Testimonio | José Segundo Pilicita *
En Machachi, cerca de las fuentes de aguas termales donde yo vivía, veía las competencias de automovilismo; en ese entonces pasaba el Loco Larrea en los primeros puestos por la carretera, que todavía no era pavimentada... Yo era un niño de escuela, y desde ahí vino toda esa pasión por aprender mecánica y también ser automovilista.
Me fui a Quito con la intención de aprender mecánica. Entré en los talleres de la Nissan a los 16 años. Me resultó fácil porque todo un siempre yo soñaba con ser mecánico y corredor de autos, por eso puse todo el empeño en aprender; nunca desperdicié mi tiempo, solo me dediqué a estudiar por las noches y a aprender con la práctica en el día; no iba a fiestas, no aprendí a tomar licor ni a fumar, solo me dediqué a aprender, aprender, aprender.
A los cuatro años de ser aprendiz pasé a ser ayudante de mecánicos del taller, y estaba ya entre los mejores, por eso me enviaron como maestro a Guayaquil; llegué a los talleres Oriental, que le daban servicio a la Nissan y quedaba en Mapasingue, el dueño era Teodoro Andrade. Llegado de la Sierra, y como era jovencito, el maestro no me tenía confianza, pero fui demostrando mis conocimientos y en poco tiempo llegué a ser el mejor mecánico del taller. A los 22 años yo era maestro de maestros, maestro de todos los mecánicos; si algo no podían hacer los demás, yo lo resolvía. Era bien remunerado y asistía a cada seminario de actualización que se presentara.
Siempre dedicado a la rama mecánica, también preparaba autos para alta velocidad para competir la vuelta al Ecuador. Participé como piloto algunas veces, incluso una vez ganamos; eso fue hace unos 38 años, en la vuelta Chone-Carrizal, corrí por Manabí con Pepín Arteaga, de Santa Ana, en el campeonato nacional. Duré como corredor unos cuatro años, pues enamorado le propuse matrimonio a quien ahora es mi esposa; ella me dijo que se casaba si dejaba el automovilismo. Así que lo dejé. Fue una buena decisión porque se gastaba mucho dinero en eso.
La mayoría de mis compañeros me reconocían como el mejor mecánico, yo resolvía hasta fallas que a veces podían venir de fábrica; en vista de eso la compañía me mandó a aprender más al centro de capacitación en México, en el año 74, por un mes. Al cabo de 12 años abrí mi propio taller. Tengo 35 años en este local, trabajan conmigo siete personas. He formado a varios maestros de maestros, algunos de ellos tienen sus talleres; les inculqué que siempre deben prepararse y ser honestos y correctos. Yo nunca de dejado de actualizarme, pues ahora soy multimarcas y estoy al día con los sistemas de dirección computarizada, inyección electrónica.
La mecánica me ha dado muchas satisfacciones, he logrado lo que me propuse, tener mi taller, mi casa y además estoy muy satisfecho con mi familia porque mis cuatro hijas son profesionales exitosas: la primera es gerenta financiera de una cadena hotelera en Santiago de Chile, la segunda es ingeniera en sistemas, la tercera es pediatra en Chile, la cuarta es ingeniera comercial y mi hijo menor está estudiando todavía. Mi esposa, Levys, siempre ha trabajado junto a mí, ella está a cargo de la oficina del taller. Además, por mi trabajo me conocen muchísimas personas, incluso personajes públicos, quienes dan crédito de mi preparación y honestidad, porque me gusta ser justo y correcto.
* 66 años.