Wellington Benítez tenía 54 años y era la cabeza de un hogar donde habitaba su esposa, madre y dos hijos en el suburbio de Guayaquil. Benítez fue la única víctima mortal que dejó la explosión de un coche bomba en el norte de Guayaquil el pasado 14 de octubre.

Casi toda su vida se desempeñó como taxista. La noche de la tragedia Benítez estaba a unos metros de donde explotó el vehículo. En ese momento estaba dejando a un pasajero.

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La explosión hizo que fragmentos de metal volaran e impactaran el rostro de Benítez, lo que le provocó la muerte inmediata.

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Este jueves 16, sus familiares y amigos acudieron a su velorio, realizado en su casa, en el suroeste de la urbe.

Esposa, hijos, primos, tíos y compañeros de la cooperativa de taxi a la que pertenecía, estuvieron presentes.

“Era la cabeza de hogar, un hombre centrado y buen amigo”, así lo describieron sus colegas. Algunos de ellos incluso también resultaron heridos tras la explosión.

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El féretro estaba ubicado dentro de la vivienda y a su alrededor había decenas de rosas blancas que adornaban las fotografías gigantes que plasmaban a Wellington.

“Me enteré por las noticias porque todo circuló tan rápido, mi hermana me llama a decirme que algo le había pasado a Wellington. Cuando pudimos ver bien las noticias confirmamos que era él, la persona que estaba en el suelo”, explicó Tyron Llerena, tío del fallecido.

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Wellington deja en orfandad a dos jóvenes. Además, deja un profundo vacío en su familia y en la comunidad de taxistas que lo vio trabajar durante décadas.

Sus compañeros de la cooperativa, consternados por la tragedia, se han unido para apoyar económicamente a su familia con los gastos fúnebres, demostrando el aprecio y respeto que le tenían. (I)

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