La búsqueda de atención médica en un hospital de la red pública de salud del país pasa por encontrarse con médicos que tengan los insumos para tratar los casos; de lo contrario, la opción es la derivación a uno privado o ir a otro establecimiento estatal, mientras el afectado sufre y pone en riesgo su vida con el agravamiento de su situación.

Las historias de los padres de Paola reflejan lo que implica enfermarse hasta el punto de requerir hospitalización en Ecuador. Su madre, Rosa Zambrano, de 73 años, se desmayó, por lo que en noviembre del 2022 fue trasladada al hospital Teodoro Maldonado Carbo del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), en el sur de Guayaquil, que queda cerca de su casa, pero fue en vano.

Publicidad

Cuando la jubilada llegó desmayada sobre la silla de ruedas le dijeron que no podían atenderla. “Que no podían hacer nada, que no perdamos tiempo y que la llevemos al hospital del IESS de Los Ceibos”, dice la hija de la afectada.

Durante el periplo hubo momentos de angustia, como cuando volvía a desmayarse, estado del que solo salía por ratos ante el estímulo de la fragancia de un perfume.

La situación de Rosa se debía a que tenía niveles altos de potasio por su condición de diabética. “Lo normal es cinco y mi mamá tenía nueve”.

Finalmente recibió atención y entró a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital del IESS de Los Ceibos y luego pasó a sala.

Publicidad

Paola cuenta que en las noches había que buscar a los doctores y enfermeras cuando se los necesitaba. “Parece que se pierden en los pasillos. Me pasó cuando mi mamá se quejaba de un fuerte dolor a eso de las once de la noche y todas las que atendían ya dormían”.

Ministerio de Salud Pública registra 27,3 millones de consultas externas en sus establecimientos: la hipertensión es la primera causa de atención de morbilidad a nivel nacional

Los cólicos eran intensos por las madrugadas hasta el punto de que Rosa vomitaba, durante casi un mes que estuvo internada. La ampolla para bajar el potasio costaba 45 dólares. La afectada necesitaba una cada dos días. “Gastamos unos 500 dólares en esa hospitalización; también comprábamos unas vías especiales que costaban 15 dólares cada una”.

La historia de Juan, esposo de Rosa, refleja la otra cara de la atención médica que se recibe en la red pública. Él, de 83 años, llegó al Teodoro Maldonado en febrero pasado con un fuerte dolor en el pecho.

“La doctora me dijo: ‘Te voy a ayudar’, mientras tramitaba la derivación al Interhospital”, un complejo hospitalario privado ubicado en Los Ceibos, en el oeste de la ciudad.

“Lo llevaron en ambulancia para que sea intervenido de un cateterismo. Él ya no podía respirar. Estuvo hospitalizado tres días. La misma doctora del Teodoro hizo los papeles; no sé si de pronto le dan algo por enviar, no lo sé, pero gracias a Dios todo fue distinto y más rápido. Como mi papá es de más edad, teníamos miedo de que agarre neumonía”, dice Paola.

La vida de Juan se salvó con la intervención privada tras la derivación que finalmente cubre el Estado a través de las aportaciones de los afiliados y empleadores.

Los internamientos atendidos en todo el sistema de salud en 2020 y 2021 sumaron 907.515 y 1′038.245, en su orden.

La tendencia es que el número de hospitalizados aumenta cada año. Durante 2022 fueron 1′130.603, de los que el 64,5 % correspondió a los que ingresaron a la red pública, que incluye a los establecimientos del Ministerio de Salud Pública (MSP) y del IESS. El 35,5 % restante fueron al sector privado.

Las cifras reflejan la incapacidad del sistema de salud de impedir que los casos se agraven por falta de políticas de prevención, concuerdan los especialistas.

Entre enero y septiembre de este año se registra un total de 383.262 hospitalizaciones solo en la red de hospitales y centros del Ministerio de Salud Pública (MSP), sin incluir los atendidos por el IESS o los establecimientos privados. De estos casos, 376.180 fueron dados de alta y 7.082 fallecieron.

