“No seguiré con la vacuna, ya me coloqué dos. Creo que me dio COVID y me curé”, dice Estrella Alvarado, una empleada doméstica de 55 años de edad que vive en el sector de Juan Montalvo, en el norte de Guayaquil.

“Me da miedo, a una conocida le dio un ataque al corazón ni bien se puso la tercera (dosis)”, refiere tras pasar por uno de los puntos de vacunación instalado en el centro comercial City Mall, que está generalmente vacío.

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El ritmo de vacunación para protegerse ante el COVID-19 disminuye en Ecuador desde que alcanzó su punto máximo, pese a que por la inmunización se redujo el número de hospitalizaciones y de muertes por esta enfermedad de manera drástica, concuerdan los especialistas y las cifras oficiales.

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Durante el 2021 hubo 10.552 muertes por COVID-19, según el Ministerio de Salud Pública (MSP). Solo entre la semana epidemiológica 1 y 42 de ese año ya habían fallecido 10.129 personas.

En el mismo periodo del 2022 (entre enero y el 22 de octubre) murieron, en cambio, 1.554 personas (casos confirmados y probables), seis veces menos con respecto al mismo periodo del año pasado.

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Sin embargo, hay desidia por vacunarse lo que se evidencia con el primer refuerzo, como el MSP denomina a la tercera dosis que debe colocarse seis meses después de que las personas se inmunizan con la segunda.

El 18 de febrero de este año se alcanzó el número máximo diario de dosis aplicadas, al momento, con 105.436 en todo el país de este primer refuerzo.

Desde entonces, hay días como el 10 de octubre pasado cuando apenas 500 personas se inmunizaron. El 27 de octubre último, 6.890 lo hicieron.

Y no es porque se alcanzó un porcentaje alto de cobertura, ya que 7,3 millones contaban con la tercera dosis (primer refuerzo). El número representa el 53,5 % de la población objetivo que es el grupo con 12 años y más estimado en 13,7 millones, según el MSP.

La falta de interés por vacunarse se da en el contexto de los gobiernos de relajar las medidas y dar por terminada la pandemia, como en su momento lo anunció el presidente de la República, Guillermo Lasso, en una entrevista del 3 de octubre pasado.

Los especialistas coinciden en que el proceso completo de vacunación coadyuvó a la reducción de la hospitalización y mortalidad del COVID-19, pero advierten que la inmunización debe seguir con los refuerzos porque tras seis meses la protección de cada dosis disminuye.

Y que los mensajes de dar por terminada la pandemia no ayudan a propiciar un escenario de mayor vacunación.

El microbiólogo Patricio Rojas, investigador del Instituto de Microbiología de la Universidad San Francisco de Quito, indica que los gobiernos no acaban de entender cuáles son las medidas que deberían mantenerse y promoverse todo el tiempo para evitar el riesgo de infección. “Hay un esfuerzo importante por la vacunación, lo que está bien, pero debería seguir manteniéndose, no solo por el hecho de administrar las vacunas que tenemos, sino también investigando y desarrollando nuevas como las nasales para frenar los contagios porque las disponibles son buenas para reducir complicaciones y muertes, pero son menos eficaces en frenar las infecciones, lo que es un serio problema”.

La inmunidad baja y puede ser menor al 30 % tras seis meses de la colocación de la dosis, afirma el neumólogo Iván Chérrez, por lo que hay que reforzar con la tercera y cuarta colocación. “Eso de que ya me dio y quedé con defensas no se ha cumplido lamentablemente”.

Si bien hay una disminución, el número de fallecidos este año ubicaría al COVID-19 en la posición decimotercera del listado de las principales causas de muerte. Ocuparía ese puesto tomando en cuenta el número de muertes al momento, pero aún no termina el año.

Hay una reducción drástica del número de fallecidos desde finales de agosto pasado, periodo hasta ahora en el que se registra un dígito por semana de muertes.

Esta consecuencia positiva está relacionada con el alto porcentaje de cobertura conseguido en el esquema completo de vacunación, que incluye a los que se colocaron por lo menos dos dosis de las vacunas que lo requerían y la única en el caso de Cansino.

Son 14′162.725 dosis con una cobertura del 84,5 % de la proyección poblacional objetivo, que son los que tienen 3 años y más.

