“El 16 de mayo (de 2024) que acudo con fuerte dolor (a un consultorio particular del norte de Guayaquil) me reciben. A lo que llego, todo el mundo gritaba, insultaba. No los vi porque ya estaba ciego”, dice Noris Castillo Valencia, uno de los afectados por una supuesta mala práctica médica en la clínica privada de Ojos José Sacoto, donde también se suman Darío Guerrero y Jorge Mejía. Todos colocaron la denuncia en el edificio de La Merced de la Fiscalía, en el centro de Guayaquil.
Aquel 16 de mayo, Noris se percató de que no era el único afectado. Él es diabético desde hace trece años y empezó a perder la visión. Como es afiliado de manera voluntaria al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS), lo derivaron a una clínica privada en Guayaquil.
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Cuando llegó a este establecimiento privado, en febrero de 2023, dice que primero revisaron su historia clínica.
Tras el análisis respectivo le aplicaron un tratamiento de inyecciones con el medicamento Avastin y rayos láser. “Desde allí fui recuperando la visión. Empecé a manejarme, leía mis artículos, me compré un carro y manejaba. Me sentía bien”, afirma Noris.
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Con esa confianza de haber mejorado, siguió el tratamiento. En total ya le habían colocado tres inyecciones y cuenta que le faltaban dos más.
Tras seguir con los trámites, retornó el 14 de mayo de 2024 a retirar un gotero cuyo contenido debía colocarse un día antes de cada intervención.
El 15 de mayo fue intervenido con una inyección en cada uno de los ojos. Era un tratamiento ambulatorio. “Ya me habían puesto tres veces y había mejorado. Estas eran las dos últimas”.
Pero esas dos inyecciones representaron el final de su recuperación. Desde entonces ya no ha vuelto a ver.
“Era dolor, dolor, ni bien me las pusieron. No aguantaba. En la madrugada me llevaron de emergencia al seguro (al hospital Teodoro Maldonado Carbo del IESS, en el sur de Guayaquil). Allí me pusieron Dolgenal a la vena y me paró”.
Al día siguiente, el 16 de mayo de 2024, fue a la cita en un consultorio privado con los especialistas de la clínica donde lo habían intervenido, en el norte de Guayaquil. “Me dijeron que era una infección y me limpiaron, pero ya no veía”.
Fue entonces cuando escuchó por primera vez a los otros afectados, que también se quejaban del dolor. “Dije: ‘Carajo, nos jodieron la vida’. Estaba ciego, pero los escuchaba. Nos dijeron que en ocho días íbamos a recuperar la visión, pero nada hasta ahora”.
Como no recobraba la vista, Noris acudió a otro especialista privado para recibir otra opinión. Allí le confirmaron que no volvería a ver.
También viajó a la capital colombiana, Bogotá, en la clínica Barraquer (un centro especializado en oftalmología), donde también le ratificaron que había perdido la vista.
“El especialista del exterior me dijo que la inyección se aplica primero en un ojo y luego de ocho días en otro: ‘El error fue que te pusieron en los dos ojos en el mismo día, y eso no se hace. Te han puesto una inyección que había contraído un virus y este te afectó la córnea’”, cuenta que le dijeron.
Darío Guerrero, de 39 años de edad, es otro de los afectados. Él requiere diálisis desde hace un año en Guaranda, capital de la provincia de Bolívar, donde vive.
“Sentí que perdía la vista en el ojo izquierdo. Me indicaron que me había dado un derrame y me derivaron a Guayaquil en abril de este año”, cuenta.
Era la misma clínica privada donde Noris fue intervenido. “Me dijeron que debía recibir un tratamiento que eran dos sesiones de inyecciones y, posteriormente, dos de láser, que todo eso era ambulatorio”, afirma Darío.
