Testimonio | Mery Mendoza Pareja

Yo digo que son mis corazones. Me refiero a las personas mayores que he cuidado como parte de mi trabajo, pero con quienes en el trato de día a día he ido estableciendo una relación de asistencia, gratitud y cariño.

Desde hace veinticinco años me dedico al cuidado de personas mayores. Algunas porque están solas, ya sea porque sus familiares trabajan o viven lejos; otras padecen alguna enfermedad que les impide valerse por sí mismas o porque debido a su avanzada edad han perdido facultades.

Estudié Enfermería, además, siempre me atrajeron las personas mayores, conversar con ellas, prestarles atención.

Con algunos he trabajado por bastante tiempo. Por ejemplo, a una señora francesa la cuidé por cuatro años, a otro señor que padecía la enfermedad de Parkinson también lo cuidé varios años.

Pero llevo dentro de mí el recuerdo de un corazón especial con quien trabajé quince años. En su casa, acompañándola y cuidándola, me sentí muy bien. Con ella cosíamos batitas, sábanas de retazos y luego las entregaba a personas necesitadas. Era como si estuviésemos en un taller de costura; bordaba muy lindo y le encantaba hacerlo. Me emociono al recordarla, pues llegué a quererla y apreciarla muchísimo, igual que ella a mí.

 

 

En ocasiones he trabajado por turnos con otra enfermera, pero yo prefiero estar puertas adentro, porque así sé que es de mi entera responsabilidad la persona que está a mi cuidado; me encargo de darle su medicina, de alimentarla si ya no puede hacerlo por sí misma, de su aseo personal, de estar pendiente de que no se vaya a caer, a tropezar; de conversar, de sacarla a tomar el sol si está en condiciones de hacerlo.

Dependiendo de cuál sea su estado de salud serán los cuidados. Hay personas que se valen por sí mismas, pero necesitan acompañamiento.

Si la persona se levanta durante la noche o madrugada, hay que atenderla, tranquilizarla, estar pendiente. Aunque al otro día siento la mala noche y estoy que me caigo de sueño.

Cada uno tiene su carácter, se los va conociendo poco a poco. Algunos son unos bandidos, por ahí ha habido uno que otro cascarrabias, o una señora que tenía esposo y al principio se puso un poco celosa..., pero tratándolos con paciencia, explicándoles a cada paso por qué tienen que hacer lo que se les pide, que es por su bien, terminan accediendo.

Por ejemplo, si no se quieren bañar, porque les da frío, hay que tomar todos los cuidados posibles: cerrar la ventana para que no entre viento, quitarles la ropa despacio para que no se enfríen pues se pueden resfriar, ya que sus pulmones son delicados; prepararles el baño con agua tibia o asearlos con toallas.

También hay que poner atención a la alimentación. Si no quieren comer, hay que insistirles con paciencia hasta lograr que lo hagan porque si no comen pueden debilitarse.

Es importante darles las medicinas a las horas establecidas por el médico. Pero sobre todo los mayores necesitan atención y un trato amable, al igual que los niños.

Necesitan ser escuchados, quieren que los atiendan cuando hablan, que se los tome en cuenta. Ellos se resienten si ven que no se les está prestando atención y se ponen tristes si sus hijos no los visitan.

A mí me gusta tratarlos con palabras cariñosas y atentas, como “mi corazón”, incluso cantarles una canción y siempre escucharlos.