Es cuesta arriba, sostiene Dani Rodrick, profesor de Desarrollo Económico en Princeton.
Rodrick argumenta que en los siglos XIX y XX el desarrollo del transporte achicó el mundo, acortando tiempo y costo de transporte, lo que permitió a países desarrollar su industria para vender a naciones ricas aprovechando la mano de obra barata, y poco a poco ir montando industrias intermedias y destrezas que agregaron valor al producto final.
Este proceso de industrialización tomó un siglo en las naciones industrializadas maduras, a las que vinieron después les tomó menos. A la última en entrar en ese proceso, Corea, solo 30 años.
Las economías maduras se encuentran ahora en proceso de desarrollar los servicios y producciones de índole tecnológica, etapa posindustrial.
Pero Brasil, México, India, China y otros países que tienen ya una industria fuerte, y que se esperaba sigan el camino de Corea, han iniciado su desindustrialización, antes de alcanzar la plena industrialización. Esto se mide por el porcentaje de la mano de obra que trabaja en la industria y por el aporte de la manufactura al Producto Interno Bruto.
Hay el peligro que estos países no lleguen a la madurez industrial, que suele venir acompañada del desarrollo sindical, la formación de una clase media, el arraigo de la democracia, un elevado nivel de vida. Esta argumentación la recogió The Economist en un reciente artículo.
¿El motivo de la desindustrialización prematura? Hay quienes señalan que la globalización y la apertura comercial no permiten que una economía se cierre y que desarrolle su industria a base de la protección.
Pero hay otros factores en juego. En las últimas décadas, el consumo en los países desarrollados se dirige a servicios y a artefactos tecnológicos, en donde el proceso industrial añade poco valor. Un iPhone 5S se vende internacionalmente en $ 549. Lo que facturan las empresas que producen las partes es $ 191 y las que ensamblan $ 8.
Si sube mucho el costo de la mano de obra en China: o bien Apple contratará la manufactura del iPhone en otro país más barato –Vietnam o Bangladesh–, o bien la empresa china se automatiza, con lo que deja de haber empleo industrial.
Eso fue lo que le pasó a México cuando China inició su industrialización: la maquila saltó el océano Pacífico. Ahora, con sueldos más altos en China, parte de esa maquila retornó a México.
El Gobierno nacional coincide en que la globalización atenta contra el crecimiento hacia adentro y, por lo tanto, la negociación y firma de acuerdos comerciales la ve como un mal menor, necesario para proteger a nuestras exportaciones actuales.
Asimismo, el énfasis en el “cambio de la matriz productiva” en que se favorece a la industria básica como la petroquímica y siderurgia, y de poner plazos a la industria automotriz para que incorpore partes y piezas nacionales, tiene como objetivo crear esa integración entre producto final, intermedio y materia prima que caracteriza a un país realmente industrializado.
Quizá perdimos el bote de la plena industrialización, pero igual hay que hacer el intento, para lo que se requiere fluida intercomunicación entre sector público y privado.