La primera sesión de inyecciones se dio sin problemas. El miércoles 15 de mayo, el mismo día que acudió Noris, le colocaron la inyección siguiente: “Allí me empezó a doler ni bien me pusieron. Al inicio pensé que era normal y me regresé a Guaranda. Pero pasaban los días y el dolor era insoportable; me pasaba la noche en vela y no soportaba ningún tipo de luz”.
Tuvo que sellar su habitación y no podía salir a la intemperie. “Deliraba del dolor, por lo que me derivaron a Guayaquil, a la clínica. Allí también vi que había varios pacientes afectados. Me dijeron que era una infección, producto de mi presión arterial. Me dieron a entender que era mi culpa”, afirma Darío.
Arcsa advierte sobre el uso de Avastin en un comunicado
Un informe de la Agencia Nacional de Regulación, Control y Vigilancia Sanitaria (Arcsa) advierte a los profesionales de la salud y al público en general sobre los posibles eventos adversos que puede ocasionar el uso no aprobado en pacientes con diagnóstico de trastornos de la retina del medicamento Avastin (bevacizumab).
El comunicado es del 21 de junio de 2024: “Bevacizumab es un anticuerpo monoclonal, que inhibe el factor de crecimiento endotelialvascular, mismo que es usado y autorizado como tratamiento para diferentes tipos de cáncer y como coadyuvante a otras terapias”.
El documento indica que está registrado en la Arcsa desde el 2013 bajo el nombre comercial Avastin. “Desde hace algunos años, los médicos oftalmólogos de todo el mundo lo han prescrito fuera de indicación como tratamiento para pacientes con trastornos de la retina; sin embargo, dicha indicación no está aprobada ni por Arcsa ni por agencias reguladoras de alta referencia”.
Incluso la entidad señala que recibió un comunicado por parte del titular de registro sanitario del medicamento Avastin (bevacizumab) en el que se indicaba de “reportes de eventos adversos relacionados al uso fuera de etiqueta del producto en uso oftálmico, uso no autorizado en el registro sanitario aprobado por la Arcsa”.
No obstante, Noris afirma que “la historia de ingreso indica que el IESS también ordena que se intervenga un ojo y después de un tiempo, ocho días, el otro ojo, pero en la clínica en ese mismo día hicieron la intervención de los dos ojos”. “Lo mismo me dijo el doctor en Colombia: siempre se hace uno y posteriormente el otro”, recuerda.
En la clínica privada donde presuntamente se dio la mala práctica médica le dieron el alta y ya no quieren atenderlo. “Después de que regresamos de la clínica Barraquer hemos solicitado la historia clínica, pero hasta ahora no la hemos podido conseguir”.
El hijo de 5 años de Noris le dice que cuándo lo volverá a ver: “Eso te parte el alma. Ahora debo tener a una señora en la casa que me viste. Soy viudo. Tuve que buscar más empleadas para atender mis negocios”.
María José Torres, abogada de los afectados, indica que en la clínica denunciada les dijeron que era un lote que al parecer vino adulterado desde el laboratorio que lo produce.
A Noris lo ayudan sus seis hijos, pero su vida no volverá a ser igual. Como es abogado, ya no puede seguir sus casos: “Me destrozaron la vida”.
“Cada paciente afectado tiene una patología diferente, según nos dijeron, pero la duda es que ninguno ha logrado volver a ver. El día en que nos enteramos de que había más afectados vi a personas que se quejaban, que no tenían dinero. Una señora fue a parar a UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) del IESS”, indica Torres.
Darío tampoco ha podido conseguir su historia clínica y, además, dice que perdió casi toda la visión del ojo izquierdo. “Veo un 2 % o 3 %. Debo estar con gafas, porque me arde y me quema el ojo cuando me entra la luz”, agrega.
El diagnóstico que le dieron en las atenciones privadas a las que se sometió Noris fue endoftalmitis, una infección de los tejidos o líquidos que hay dentro del globo ocular.
Ahora afirman que harán seguimiento a la denuncia planteada en la Fiscalía. (I)
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