Orfeo podía rescatar de la muerte a su amada Eurídice, la condición impuesta por Plutón, dios de los infiernos, era que no se voltease hacia ella hasta encontrarse fuera del más allá. El amor fue más fuerte que el temor a los dioses: cuando Orfeo giró la cabeza para mirar a su amada, ella se hizo humo. Por hacer algo parecido, Edith, mujer de Lot, fue convertida en estatua de sal; recuerdo haber visto cerca del Mar Muerto un enorme bloque de sal en forma de silueta femenina. El guía aficionado a las leyendas aseguró que era lo que quedaba de la esposa de Lot. Después de todo, amamos los mitos hasta el punto de aceptar que Jonás estuvo en el vientre de una ballena durante tres días y salió ileso. Un tema del grupo venezolano Caramelos de Cianuro reza: “Voy a arrancar el retrovisor, he visto que es muy común en la gente tener dos veces el mismo accidente”.

Salvando las maniobras de estacionamiento, no es posible manejar mirando el retrovisor, tampoco se puede vivir tratando de resucitar el pasado: “Borra el pasado para no repetirlo”, cantaba Facundo Cabral, lo que también decía Gustavo Cerati: “Nuestro futuro depende de cómo entendamos el pasado”. Verlaine evoca a dos fantasmas amándose en tiempos pasados: “Dans le vieux parc solitaire et glacé deux spectres ont évoqué le passé”. Los dolores del pasado son como llagas que no pueden cicatrizar si nos dedicamos a rascarlos. El pasado puede convertirse en herpes del alma, las fotografías congelan momentos, almacenan recuerdos, ponemos en retro la película, el río sigue fluyendo, nunca son las mismas aguas por más que se estanquen los paisajes. Creo que a menudo la experiencia no es más que el recuerdo de nuestras meteduras de pata.

Hablar de karma es creer en la transmigración de las almas. Gracias a lo que vivimos en existencias anteriores podríamos alcanzar cierta sabiduría, eso explicaría el caso de los niños prodigio, llámense Mozart, William Rowan Hamilton (aquella criatura a los 5 años dominaba el latín, el hebreo y el griego). Kim-Ung-Yong habló a los cuatro meses, alcanzó un coeficiente intelectual de 210 (el promedio es 100 y el más alto registrado es 228). Kim fue estudiante de Física en la Universidad de Hanyang desde los 3 años hasta los 6, siendo a los 7 años invitado a los Estados Unidos para trabajar con la NASA. Gregory Smith resolvía los problemas de matemáticas a los 14 meses, ingresó a la universidad a los 10 años, se graduó a los 13, y así hay unos cuantos cuya genialidad es algo inexplicable.

Si realmente somos los arquitectos de nuestro propio destino (suena muy existencialista), el retrovisor ha de conservar vivencias, errores, rectificaciones, intentos, logros y fracasos. Hasta para pulir el amor necesitaríamos varias vidas. La evolución sería un lento camino para intentar llegar a lo sublime. El arte no da una idea, tanto en música, pintura, escultura o arquitectura, de lo que puede ser la perfección. Del mismo modo, pocos vinos alcanzan el techo de los míticos cien puntos. (O)