En la sede del Parlamento europeo, en Estrasburgo, los diputados ovacionaron a una joven de 16 años que estaba allí para recibir el premio Sájarov, que fue creado para rendir homenaje a las personas u organizaciones que hayan dedicado su vida o acciones a la defensa de los derechos humanos y de las libertades.

Malala Yousafzai recibió este año el galardón por su defensa de la Libertad de Conciencia. Ella nació en Pakistán, en 1997, y desde niña fue una decidida activista, defensora de los derechos civiles, especialmente los de las mujeres.

Tenía 13 años cuando empezó a escribir un blog para la BBC, usaba el seudónimo de Gul Makai. Entonces los talibanes habían tomado el control del país y obligaron el cierre de los establecimientos educativos privados y prohibieron que las niñas vayan a la escuela. Malala, contaba en su blog, cómo era su vida bajo el régimen talibán, del cual le llegó la respuesta en octubre del 2012, cuando fue atacada a bala. “La bala entró por debajo del ojo izquierdo y salió por el hombro. Le destrozó los huesos de media cara, cortó el nervio y rozó el cerebro que se inflamó tanto que tuvieron que quitarle la tapa de la cabeza”, cuenta Rosa Montero, en la entrevista que le hizo para el diario español El País. En esa ocasión, Malala le dijo que “no podía reír, apenas podía hablar, no podía parpadear con el ojo izquierdo y los dolores eran terribles”. Sin embargo, en un pasaje del libro Yo soy Malala, afirma: “No quiero ser conocida como la chica a la que dispararon los talibanes, sino como una chica que lucha por la educación, quiero dedicar mi vida a esta causa”. Lo hizo entonces, cuando felicitaban por la radio a las niñas que dejaban de ir a la escuela y recuerda: “A las que íbamos a clase nos insultaban todos los días de forma muy fea y nos decían que iríamos al infierno”. Y lo hace ahora, cuando pide que se apoye a los cincuenta y siete millones de niños en el mundo que no tienen acceso a la educación.

En su discurso, en Estrasburgo dijo, con sencillez, algunas cosas que demuestran una precoz sabiduría: “Hay que cambiar de mentalidad. Un país no es más fuerte por el número de soldados que tiene, sino por su índice de alfabetismo”. “Cuando nos apoyemos los unos a los otros, cuando nos eduquemos, cuando logremos ese poder, podremos con todo”.

Tal vez una de las lecciones más importantes de Malala sea la expresión de su deseo de no ser recordada como la víctima a la que dispararon los talibanes, sino como una chica que lucha por una causa en la que cree y a la que espera dedicarle su vida. Ella ha sido capaz de priorizar la necesidad de difundir su causa sobre la de señalar la acción de sus verdugos. También ha sido capaz de vencer el temor y seguir expresando con claridad y libertad de pensamiento y de conciencia, lo que hace y el porqué: “Sentí que era mi deber clamar por los derechos de las niñas, por los míos, por el derecho de asistir a la escuela y lo hago en nombre del Dios por el que los talibanes me tirotearon”.