La estrella Kepler-56, una gigante roja ubicada a cientos de años luz de la Tierra, presenta un comportamiento tan inusual que los astrónomos creen que podría haber devorado a uno de sus planetas.

Esa hipótesis surge del análisis del doctorando Takato Tokuno, del Departamento de Astronomía de la Universidad de Tokio, quien estudió las peculiares propiedades de este sistema.

Kepler-56 ya tiene dos exoplanetas conocidos, pero sus características apuntan a la existencia de un “hermano perdido”. El rasgo más llamativo es que su capa externa gira unas diez veces más rápido de lo habitual para una gigante roja.

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Además, el núcleo de la estrella está desalineado respecto a su envoltura: ambos giran en direcciones distintas. Es un fenómeno tan extraño como imaginar que la corteza terrestre rotara más rápido y en otra dirección que el manto.

Una primera explicación apunta a la influencia de los planetas conocidos. Los gigantes gaseosos pueden ejercer tirones gravitacionales sobre sus estrellas, producir pequeños “mareas estelares” y, con el tiempo, acelerar su rotación o provocar desalineaciones.

Sin embargo, Tokuno concluyó que este mecanismo no basta. Para que esa idea funcionara, los planetas tendrían que transferir energía rotacional a la estrella con una eficiencia miles de veces superior a lo observado en otros sistemas.

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La alternativa más plausible es más dramática: Kepler-56 habría engullido un planeta. Cuando una estrella absorbe un mundo, también incorpora parte de su energía y momento angular, lo que puede aumentar su velocidad de rotación y generar desalineaciones si el impacto ocurrió en un ángulo inusual.

En un estudio publicado el 29 de octubre, Tokuno calculó que el planeta devorado tendría entre la mitad y el doble de la masa de Júpiter. Justo antes de su desaparición, habría orbitado a la estrella en apenas uno a seis días, un patrón típico de los llamados “Júpiter calientes”, gigantes gaseosos extremadamente cercanos a sus estrellas y destinados a un final violento.

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Existe otra posibilidad: que Kepler-56 naciera con una velocidad de rotación atípicamente alta. Pero esa hipótesis tampoco explica la desalineación entre el núcleo y la envoltura. Y, según Tokuno, vuelve al punto de partida: ¿qué causó ese spin tan rápido al nacer? Una de las respuestas probables es la misma: que la estrella se comió un planeta en su juventud.

El caso de Kepler-56 se suma a un creciente conjunto de evidencias que muestran que las relaciones entre estrellas y planetas pueden ser mucho más violentas de lo que se creía. (I)