Después del fin de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, la Península coreana ubicada en la parte oriental de Asia, al igual que Alemania, fue dividida en dos partes, la del norte ocupada por los soviéticos y la del sur por Estados Unidos. Al hilo de las potencias extranjeras, una gran nación quedó dividida en dos partes, en dos ideologías irreconciliables y una desconfianza fratricida que perdura después de más de medio siglo de persistencia. El deseo de unificar a la nación, bajo una de estas visiones políticas, llevó a la llamada Guerra de Corea en 1950, una guerra subsidiada por las potencias extranjeras, entre ellas Estados Unidos, la República Popular China y la Unión Soviética, en lo que se consideró el primer conflicto armado de la Guerra Fría.

Corea del Norte, patrocinada por China, adoptó el comunismo y tiene uno de los regímenes políticos más totalitarios y aislados del mundo, bajo la figura de República Popular Democrática. Kim Il Sung, fundador del Estado norcoreano, es considerado el presidente eterno de la República. Su hijo Kim Jong-Il fue comandante supremo del Ejército y quien dominó el país hasta su muerte. El hijo menor de Kim Jong-Il, Kim Jong-Un, a sus 27 años fue nombrado heredero de los poderes políticos de su padre en el año 2010. Según Amnistía Internacional y otras fuentes, en Corea del Norte se aplican la tortura, pena de muerte, detención y encarcelamiento arbitrarios. Además se habla de la existencia de campos de concentración y violaciones severas a los derechos humanos. Las libertades básicas como la de expresión y movilidad están suprimidas totalmente. Su poderoso aparato propagandístico ejerce una especie de hipnosis colectiva, que promueve una suerte de teocracia absoluta en los albores del siglo XXI.

Este repaso histórico viene al caso justo cuando, la semana pasada, la representación del Ecuador ante la Comisión de Asuntos Sociales, Humanitarios y Culturales de la Asamblea General de las Naciones Unidas votó a favor de este país asiático y en contra de una resolución en la que se alienta al Consejo de Seguridad a que considere la posibilidad de remitir el caso de las violaciones a los derechos humanos en Corea del Norte a la Corte Penal Internacional. Solamente los países no alineados, encabezados por Cuba, Irán, Bielorrusia, Bolivia, Venezuela, Siria, Rusia y China apoyaron a Corea del Norte y se opusieron a los numerales 7 y 8 de la resolución.

Estamos seguros de que la decisión de la delegación ecuatoriana no representa el sentimiento mayoritario de todos quienes vivimos en este país, un país que se ha caracterizado por defender siempre los nobles ideales de libertad, democracia y el respeto a los derechos humanos. Exhortamos al cuerpo diplomático que nos representa en el exterior a desprenderse de los prejuicios políticos ideológicos y la procura de una representación prolija, dentro de los parámetros del sentido común y la buena voluntad. Auguramos que los buenos somos mayoría en este planeta, y tenemos la esperanza de que cualquier responsable del sufrimiento humano en el mundo tenga la posibilidad de comparecer ante una corte penal internacional.