Las principales causas de las hospitalizaciones atendidas por el MSP son la neumonía no especificada, en los hombres, y los cálculos de la vesícula biliar, en las mujeres.

Si bien el total de defunciones hospitalarias se redujo en 2022 debido a la disminución de la mortalidad por COVID-19, los 21.518 fallecidos el año pasado son la cifra más alta desde 1995, sin contar los años 2020 y 2021 de la pandemia.

Lo que se evidencia también en el incremento de la tasa neta de muertes hospitalarias por cada número de egresos. Esta pasó de 11,2 por cada mil dados de alta en 1995 a 14,65 en 2022. Aquí solo se incluye a los fallecidos tras 48 horas o más de ser internados, para reducir el impacto de las muertes por causas externas (asesinatos o accidentes), los que suelen fallecer dentro de las 48 horas desde que son internados debido a la cronicidad de sus cuadros.

El repunte de las tasas de defunciones hospitalarias se inició a partir del 2014.

Este indicador, dice Enrique Terán, Ph. D. en Farmacología y profesor de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ), debería ir disminuyendo progresivamente conforme va mejorando el sistema de salud, porque habría más éxito en resolver los casos crónicos. “Se recibe a más pacientes pero hay una menor capacidad de resolver los problemas que tienen, lo que va de la mano con lo que sucede en los hospitales públicos, lo de diferir las cirugías, que no hay materiales para hacerlas. Entonces, el paciente queda estancado en una situación que se complica y se incrementa la mortalidad”.

Lo grave es que esta tendencia dificulta el tratamiento, ya que requiere de más recursos ante el incremento del número de pacientes que buscan atención médica. “El sistema de salud se centra en lo curativo y en la construcción de infraestructura y no en la prevención”, dice Terán.

Ángel, de 24 años de edad, trabajaba en una tienda de Sociovivienda, en el noroeste de Guayaquil, como ayudante. De repente sintió un fuerte dolor, por lo que en julio pasado fue trasladado al hospital del Guasmo Sur del MSP. “Fui allí porque vivo en el sur, pero no quisieron atenderme. Me enviaron al centro de salud tipo C (en el suroeste de Guayaquil), donde me hicieron ecografía”.

Su diagnóstico era cálculo renal. Ahora sigue un tratamiento para no requerir una cirugía, pero cuenta que la mayor parte de los medicamentos debe comprarlos.

Las medicinas e insumos son insuficientes en la red pública, como los sueros que debió comprar Rosa tras ser operada de la vesícula en junio pasado. Cada uno costaba 85 dólares. “Lo gratis solo es la atención. Mi amiga estuvo internada en el Teodoro Maldonado Carbo casi dos meses”, dice Narciza Mora, quien la ayudó en su convalecencia.

Su hermano Daniel Mora, de 70 años de edad, también fue internado este año. Él iba a ser trasladado a Guayaquil con una grave insuficiencia renal, luego que hace dos años tuvo una operación del corazón y se le reventó el apéndice, pero finalmente fue atendido en septiembre pasado en el hospital del IESS de Santo Domingo, ya que es parte del Seguro Social Campesino.

Al establecimiento de salud llegó de la Manga del Cura en el cantón El Carmen, en Manabí, donde vive. Antes que lo acepten recorrió tres hospitales, pero en ninguno lo quisieron recibir. “El caso de mi hermano es complicado: estaba más de allá que acá, ya lo enviaban a casa a morir. Pero con fe logramos que le hagan diálisis y así se mantiene. Tenemos que comprar unas ampollas que no hay en el IESS”, dice Narciza.

El infectólogo Washington Alemán indica que lamentablemente no hay medidas sanitarias de promover la salud para reducir la mortalidad.

“Nuestro sistema sanitario está dirigido hacia el asistencialismo, a la construcción de hospitales y tratar de curar enfermos. Con ese modelo ya se llega tarde cuando gran parte de las enfermedades ya están complicadas. Lastimosamente, durante muchos años se ha intentado cambiar esa mirada hacia la prevención y promoción de la salud”.

