El derrumbe del túnel ubicado entre las calles Tufiño y Gualaquiza de la ciudad de Quito, en el que falleció una pareja de esposos, dejando a una niña de 13 años en la orfandad, así como la presencia constante y crónica de los problemas de tráfico e inseguridad, se constituyen en un nuevo recordatorio de los efectos que puede causar en la ciudadanía, una mala decisión electoral. La administración de Augusto Barrera ha dejado de ser solamente causa de molestia entre sus sufridos electores, para pasar a ubicarse en el espacio que los quiteños reservan para lo que más les molesta: el anecdotario satírico. Buena porción de la proverbial “sal quiteña” ha terminado reservada para el burgomaestre, quien con sobra de merecimientos se ha tornado en blanco fácil de las burlas más picantes y pintorescas.
Todo lo relatado podría considerarse como objeto de risa, si no fuera porque esa mezcla explosiva de falta de ideas, proyectos delirantes y obras mal hechas ya comienzan a pasar factura a los quiteños. La caída del túnel de la Tufiño es nada más que la cereza de un pastel incomible y horneado a fuego lento en los últimos cuatro años. El caso del aeropuerto es bastante gráfico. Su gestión y construcción se realizó en una buena parte en la administración del general Paco Moncayo, proyecto contra el que se dirigieron varias y bien fundamentadas críticas, desde lo técnico hasta lo ético. En la campaña el primero en hacerse eco de estas impugnaciones fue el propio Barrera. Luego de tortuosas negociaciones y de un accidentado proceso constructivo, Quito tiene ahora el aeropuerto que merece, si así le podemos llamar a una infraestructura carísima, con una sola vía de acceso, que requiere solamente de un mediano accidente para colapsar y formar un caos de tránsito. Hemos vuelto a la época en que debíamos trasladarnos de la terminal aérea al avión en bus, pues al parecer las mangas son insuficientes y la incertidumbre respecto al despegue y arribo de aviones, es la preocupación de todo pasajero que, como en mi caso, debe comerse la hora y pico de trayecto al menos dos veces por semana. Todo esto lo previeron los informes técnicos que desde hace mucho tiempo se realizaron y la nube permanente que cubre a Tababela, permanece como testigo silente de las tribulaciones que deben sufrir los usuarios día a día. Por supuesto, la inauguración con bombos y platillos no podía faltar, así como la placa enorme y de pésimo gusto, en la que aparecía como el gestor y autor de tan magna obra. Basta llegar al aeropuerto de Guayaquil, como para que cualquiera con dos dedos de frente se pregunte, cómo con mucho menos, se pudo hacer mucho más.
Nuevas obras como el parque Bicentenario, en el que la pista de aterrizaje del viejo aeropuerto Mariscal Sucre se ha convertido en una sui géneris ciclovía e improvisadas canchas de fútbol o el proyecto del metro, que ha merecido objeciones de instituciones como la Unesco, en lo que se refiere a la ubicación de las terminales debajo de sitios patrimoniales, son muestras de una gestión desgastada, que se ha hecho acreedora de la crítica de propios y extraños. Todavía está fresca en la memoria de los quiteños la cara de azoramiento del alcalde Barrera en el enlace ciudadano de 5 de mayo de 2012, en el que una multitud festejaba las ocurrencias del presidente Correa, mientras este lo convertía en objeto del escarnio público. Si a todo esto le sumamos el desastroso manejo del tema del túnel de la Tufiño, no es aventurado afirmar que la primera autoridad de la ciudad, atraviesa su punto más bajo de popularidad. Las declaraciones y acciones de los personeros municipales no pudieron ser menos afortunadas, para decirlo suavemente. El 15 de julio la cuenta de Twitter Noticias Quito, administrada por la Agencia Pública de Noticias del Distrito Metropolitano de Quito informaba que el ingeniero Germánico Pinto, gerente de la Empresa Pública Metropolitana de Movilidad y Obras Públicas EPMMOP, negaba que se hubieran estado realizando obras sobre el túnel colapsado. Al mismo tiempo, se daba a conocer por medios de comunicación independientes, los Pliegos de Contratación del “Movimiento de tierras y conformación de plataforma del Proyecto: Unidad Educativa Sebastián de Benalcázar” en el que justamente se delega a la EPMMOP que realice estas obras sobre los túneles de la avenida Tufiño y carril del servicio interior del antiguo aeropuerto. La explicación de la fatiga de materiales fue todavía peor, pues para eso mismo se inventó el mantenimiento de obras por parte del Municipio, ya que de lo contrario y por acción del paso del tiempo, solo nos quedaría rezar porque algún rato no nos caiga un puente o túnel en la cabeza. En fin, una lección que Quito debe procesar con seriedad a la hora de decidir quién dirigirá sus destinos por cuatro años más.
Buena porción de la proverbial “sal quiteña” ha terminado reservada para el burgomaestre.