Maria Branyas causa noticia incluso después de haber fallecido a los 117 años, 5 meses y 8 días. Su vida inició en marzo de 1907; en 2023 logró el récord por ser la persona más longeva en el planeta y falleció en agosto de 2024.

Ella es la protagonista de una investigación desarrollada en España, donde se estudió su saliva, sangre, orina y heces mientras estaba viva, pero los resultados ven la luz ahora, a través de una publicación científica en The Cell Reports Medicine.

El estudio si bien es complejo por la terminología celular, análisis varios y hallazgos que parecen encriptados por números y letras, revela algo importante: la mujer centenaria consumía tres yogures al día.

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Estos yogures “contenían Streptococcus thermophilus y Lactobacillus, bulgaricus, conocidos por favorecer el crecimiento de las bacterias descritas en el intestino”.

Y son justamente esas bacterias las que favorecieron su poca incidencia en inflamaciones a lo largo de su vida.

Los genes de Branyas fueron minuciosamente estudiados. El estudio destaca que hay importantes variaciones “genéticas relacionadas con la aptitud inmunológica, la función mitocondrial eficiente, la retención cognitiva, la cardioprotección y la longevidad”.

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Entre las conclusiones a la que llegan los científicos, liderados Manel Esteller, Jefe del grupo de Epigenética del Cáncer del Instituto de Investigación contra la Leucemia Josep Carreras, está que el genoma “M116, donde se identificaron aproximadamente 3,8 millones de variantes de un solo nucleótido”.

Eso contribuyó a su excepional longevidad, porque aunque su edad fue de 117, los estudios mostraron que tenía la vitalidad de una persona de 94 años; 23 años menos científicamente comprobado.

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Otra importante observación que hace la ciencia sobre esta asombrosa mujer centenaria es que “disfrutaba mucho del tiempo de calidad con su familia y amigos”, es decir, llevaba una buena actitud ante la vida.

Entre las actividades que la mantuvo activa física y mentalmente, está el jugar con perros, leer libros, cultivar un huerto, pasear y tocar el piano.

Igualmente tuvo “buenos hábitos de sueño, una dieta mediterránea equilibrada y una vida social activa”, describe el estudio sobre Brayas.

Durante los últimos meses, tuvo enfermedades crónicas vinculadas con su edad, como “bronquiectasias, divertículo esofágico y osteoartritis, con movilidad limitada y alta dependencia”. Sin embargo, nunca padeció de cáncer o algún proceso neurodegenerativo.

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Su vida, su forma de vivir quedó perennizada en este estudio que, aunque no es concluyente, busca ayudarnos a vivir de una manera relativamente más tranquila y añadiendo a la rutina la dieta mediterránea de esta longeva mujer.

No está de más agregar frutas, legumbres, toda clase de vegetales, cereales integrales y frutos secos a la comida diaria, de eso va la dieta mediterránea y claro, también el yogur. Pero como dicen los científicos, “influye mucho la naturaleza y la crianza”. (I)