En Ecuador la salud mental es un tema del que no se dice mucho. Debido a la pandemia del COVID-19 no se puede ignorar. Los meses de confinamiento, muertes, la pérdida de los empleos, el miedo hacia el virus, etc., han dejado secuelas emocionales.

La población más afectada, según un estudio de la Escuela Politécnica Nacional y la Universidad San Francisco de Quito, personas entre 18 y 36 años de edad tienen ansiedad y depresión. Inclusive antes de la pandemia era difícil el acceso a tratamientos en el sistema de salud público. El agendamiento de las citas, el tiempo de la espera y los fármacos, no se consiguen fácilmente, son problemas por los cuales el Gobierno no presta una gran preocupación. El personal capacitado en terapia psicológica es escaso en las casas de salud públicas, es necesario que hagan más centros especializados, más programas de prevención de la ansiedad, etc. El Ministerio de Salud Pública no cuenta siquiera con una secretaría específica para tratar. La deficiencia de servicios en una crisis sanitaria como la actual puede provocar un aumento de enfermos, suicidios, en la población joven, y aunque no hubiera una pandemia, es importante tomar en cuenta las necesidades de las personas que se sienten confundidas dado que falta la educación en dichos temas.

La OMS (Organización Mundial de la Salud) dice: “La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente es la ausencia de las afecciones o enfermedades”. Está relacionada con la promoción del bienestar, la prevención de trastornos mentales y el tratamiento y rehabilitación de las personas afectadas por dichos trastornos. No tomar a la ligera los asuntos de la salud mental, después de todo una mente sana contribuye a un cuerpo sano. (O)

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María Auxiliadora Arellano Benalcázar, 22 años, estudiante de Comunicación, Guayaquil