Un nuevo examen de los datos recopilados por la misión Voyager 2 en 1986 sugiere que la nave espacial pudo haber encontrado a Urano en un estado inusual, justo cuando una región de interacción corrotante estaba supercargando los cinturones de radiación del planeta. Este tipo de perturbación del viento solar es conocido por causar tormentas geomagnéticas en la Tierra.

Esta reevaluación, realizada casi cuatro décadas después del único sobrevuelo de Urano, podría ayudar a explicar varios aspectos desconcertantes de su magnetosfera. Cuando las corrientes rápidas del viento solar chocan contra partes más lentas, se generan choques electromagnéticos en el flujo de partículas cargadas.

Si uno de estos eventos estaba atravesando Urano el 24 de enero de 1986, coincidiendo con el encuentro de Voyager 2, podría ser la pieza faltante que ha desconcertado a los científicos durante años.

Publicidad

Astronautas que lleguen a Marte deberán buscar señales de vida, recomienda un nuevo informe de EE. UU.

Voyager 2 encontró un planeta helado, frío y con una magnetosfera extremadamente peculiar. El campo magnético está inclinado 59 grados respecto al eje de rotación, y ese eje, a su vez, está inclinado 98 grados respecto al plano orbital. Además, la magnetosfera está desplazada del centro del planeta, lo que provoca un campo magnético más intenso en el hemisferio norte que en el sur.

Cuando la nave llegó, casi no detectó plasma dentro de la magnetosfera. Era como si hubiera sido comprimida y exprimida por el viento solar. Lo que sí encontró fueron cinturones de radiación sorprendentemente densos en electrones. En 1986 se creía que un evento solar dispersaría esos electrones hacia la atmósfera, pero la ciencia ha avanzado desde entonces.

“La ciencia ha avanzado mucho desde el sobrevuelo de Voyager 2”, dijo Robert Allen, del Southwest Research Institute y autor principal del nuevo estudio. El equipo comparó los datos históricos con observaciones terrestres más recientes y concluyó que estos eventos también pueden inyectar enormes cantidades de energía en la magnetosfera, acelerando electrones en grandes cantidades.

Publicidad

Radiación atmosférica alcanza su nivel más alto en casi 20 años tras una inusual superllamarada solar

Sarah Vines, también del Southwest Research Institute, recordó que en 2019 la Tierra experimentó un evento de este tipo. “Provocó una enorme aceleración de electrones en los cinturones de radiación”, afirmó. Si algo similar ocurrió en Urano, explicaría la energía inesperada detectada por Voyager 2.

Sin nuevas misiones al gigante helado, los científicos siguen exprimiendo cada bit de información de los datos de 1986. Solo en el último año, nuevos análisis confirmaron que el viento solar había comprimido drásticamente la magnetosfera en aquel momento. Durante décadas se creyó que esa era su configuración normal.

Publicidad

“Es otra razón más para enviar una misión a Urano”, insistió Allen. Los hallazgos también podrían aplicarse a Neptuno, cuya magnetosfera, observada por Voyager 2 en 1989, también está inclinada y desplazada. Saber si estas estructuras son típicas de los gigantes de hielo o una rareza requerirá nuevas misiones, una prioridad que ya figura entre los planes de la NASA.

El estudio fue publicado el 21 de noviembre en Geophysical Research Letters. (I)