Pensativo. Así estaba Humberto Noboa la mañana de este jueves, 4 de abril. Él vive unos 20 años en el sector de La Gasca, en el norte de Quito, donde se produjo un aluvión la tarde del pasado martes.
Analizaba cómo limpiar una gran masa de lodo que aún permanecía a un costado de su negocio. El hombre indicó que dos días después del aluvión, el tránsito ha empezado a normalizarse pues estaba suspendido.
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Con una pala contó que iba a raspar la tierra que estaba en la acera y en una funda colocar el lodo.
Al recordar el aluvión del martes, comentó que escuchó un sonido, se dio cuenta de que descendía lodo por la avenida La Gasca, por lo que cerró el negocio con una puerta de fierro.
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Noboa sugirió que se solucione el problema en la parte alta del sector a fin de evitar que nuevos aluviones sucedan.
Él no era el único morador que seguía adecentando los alrededores de su domicilio.
“Esta tarea de la limpieza va a seguir porque el lodo está superacumulado en las paredes y en el piso”, comentó resignada Consuelo Arias.
Ella retiraba el polvo y usaba detergente, aunque con ese procedimiento mencionó que se mancha la pared y que por eso tendrá que pintarla.
La inquietud ahora está en el polvo que, con el paso de los automóviles, se levanta en las calles debido a que no ha llovido en las últimas horas, situación climática que podría cambiar y con ello volver la preocupación de los vecinos.
“Ya da temor, ya comienza esto, ya uno se queda con ese trauma”, refirió en los exteriores de su local de venta de calzado, en la calle Domingo Espinar y avenida La Gasca. En el interior del establecimiento se podía observar el lodo negro impregnado en una pared de color blanco.
Una cinta que impedía el paso por la calle Enrique Richter hacia la avenida La Gasca, en sentido sur-norte, fue retirada, con lo que el paso por esa vía quedó habilitado. Esto a pesar de que las tareas de limpieza de organismos locales y estatales en la zona seguían.
Personal policial recorría las calles y una cuadrilla de trabajadores municipales, en la calle Atacames, colocaba el lodo en una minicargadora. En el parterre aún eran visibles los restos del aluvión.
María Vargas, a pocos metros de la calle Alejandro de Valdez, cerca a la avenida América, limpiaba el lodo que aún permanecía adherido a la calle de la casa en la que trabaja.
Alrededor de dos horas llevaba en esa tarea y si bien de a poco el lodo salía, el paso de vehículos por la avenida La Gasca empezó a levantar polvo. Su sugerencia era usar mascarilla. (I)