Joven de 23 años tuvo tres hijos y solo una sobrevivió. La bebé tuvo cuatro operaciones y aún frecuenta el hospital: casi un millón de niños son ingresados a Emergencias en Ecuador

Hay implicaciones políticas en la forma como se maneja el sistema de salud: “La prevención y la promoción desde la perspectiva política no deja mucha rentabilidad; más rentable es construir un hospital, aunque no tenga médicos ni equipos. El mejor hospital de un país es el que no se utiliza. Esto dice que se tiene una población enferma y que no hay medidas de prevención”, explica Alemán.

Con prevención es posible reducir el número de personas que requieren hospitalización. “De las infecciones respiratorias bajas no sabemos lastimosamente la ictiología, es decir, la causa; lo único que tenemos es que llegan con neumonía no especificada, que históricamente ha sido uno de los principales motivos de internación dentro del país junto con las enfermedades diarreicas”.

La falencia está en la ausencia de medidas sanitarias dirigidas hacia la prevención y promoción de la salud. “Estos datos deberían servir para hacer más énfasis en las patologías que afectan a la población con el fin de contenerlas”, indica Alemán.

Una opción para enfrentar la neumonía, por ejemplo, es la vacunación de niños y grupos vulnerables, que son las personas que tienen factores de riesgo, como las embarazadas, fumadores, pacientes con problemas pulmonares y obesos.

Las bacterias más frecuentes que causan la neumonía son el neumococo y la influenza, dice Alemán. “Es cuestión de interpretar los datos no solamente fríos, sino tratar de buscar estrategias que sirvan para prevenirlos”.

Diferencias anatómicas inciden en las principales causas de hospitalización entre hombres y mujeres

Hay diferencias en las causas de morbilidad hospitalaria entre hombres y mujeres.

En los primeros inciden más la apendicitis, neumonía, hernia inguinal y las fracturas. En las segundas aparece primero con mayor incidencia la colelitiasis (cálculos en la vesícula) y las infecciones urinarias.

Terán explica que esto responde a una clara diferenciación de género. “La actividad contráctil de la vesícula es más baja en las mujeres que en los hombres, de ahí que tengan mayor tendencia a la formación de cálculos aun cuando tengan la misma dieta y actividad. Es un asunto anatómico”.

A esto se suman los embarazos, condición en la que se acrecienta aún más la lentitud del vaciado vesicular, lo que promueve la formación de cálculos, agrega el especialista.

Un total de 49.223 personas fueron hospitalizadas por colelitiasis (cálculo en la vesícula) durante el año pasado. El 58,3 % eran mujeres.

Además son más propensas a infecciones urinarias. La prevalencia es mayor por cuestiones de higiene. “En las mujeres, sobre todo en las más jóvenes, como las niñas y adolescentes, es mucho más frecuente que haya una contaminación fecal cruzada de la vagina al limpiarse de adelante hacia atrás”, manifiesta Terán.

La segunda razón es por periodos largos de aguantarse las ganas de orinar, lo que genera la retención de la orina. “Esto tiene que ver con las limitaciones en el acceso a baños. Por lo general, estos no son tan bien mantenidos; entonces, se aguantan, lo que las hace más propensas a las infecciones urinarias”.

La incidencia de la hernia inguinal en hombres corresponde, afirma Terán, al descenso de los testículos, los que hasta el nacimiento están en el abdomen, por lo que deben descender para que lleguen al escroto. “En ese proceso de descenso queda en algunos casos, como rezago, una debilidad del tejido que está alrededor de las ingles y, por eso, sobre todo en los varones, y como hacen mayor actividad física en términos de carga pesada, pues, hay una mayor prevalencia”.

En el caso de las mujeres, como los ovarios no descienden, no tienen esa debilidad potencial, explica Terán.

Los hombres son más proclives a las fracturas óseas. Los estudios indican que esto responde a que tienden a ser más temerarios y menos cuidadosos, afirma Terán. “Ellas son un poco más cautas, pese a que los tiempos cambian”. (I)