el patrimonio de los individuos que la conforman sobre su capacidad individual, experiencia y formación académica”. [Glosa] Lamentablemente, todas las sociedades son inequitativas; unas más, otras menos. No vivimos en el paraíso; pero no se entiende por qué esa supuesta inequidad no se la advirtió ni corrigió en el Ecuador hace menos de ocho años, cuando se debatió y expidió aquella ley del 2007 pomposamente llamada Ley Reformatoria para la Equidad Tributaria. Además, aquello de que la riqueza es esquiva a la capacidad individual, a la experiencia y a la formación académica es cada vez más falso. Al menos en Ecuador, la época de las leyendas de los “Gran Cacao” y de sus hijos vagos terminó hace muchos años.

[Cuarto párrafo] “No cabe duda que las grandes fortunas heredadas fomentan la concentración de los medios de producción en manos de pocas familias adineradas, quienes, en lugar de buscar la superación personal, esperan la repartición de la masa hereditaria para perpetrar su poder económico”. [Glosa] Los que pasamos de los 75 años de edad, al menos en Guayaquil, podemos asegurar que tan retorcida afirmación es falsa: en nuestra adolescencia conocimos muchas familias muy adineradas, casi todas muy queridas y respetadas, cuyas fortunas desaparecieron en su tercera o cuarta generación; de las que actualmente solo nos queda el recuerdo de sus nombres y, en muchos casos, de su proverbial filantropía.

[Quinto párrafo] “El rendimiento promedio de las mayores fortunas es mayor que el crecimiento promedio de los ingresos. Por esta razón, la acumulación de fortunas a través de las herencias es un mecanismo simple que refuerza la perversa e injusta acumulación del capital”. [Glosa] La primera parte se la dejo a los entendidos en esa materia. La segunda parte es puro discurso neopopulista de la envidia y del resentimiento de la izquierda latinoamericana, cuya “motivación” la explica “la perversa e injusta acumulación del poder” (no del capital) que tanto persiguen.

[Sexto párrafo] “La desigualdad de riqueza e ingreso son consecuencia de decisiones políticas. El único período donde se logró disminuir la desigualdad de renta y riqueza a nivel mundial fue producto de fuertes decisiones políticas sobre impuestos directos y progresivos”. [Glosa] Más adelante volveré sobre esta declaración de amor. Por ahora le ruego al lector que subraye mentalmente las palabras “único período”, “disminuir la desigualdad” y “a nivel mundial”, y que advierta que a ese párrafo algo le falta.

Luego de haber constatado el veneno de esos párrafos (forjados con el pretendido cobijo de la Doctrina Social de la Iglesia), viene bien recordar aquí la advertencia que hiciera Walter Spurrier en este Diario el 7 de junio de 2015, de que quien había inspirado ese proyecto de aumentar escandalosamente el impuesto a la herencia era el francés Thomas Piketty; que dicen que es especialista en las desigualdades económicas y sociales de los ingresos y de la riqueza, a las que acusa de ser causantes de la miseria, la violencia y las guerras, por lo que recomienda golpear a la “perversa acumulación del capital”, que la gente sencilla llama “ahorro”, con impuestos confiscatorios a las herencias y al patrimonio individual, bajo su consigna de que “Los impuestos no corresponden a un asunto técnico: son eminentemente un asunto político y filosófico, quizá el más importante de todos” ¡La ideología por encima del art. 300 de la Constitución! En todo caso, quienes conocen los errores de Piketty recomiendan la lectura de un reciente ensayo de un joven de 26 años, graduado en MIT, llamado Matthew Rognlie, presentado el 20 de marzo de este año en “Brookings Papers on Economic Activity”, que los entendidos en la materia reconocen como la “crítica más seria y sustancial que el señor Piketty haya enfrentado jamás”.

Y ahora vuelvo al sexto y último párrafo de los anteriormente transcritos, para concluir que, en mi opinión, ese párrafo, huérfano de explicación, es una velada apología al régimen comunista que gobernó buena parte del mundo durante más de 70 años; pues no de otra forma se entienden los piropos “único período”, “disminuir la desigualdad” y “a nivel mundial” que se destacan nostálgicamente en aquel párrafo.

En su artículo publicado en este mismo Diario el 24 del pasado mes de junio, Nelsa Curbelo expresó lo siguiente: “En nuestro país el llamado socialismo del siglo XXI no tenía claro en sus comienzos, ni sus mentores, ni sus propios actores, qué era lo que quería implementar. El ejercicio del poder ha ido esclareciendo en los hechos de qué se puede tratar”. En línea con tan aguda interpretación, por todo lo antedicho, para mí está muy claro que, al proponer una confiscación tributaria tan escandalosa, nada menos que contra el haber familiar de los ecuatorianos, la llamada revolución ciudadana ha exhibido, abiertamente y por primera vez, la vocación comunista que habría venido escondiendo hasta ahora con la entelequia aquella del tristemente célebre socialismo del siglo XXI.(O)

Al proponer una confiscación tributaria tan escandalosa, nada menos que contra el haber familiar de los ecuatorianos, la llamada revolución ciudadana ha exhibido, abiertamente y por primera vez, la vocación comunista que habría venido escondiendo hasta ahora con la entelequia aquella del tristemente célebre socialismo del siglo XXI.