Tras el regreso de los talibanes al poder el pasado 15 de agosto, Afganistán trata de lograr reconocimiento, sin embargo, las dudas y preocupaciones por la situación del país siguen latentes en la comunidad internacional.
El domingo los talibanes dijeron que hubo un atentado en una mezquita de Kabul que dejó, al menos, dos fallecidos, aunque aún no se conoce el número exacto. Es el primer ataque desde que el pasado 26 de agosto el grupo terrorista Estado Islámico provocara explosiones cerca del aeropuerto de la capital, que provocaron la muerte de más 170 personas.
La explosión se dio mientras se realizaba un acto de memoria a la madre del portavoz del Gobierno talibán, Zabihullah Mujahid, fallecida hace unos días, según El País.
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En tanto, organismos internacionales han expresado su preocupación por lo que puede pasar en el país. Josep Borrell, jefe de la diplomacia de la Unión Europea, ha dicho que hasta ahora no es muy alentador el panorama.
Otro problema es la libertad de expresión y de prensa. Este lunes se conoció que más de 150 diarios y revistas han cerrado en Afganistán desde la llegada de los talibanes, muchos periodistas han huido del país y el pasado fin de semana uno de ellos murió en un ataque, advirtió la Campaña Emblema de Prensa (PEC), que teme el colapso de los medios que aún quedan en el país, recoge EFE.
La prensa, señala la ONG en un comunicado, ha quedado paralizada en Kabul, la capital afgana, donde la mayoría de los diarios locales han dejado de imprimirse y han cambiado a un formato online.
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Medios afganos en contacto con PEC también revelaron que prácticamente todas las mujeres periodistas han dejado sus empleos. Además el número de reporteros fallecidos en Afganistán desde el inicio de este año se eleva a 11, el número más alto registrado en el planeta este 2021, “lo que convierte al país en el más peligroso del mundo para los periodistas”.
PEC pide a Naciones Unidas presionar para que el régimen talibán garantice la libertad de informar e informarse.
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Problemas con minoría
También se informó esta semana que los talibanes están obligando a miles de miembros de la minoría chií hazara a abandonar sus hogares en el centro de Afganistán, en un nuevo ataque contra esta comunidad que los deja en la indigencia por una disputa sobre la propiedad de las tierras con líderes pastunes, la etnia propia de los islamistas.
“Hemos estado viviendo aquí durante las últimas décadas. Nos obligan a abandonar nuestras casas y no nos dejan llevar nuestras pertenencias (...) Nos dijeron que o nos íbamos o nos mataban”, afirmó a EFE Ahmadi, un anciano hazara de la provincia de Daikundi.
Hasta ahora ya han sido desalojadas “unas 720 familias” de esta minoría chií de dos aldeas de las provincias de Uruzgan y Daikundi, en el centro de Afganistán, explicó a la agencia Ali Juma Tawhidi, un líder hazara de está última región, donde es predominante la minoría.
Estas personas se han visto obligadas ahora a acampar en tiendas de campaña improvisadas o a hospedarse en casas en ruinas cuando se aproxima ya el duro invierno afgano, agregó Tawhidi.
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Los aldeanos piden que el Gobierno envíe una delegación especial para verificar sus documentos de propiedad y, “si después de eso el Tribunal decide que deben irse, lo harán”, según un representante de ellos.
Los talibanes evitaron hacer por ahora cualquier comentario sobre el asunto.
El pueblo hazara, que vive sobre todo en el centro de Afganistán, ha sido perseguido durante mucho tiempo por los talibanes y el grupo yihadista Estado Islámico (EI), que los considera apóstatas. Este último ha reivindicado durante los últimos años gran parte de los ataques más mortíferos contra esta minoría.
Pero esta no es la primera evacuación forzosa reciente en el país: unas 2.000 familias en la provincia sureña de Kandahar se vieron obligadas hace un par de semanas a dejar sus casas para ser ocupadas por miembros de la formación fundamentalista.
Las miles de personas afectadas por las evacuaciones forzosas de los talibanes se suman a otras millones que han tenido que ser desplazadas de sus casas durante estos últimos años por la guerra o desastres naturales como la sequía. (I)