Las previsiones oficiales son que desde el 2016 la producción petrolera caerá 8% anual y que sin medidas correctivas, para el 2020 la economía colapsaría.

Para prevenirlo, urge cuanto antes poner en marcha el proceso de explotación de los campos ITT en el Yasuní y del crudo ultrapesado de Pungurayacu.

Las alternativas que se han dado: detener la expansión del gasto público, reducir subsidios a los combustibles y crear las condiciones para que repunte la inversión privada son indispensables para disminuir la dependencia en el petróleo. El crudo del ITT nos permite ganar tiempo para que se logre ese objetivo; son medidas complementarias.

Hoy tenemos un excelente precio del petróleo. Las últimas ventas que reporta Petroecuador son de fines de septiembre: $ 94 el barril (promedio ponderado Oriente y Napo). El precio teórico más reciente es de $ 94,5 para octubre 7. Pero la mayor parte de los expertos se pronuncian porque en el mediano plazo bajaría el precio. Este es otro peligro que comlleva la dependencia en el petróleo.

Estados Unidos reduce su consumo de combustibles, a la vez que produce más petróleo mediante la técnica de fragmentación de esquistos bituminosos. Esta práctica se difundirá en otros países: Argentina llegó a un acuerdo con Chevron para la exploración del campo Vaca Muerta; México reformó la Constitución para permitir la inversión privada en petróleo.

Ante una prevista caída en la producción de crudo y perspectivas negativas en el precio, el peligro es de una fuerte reducción en los ingresos fiscales en la segunda mitad de la década. Mientras tanto en nuestro país sigue subiendo el consumo de combustibles. Por lo que debemos sustituir el consumo de derivados con otras fuentes de energía de producción nacional y así tener más crudo que exportar.

Una medida se ha anunciado en este sentido: cuando las centrales hidroeléctricas en construcción comiencen a generar, se aumentará el subsidio a la energía eléctrica y se eliminará el del gas de cocina, con lo que se reducen drásticamente el consumo y la importación de gas licuado de petróleo.

Una segunda política está gestándose: aumentar el cultivo de caña de azúcar para sustituir hasta el 15% del consumo de gasolina (ese es el tope que puede mezclarse con gasolina sin necesidad de modificar el motor de un vehículo).

Una tercera se insinúa: focalizar el subsidio a la gasolina para que, pasado cierto consumo básico, el consumidor pague precios de mercado.

A estas tres iniciativas debería sumarse una cuarta, de similar importancia: el gas del golfo. Los técnicos de Petroamazonas conocen del gran potencial de gas metano en el golfo. Su exploración y explotación permitirían emular a otros países que están convirtiendo su transporte pesado de diésel a gas. Lo cual es factible ya que basta construir estaciones de servicio en puntos estratégicos: donde comienza el recorrido del transporte urbano y en las carreteras.

En el mediano plazo estas cuatro iniciativas en su conjunto apuntalarían la balanza de pagos y fortalecerían los ingresos fiscales. Serían como incorporar un nuevo gran campo petrolero. Pero no son para mañana y no permiten posponer la producción del ITT.