El asesinato del candidato Fernando Villavicencio, a once días de las elecciones presidenciales, encarna “el punto más alto de terror”, “el hecho más preocupante” y “el suceso más grave en un ascenso acelerado de la expansión de la criminalidad”. Su muerte en manos de sicarios que lo mataron con tres balazos en la cabeza a la salida de un mitin político en los exteriores de un colegio de Quito desborda la violencia que -a criterio de expertos en seguridad- se ha incrementado en los últimos cinco años, pero que se originó a comienzos del nuevo milenio.