A 25 metros de profundidad, alcanzó a distinguir una serie de escalones, tallados casi a la perfección y con bordes rectilíneos sin signos de erosión.
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En 1987, un submarinista que exploraba las islas Ryukyu, al sur de la costa de Japón, se tropezó con un asombroso descubrimiento.
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A 25 metros de profundidad, alcanzó a distinguir una serie de escalones, tallados casi a la perfección y con bordes rectilíneos sin signos de erosión.
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