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Población de Ecuador logra extender su esperanza de vida a 77 años, nueve años más que en 1990, pero la calidad de vida no mejora

En 1990 el promedio de vida en el país no superaba los 68 años. Aunque el avance ha sido notable todavía está por debajo de países como Chile.

Se estima que en treinta años la esperanza de vida de los ecuatorianos supero los 80 años. Foto: Archivo

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José Salazar tiene 82 años. Él rebasó la edad promedio del ecuatoriano que actualmente es de 77,25 años. Afirma que gracias a una dieta equilibrada, ejercicio y controles médicos ha llegado a esa edad. “Espero vivir diez años más por lo menos”, dice sonriente.

Los estudios intercensales demuestran que la esperanza de vida se eleva en Ecuador año a año. En 2018, la de las mujeres fue de 79,65 años, mayor que la de los hombres, que fue de 74 años. En este 2022, la esperanza de vida de las ecuatorianas llegó a 80 años y la de los ecuatorianos a 74,5 años, lo que promedia una edad media de 77,25 años. Si comparamos estos números con 1990, donde el promedio de vida en el país no superaba los 68 años, el avance ha sido notable, aunque todavía por debajo de países como Chile (77,99 años).

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Sin embargo, en los siguientes 30 años, estudios del Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (Celade) y del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), estiman que en Ecuador se alcanzará los 82,3 años.

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Esta sustancial mejora en la esperanza de vida de los ecuatorianos se debe a los grandes avances de la medicina a nivel mundial y a la tecnología que actualmente se utiliza para detectar y combatir patologías como las cardiacas, cancerígenas o la diabetes, dice Jorge Bucaram Záccida, presidente (e) del Colegio de Médicos del Guayas.

Es categórico al afirmar que el aumento en la proyección de vida se debe a la influencia médica externa y no a mejoras sustanciales en el sistema de salud del país: “Estamos mejor que en al año 90 porque en esos años no teníamos todo ese arsenal tanto farmacológico, de diagnóstico como de laboratorio para detectar a tiempo las enfermedades y no porque haya una mejora en el sistema de salud porque este es pésimo. Lo que ha mejorado es el sistema de salud mundial, ya que es la tecnología que viene de afuera y se usa en Ecuador”.

El acceso a un sistema de salud decente crea escenarios inciertos en la calidad de vida de los ecuatorianos. Foto Carlos Barros Foto: El Universo

Actualmente hay mejores tratamientos para la hipertensión, diabetes, influenza, accidentes cerebrovasculares y enfermedades crónicas. También existen más y mejores vacunas como la creada para el COVID-19, señala Bucaram. En el pasado, Ecuador registraba muertes por polio, viruela o tétano, pero esto se superó con las vacunas. Además, en los 90 no se conocían prácticas como el bypass coronario o los trasplantes de órganos como el hígado.

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Otro factor importante que añade el especialista es que actualmente existen mayores fuentes de información sobre la forma en cómo nos alimentamos y los daños a la salud que genera la llamada comida chatarra: “Y esto no ha sido fomentado por parte del Estado sino que ahora hay canales como las redes sociales o el internet, que si bien también hay basura, han ayudado a la población a entender la correcta alimentación”.

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Sin embargo, el país tiene problemas de obesidad, sobrepeso y desnutrición crónica infantil que pueden impactar significativamente en la esperanza de vida. Matheo tiene 2 años de edad y ya fue diagnosticado con desnutrición crónica y sobrepeso. Su madre, Shirley, cuenta que es consciente de que su hijo no come bien y lo suficiente para gozar de buena salud. Las gaseosas, los alimentos procesados y los carbohidratos son parte de la dieta diaria. En Ecuador, 27 % de niños menores de 2 años sufre desnutrición crónica. La situación es más grave para la niñez indígena: 39 % la padece.

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Esas inequidades hay que corregirlas. Yo creo que los movimientos indígenas más que por el valor del diésel deben protestar para que haya presupuesto para enfrentar estos problemas que además afectan a la calidad de vida de una persona. Ningún niño debe de sufrir de desnutrición”, indica Bucaram.

