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El suicidio es la principal causa de muerte de adolescentes en Ecuador

Colectivos sociales piden que en el Código de la Niñez se incluyan políticas públicas para bajar índices de esta problemática social.

El 17.8% de los menores de 12 a 17 años que murieron en 2019 se suicidaron. Foto: archivo

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El suicidio es la primera causa de muerte en menores de 18 años. Así lo publicó en su informe técnico de defunciones del 2019 el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Ese año las lesiones autoinfligidas intencionalmente fueron la causa de 148 defunciones en menores de 12 a 17 años, esto es, el 17,8% de las muertes de ese grupo etario. En el informe de defunciones están en segundo lugar los accidentes de tránsito con 111 adolescentes muertos, el 13,4%.

En 2018 el INEC registró 268 suicidios en menores de 10 a 19 años. Ese año fue la segunda causa de muerte en esta categoría de edad seguida de los accidentes de tránsito que causaron 331 muertes.

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Pese a las alarmantes cifra del 2018 y 2019 y a que en 2020 los expertos analizan que la cifra debe haberse incrementado por la crisis sanitaria, no se han implementado aún políticas públicas para parar esta triste realidad.

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Erwin Ronquillo, del Frente Nacional de la Familia, pide que la comisión ocasional de la Asamblea Nacional que reforma al Código de la Niñez considere estas cifras y proponga soluciones y programas para contener la salud mental de los niños y adolescentes.

En 2018 el Ministerio de Salud Pública del Ecuador (MSP) y el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) elaboraron un documento para establecer políticas preventivas del suicidio en adolescentes, lanzaron la campaña Dale Like a tu Vida, incluso se hicieron eventos en colegios, pero el suicidio sigue como principal causa de muerte de los colegiales.

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Aunque aún no hay datos precisos del 2020, basta un ejemplo para presumir que cifra aumentó.

El mayo del año pasado, una niña de 9 años fue hallada por sus hermanos menores colgada de una viga en su casa en el sector La Tebaida, en el suroccidente de la ciudad de Loja.

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Los vecinos contaron que ella y sus dos hermanos pasaban la mayor parte del tiempo solos en una humilde casa, pues su madre se dedicaba a la venta informal, sin embargo, en los días previos a la muerte no habrían tenido nada para comer.

Para Emilio Carrillo, director de Aldeas Infantiles SOS Ecuador, el suicidio de menores es un problema que ya afectaba en forma significativa al país antes del COVID-19 y que por la pandemia la salud mental quedó en segundo lugar.

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Indicó que durante el confinamiento por el virus, la conducta suicida comenzó a presentarse en niños, niñas y adolescentes con cuadros de tristeza profunda, de depresión, al estar expuestos a la frecuencia y severidad del maltrato que ya vivían en el interior de sus hogares.

Durante la cuarentena varios servicios de psicología se restringieron, por lo que menores que requerían tratamientos no encontraron apoyo, colaboración y ayuda para contener sus estados emocionales.

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Carrillo dijo que deben romperse mitos sobre el suicidio: ”A veces creemos que la persona que se suicida o que quiere suicidarse quiere llamar la atención. Cuando un adolescente manifiesta que tiene un intento de suicidarse es importantísimo buscar ayuda profesional, porque en algunos casos se requiere medicación para contener estados de tristeza relacionados al ámbito fisiológico de la persona”.

Recalcó que no se está haciendo una inversión adecuada en salud mental y que es vital ir asumiendo, desde la política pública y los servicios de salud, un trabajo relacionado con modificar los índices de suicidio.

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La suspensión de clases presenciales también supone un escenario más adverso, al ser un espacio de socialización y un círculo de encuentros.

Unicef y el Ministerio de Educación realizaron una encuesta el año pasado para preguntar cómo se sentían sus hijos a 4.500 representantes de niñas, niños y adolescentes en Ecuador. De ellos, cuatro de cada diez afirmaron que se sentían muy angustiados o tensionados. Esta situación resultó ser más frecuente entre quienes estudian en educación básica superior o bachillerato.

Según estos datos, del total de estudiantes que han sentido angustia o tensión, tres de cada diez han recibido apoyo emocional por parte de docentes y de los departamentos de Consejería Estudiantil (DECE).

La labor de los profesores es muy valiosa en este sentido, pues son ellos quienes están brindando el 20% de este soporte. (I)

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