El cuello de botella está en el primer y segundo refuerzo. La cobertura de esta última es del 16,4 % de la población objetivo (los mayores de 12 años), al 27 de octubre pasado.

Chérrez afirma que la gente está en un estado de fatiga ante la obligación de vacunarse y tiene la percepción de que la pandemia se acabó, que ya no hay muertes por lo que las medidas de precaución pueden relajarse.

“Hay razones para preocuparse porque es una enfermedad nueva, por lo que seguirán las variantes y de estas las subvariantes, de las que recién veremos cómo se compartan cuando infecten a una gran cantidad de población”.

La variante ómicron del coronavirus al hacerse prevalente con sus variantes b1, b2, b4 y b5 se pudo observar que tenía síntomas diferentes, pero por la vacunación los infectados no eran hospitalizados, morían muchos menos y se reducía el riesgo de COVID prolongado. “Allí aprendimos que los que no habían completado la vacunación la pasaban mal y entendimos que el virus podía ser un poco más leve en los inmunizados. En diciembre pasado salía en las noticias que se comportaba como gripe, pero hubo muchos infectados”.

Este escenario puede repetirse tras este próximo feriado del Día de Difuntos y la independencia de Cuenca y con un mayor movimiento entre Europa, Estados Unidos y Ecuador por la población migrante que llega para las festividades navideñas y de fin de año.

Ya circulan en los países más desarrollados las subvariantes de ómicron bq.1 y la bq.1.1, cepas que son aún más ágiles para evadir los anticuerpos del sistema inmunitario, es decir, generan un mayor nivel de contagio. “En un mes han pasado a representar del 1 % al 10 % de los contagiados en EE. UU.”.

La vacunación en ese país evolucionó y ahora incluye la bivalente, nueva formulación de las originales que actúa contra ómicron ba.4 y ba.5.

Pero el consenso global es que las vacunas originales, disponibles en Ecuador, seguirán protegiendo contra la condición grave y la hospitalización. De ahí la importancia de mantener los refuerzos.

”El resto del mundo nos avisa lo que va a pasar en esta pandemia. En Alemania quieren volver a las restricciones, ciertas ciudades chinas están en confinamiento y en EE. UU. han aumentado terriblemente las infecciones, entonces en Ecuador puede pasar lo mismo”, advierte Chérrez.

La posibilidad de reinfección es alta con estas nuevas variantes más contagiosas. Un ejemplo de esto es que no hay una reducción de los casos.

De la semana epidemiológica 1 a la 42 del 2021 se notificaron 348.457 casos confirmados, mientras que en el mismo periodo del 2022 ya van 392.937.

“Las vacunas que tenemos en el país (refuerzos) nos protegen de la hospitalización y de la muerte casi en un 90 %, incluidas las nuevas variantes, y de menos del 50 % de infectarnos, entonces hay que evitar con las medidas de siempre, usando mascarilla, evitando aglomeraciones”.

Un tercio de los infectados pueden tener lo que se denomina como COVID prolongado con síntomas como dolores musculares hasta por dos años desde el contagio. Al igual que fatiga, una mayor frecuencia cardiaca y lagunas mentales, incluso entre los más jóvenes.

“La gente ya está cansada de las medidas, pero las próximas fiestas pueden generar una potencial propagación. Lo peor es que hay una baja tasa de vacunación, la gente ya no quiere vacunarse, lo perciben como poco necesario porque ven que solo es una gripe y no pasará nada, pero así sea en casos leves se puede producir este COVID prolongado, por lo que se debe completar el esquema de vacunación para eludir estas complicaciones y seguir con las medidas para evitar los contagios”, manifiesta Chérrez.

Lo que queda para evitar los contagios es el uso de medidas no farmacológicas, dice Rojas, como el uso adecuado de mascarillas e implementar otras acciones, como promover que en sitios cerrados se mejore la ventilación con sistemas mecánicos.

Hay mecanismos de filtración de aire para complementar la ventilación. Se discute la utilización de radiación ultra violeta tipo c, que permite esterilizar para este y otros virus que se transmiten por vías respiratorias. Parece que ahora los gobiernos miran hacia otro lado y piensan que se ha acabado, pero en realidad no es así”. (I)