Para Andrés Contreras, doctor y docente de la Universidad Internacional SEK, la esperanza de vida en el mundo ha subido y esto va de la mano de una mayor cultura de prevención en salud. Indica que Ecuador debe enfocarse en prevenir males en su población joven para que lleguen a la tercera edad de una buena forma, pero tampoco descuidar a los actuales pacientes que ya sufren de patologías.

El especialista no concuerda con Bucaram y afirma que a los ecuatorianos nos falta todavía mucho por aprender de nutrición: “Aunque en ocasiones el acceso a alimentos de calidad se ve limitado por la falta de ingresos o la de tiempo. Mucha gente trabaja y busca comer lo más rápido y barato, pero otras no tienen dinero para comprar buenos alimentos. Comer sano no debe ser costoso y el Estado debe trabajar para que esto cambie y que las poblaciones con menores ingresos tengan una buena alimentación”.

La calidad de vida es un factor determinante si se analiza que la esperanza de esta está en alza en el país, ya que, al igual que en muchas naciones, simultáneamente irá disminuyendo el ritmo de crecimiento poblacional y la proporción de personas de más de 60 años de edad continuará en aumento. En Ecuador viven 1,3 millones de personas adultas mayores (que tienen más de 65 años).

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Se estima que la mitad de esta población en el país vive en la pobreza. La mayoría de los adultos mayores no tiene buena salud durante, al menos, sus últimos 10 años de vida, como lo demuestra el estudio The Future of Aging de la consultora Deloitte, que explica que el tiempo de vida en el que se goza de buena salud se ha detenido en 63 años.

Nuestro país enfrenta grandes desafíos para garantizar la salud de las personas en edad de jubilación (65 años para hombres y 60 años para mujeres), por lo que será aconsejable que transformemos los productos y servicios del ecosistema de salud pública y privada mediante una cultura enfocada en la prevención y mantenimiento del bienestar, aprovechamiento de tecnologías de última generación y atención psicológica”, indica la consultora.

El segmento de la población ecuatoriana que pertenece a la tercera edad va en aumento. La mitad de ellos está en la pobreza. Foto: Archivo Foto: Marcos Pin Mendez

A esto se suma que los jubilados del país por lo general tampoco acceden a un esquema eficiente de prestaciones de salud. “En Ecuador si un paciente tiene un cáncer de pulmón y le dan cita para seis meses, lo que hacemos es irle a dejar el diagnóstico al cementerio”, dice Bucaram.

El Ministerio de Inclusión Económica y Social entrega varios rubros de protección económica a adultos mayores como la pensión no contributiva Mis Mejores Años (establecida en el gobierno de Lenín Moreno), dirigida a las personas adultas mayores en situación de extrema pobreza, que perciben un monto de $ 100 mensuales; y la pensión Adulto Mayor, dirigida a personas en situación de pobreza, con un rubro mensual de $ 50. Aunque esto no es suficiente para asumir los costos de medicina y alimentación.

Además, se añaden los indicadores de pobreza de la población en general que, según el INEC, a diciembre del 2021, el 27,7% de los ecuatorianos era pobre; es decir, vivía con menos de $ 2,85 diarios. Esto también dificulta que las personas puedan acceder a alimentos y medicamentos de calidad.

Contreras asegura que no importa mucho la esperanza de vida si la calidad de la misma no sube: “De qué me vale llegar a los 90 años si voy a llegar con una vida mala, en la pobreza y sin poder acceder a buena alimentación o medicamentos”.

Pamela Cabezas, médica internista del Hospital de los Valles, concuerda en que se debe cambiar el eje del actual sistema de salud a uno preventivo, ya que los chequeos médicos anuales son de gran importancia tanto en niños, mujeres, hombres y personas de la tercera edad: “ayudan a la detección temprana de enfermedades y a un oportuno tratamiento”. Además, de cuidar la salud mental y realizar una revisión y actualización del cuadro básico de medicamentos para añadir o descartar medicinas. (I)

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