Caminar por el hipercentro de Quito, en Iñaquito, La Carolina o Eloy Alfaro, significa encontrarse con edificios gigantes, diseños vanguardistas y un área que se ha convertido en un fuerte comercial de la capital.
Sin embargo, el objetivo es entender para qué sector de la población están destinadas estas construcciones y qué pasó con la gente que en algún momento residió en el sector.
El arquitecto Sergio Bermeo, decano de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central del Ecuador, explicó que el hacinamiento en zonas periféricas de la ciudad, sea en los extremos del sur o del norte, se da por un principio técnico que el Observatorio de Arquitectura en Ciudad, Tecnología y Sustentabilidad (OA-Citys) ha identificado como densidad poblacional.
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“Si comparamos el hipercentro, al norte de la capital, los edificios en altura bordean los 60 habitantes por hectárea, mientras que, en el sur de la ciudad, edificios de hasta cuatro pisos mantienen 150 habitantes por hectárea. Esto demuestra que no se está utilizando de manera correcta la densificación en altura y podría provocar el efecto de gentrificación”, expuso el arquitecto.
El vaciamiento de la población, como sucede en el centro histórico, La Mariscal, Villaflora o 10 de Agosto, por diversos temas, genera un efecto de gentrificación debido a problemas asociados con la inseguridad o la densidad poblacional que obliga a tener un índice de 200 habitantes por hectárea, pero en Quito se mantiene una media de 55 habitantes por hectárea.
Según estudios realizados en la Facultad de Arquitectura de la institución antes mencionada, la construcción representaba, en años anteriores, el 10 % del producto interno bruto (PIB).
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Para este año, el estancamiento en inversión social representa un 6 %.
Con todos estos obstáculos, Bermeo añadió: “La construcción de rascacielos ha experimentado un auge en los últimos años, marcando un cambio en el paisaje urbano e influenciando en el crecimiento vertical de la ciudad”.
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Edificios como IQON, Epic o Condesa, con más de 130 metros de altura y 32 pisos cada uno, se han convertido en un modelo de ciudad deseado, propuesto por la Secretaría de Hábitat y Ordenamiento Territorial a lo largo de sus administraciones, con el objetivo de repoblar la zona y entregarle cierto estatus con la inclusión de grandes empresas bancarias y transnacionales.
“El crecimiento en altura ha sido impulsado por varias políticas públicas de desarrollo territorial: como la salida del aeropuerto Mariscal Sucre a Tababela, el mejoramiento del sistema de transporte público o la remodelación de parques como La Carolina, Bicentenario, entre otros, que subieron el precio del suelo”, explicó el decano de la Facultad de Arquitectura.
El número de habitantes que abandonaron estos predios es desconocido. A la altura de La Ecuatoriana, Guamaní, Quitumbe, en el sur de Quito, o en Calderón, Carapungo, Llano Chico, en el norte de la capital, es muy fácil observar a lo lejos la gran cantidad de casas que se han construido sobre lomas y al borde de las quebradas.
Un sector de la clase social media-alta logró acceder a este mercado que supera los $ 3.000 por metro cuadrado. Sin embargo, para muchos es solo fachada, porque en el interior existen problemas.
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“Vimos un departamento modelo, muy fino en sus acabados. Se demoraron cinco años en entregárnoslo, jamás faltamos en los pagos acordados con la constructora, pero al entrar todavía estaba en obra gris. En tres meses, desde septiembre del 2024, lograron acabar todo el departamento, pero con fallas horribles y materiales de baja calidad”, contó Juan Francisco Tacuri, apoderado de un predio en el edificio ubicado frente a La Carolina, por el sector de la avenida de los Shyris.
Estos problemas están asociados directamente al sistema constructivo que no piensa en lo ambiental o social, sino que se enfoca en lo estético, dice Bermeo.
“Debemos entender que en el urbanismo tardorracionalista que estamos atravesando, el elemento rascacielos es una de las tipologías más depredadoras del espacio público y el más alto consumidor de energía no renovable”, continuó Bermeo.
En medio de todo ello, las ventajas de poseer este tipo de edificaciones se ven reflejadas en la inversión público-privada y la generación de empleo. “Los rascacielos permiten mantener una estructura urbana densa, mixta y compacta que evita el crecimiento horizontal”, manifestó el especialista.
Este beneficio puntual, que podría evitar grandes desplazamientos desde el hipercentro hasta las zonas periféricas, sería visible si los planes y las normativas estuvieran bien identificados, según el arquitecto.
“Entonces, se debe buscar un trabajo armonioso y técnico entre la normativa municipal y la demanda de proyectos inmobiliarios de inversión, que no se enmarque en el lucro y especulación, sino que permita que la tipología de rascacielos sea una fuente equitativa de ingresos de recursos económicos para la ciudad”, concluyó Bermeo. (I)