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Haití, el grito de libertad que nunca se consolidó

El país tiene una historia llena de fracasos que marcan su actualidad.

Cientos de haitianos se congregan frente a la embajada de Estados Unidos en Puerto Príncipe con la esperanza de que les concedan un visa para abandonar su país, ante la incertidumbre de lo que pueda ocurrir después del asesinato de presidente Jovenel Moïse. Foto: EFE

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El magnicidio del presidente Jovenel Moïse volvió a poner los reflectores sobre Haití, el país más pobre de América -el 46 % de la población está en situación de inseguridad alimentaria según las cifras oficiales-, que comparte la isla La Española junto a República Dominicana, uno de los más prósperos.

Con una historia plagada de violencia y convulsión política, es en la actualidad un gran lunar para la comunidad internacional, que ha fracasado repetidamente en sus intentos de estabilización después de que las potencias extranjeras y su élites complicaran durante décadas su progreso, según Efe.

Para Esteban Santos, experto en derecho internacional, el país caribeño tiene todas las características de un estado fallido y sus problemas vienen desde la época de la conquista.

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“No tiene un estado central y los índices de pobreza y mal nutrición son exacerbados y también hay que entender que en este momento no hay una unidad en el Gobierno central. Por eso es que es tan difícil poder hablar de una democracia”, comenta Santos, quien añade que hay temas enquistados muy difíciles y el magnicidio reciente es una gota más a un vaso desbordado.

Haití fue la primera colonia de Latinoamérica y el Caribe en independizarse (1804), pero sufrió desde su nacimiento el acoso extranjero, empezando por la desorbitada deuda que le exigió Francia para reconocer al nuevo país y que tardó más de un siglo en pagar. La cantidad, que se estima en más de 20.000 millones de dólares actuales, lastró sin remedio el desarrollo de la primera república negra del mundo, que gracias al trabajo de los esclavos se había convertido en una máquina de hacer dinero para París.

Sin embargo, ya independiente, Haití sufrió un importante boicot internacional por parte de las potencias que veían al país como una amenaza para sus sistemas esclavistas.

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Pese a ello, también era visto como una esperanza entre quienes querían la libertad, incluso Simón Bolívar lo veía como ejemplo, cuenta el analista internacional Michel Leví, coordinador del Centro Andino de Estudios Internacionales de la Universidad Andina.

Él agrega que comúnmente conocemos muy poco del Caribe, que tiene particulares propias no iguales a Latinoamérica, ya que muchos de ellos dependen o son parte de estados europeos. Además de tener dinámicas propias al ser territorios insulares.

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“Haití tenía en el siglo XIX un PIB más alto que Suiza... hay indicadores para ver cómo Haití en su estructura histórica empieza a decaer en el siglo XX, su relación con Estados Unidos, su relación con Francia fue al final un problema”, dice Leví, quien agrega tal vez hubiera sido mejor que en su momento se quedara como un territorio de ultramar francés -hay algunos de este y otros países europeos en el Caribe- y no una república independiente que le ha traído problemas hasta la actualidad.

Los sucesivos Gobiernos haitianos, por su parte, nunca ayudaron, encadenando dictaduras, golpes de Estado y magnicidios, que impidieron cualquier tipo de estabilidad política durante mucho tiempo.

En 1915, Estados Unidos, aprovechando una de esas crisis, intervino militarmente para proteger sus intereses económicos y geopolíticos y mantuvo ocupado el país hasta 1934, aunque luego se siguió guardando una fuerte influencia.

La segunda mitad del siglo XX estuvo dominada en Haití por el clan de los Duvalier, primero con Francois, conocido como Papa Doc, que estuvo en el poder desde 1957 a 1971 con una brutal dictadura, y luego por su hijo Jean Claude, Baby Doc, que le sucedió hasta 1986 y mantuvo un régimen marcado por la violencia. Durante este tiempo también hubo diferencias entre la población francófona y los locales que hablan creole.

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“Siempre la gente que tiene un poder omnímodo busca que el resto sea lo más ignorante posible de lo que pasa... la ignorancia y el hambre son los grandes problemas que hacen que países como Haití se vuelvan tan pobres y miserables”, afirma Leví, quien añade que los problemas que arrastra hasta hoy no solo se deben a la falta de aciertos de la comunidad internacional, ya que depende también de sus habitantes solucionar las cosas porque la cooperación tiene un límite.

Un devastador terremoto en 2010 hundió nuevamente a Haití, dejando alrededor de 300.000 muertos y 1,5 millones de afectados y, para colmo, las tropas de Naciones Unidas introdujeron en el país un brote de cólera que terminó por causar al menos 10.000 muertes y que dejó por los suelos la imagen de la organización entre los haitianos.

El Estado vive “la peor crisis humanitaria de los últimos años” y la infancia la sufre con rudeza: crece la malnutrición en los niños, muchos de los cuales dependen de una ayuda cuya llegada está en vilo por la violencia que desatan pandillas armadas en las zonas más vulnerables, alertó Unicef.

Para Santos el problema de la falta de oportunidades y ser un país sin ninguna industria consolidada ha hecho un caldo de cultivo para que solo el crimen organizado, incluso transnacional, haya florecido en ese espacio. Además de tener las opciones de créditos internacionales cerradas.

Añade que otro tema es que la mala explotación de la tierra también provocó que se termine erosionando el terreno y dejando zonas áridas.

Una fuente que podía darle esperanza a Haití es el turismo, ya que como República Dominicana tiene atractivos naturales que podrían ayudarlo, y según Santos estaban despegando, pero terminaron de caer con la pandemia.

Santos cree que una salida sería un apoyo real de la comunidad internacional en torno a programas de desarrollo y gobernabilidad, ahora inexistentes en ese país. Cree que es poco probable que haya elecciones libres y democráticas sin una cabeza en el Ejecutivo y ayuda de otros Estados.

El internacionalista Joaquín Hernández recuerda que la larga historia autoritaria del país, la desigualdad, la miseria y el ser parte de una de las grandes islas del Caribe lo hace vulnerable a la presencia del crimen y el narcotráfico, incluso transnacional.

Añade sobre la situación actual del magnicidio de Moïse que deja muchas preguntas por la forma en que sucedió y por qué era necesario hacerlo y con qué fin.

Por ahora, el país ha vuelto a pedir tropas a la ONU para proteger sus puertos, aeropuerto y otros sitios estratégicos ante el temor de caos, según Afp. (I)

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