En la ciudad de Antakya, en Turquía, cientos de globos de color rojo sobresalen de los escombros de lo que alguna vez fueron edificios residenciales. Los globos están amarrados a los fierros, vigas y pedazos de concreto en los lugares donde se han encontrado cuerpos de niños que murieron en el terremoto que azotó Turquía y Siria el pasado 6 de febrero.
Ogun Sever Okur, un fotógrafo turco y creador de la iniciativa, se ofreció como voluntario para rescatar personas en los días que siguieron al terremoto. Ocho días después, empezó a atar los globos en las ruinas de Antakya.
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Desde 2020, con su “Asociación de los niños del hermano Ogun”, el voluntario ayuda a menores pobres de Turquía a los que suministra juguetes, alimentos, a veces prótesis o cuidados. Estos globos son para él “el último juguete que podía regalar” a las jóvenes víctimas.
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Ogun y otros voluntarios ya han atado entre 1.000 y 1.500 globos y esperan poder continuar “hasta que lleguemos a toda la ciudad, hasta que lleguemos a cada una de las casas de los niños que han perdido sus vidas”.
Aunque no hay una cifra exacta de los niños que perdieron la vida en los sismos, las autoridades contabilizan más de 47.000 personas que murieron en el desastre natural. Derya Yanik, la ministra de la Familia, informó que 1.314 de los 1.858 niños descubiertos solos después del terremoto fueron entregados a familiares.
(I)