En el ala norte del centro histórico de Quito, en la esquina de las calles Luis Vargas Torres y Francisco de Caldas, se erige una de las joyas arquitectónicas más emblemáticas de la ciudad: la señorial mansión conocida como el Palacio Landázuri.

Esta majestuosa construcción, ubicada frente al parque García Moreno y a escasos pasos de la Basílica del Voto Nacional, es la huella del esplendor arquitectónico de la época en que fue construida. Además, oculta una historia que atrapa a quienes descubren un detalle particular.

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La historia de esta edificación se remonta a aproximadamente 1930, cuando el coronel Arquímedes Landázuri habría encargado al arquitecto ítalo-suizo Francisco Durini Cáceres la creación de esta obra maestra.

Durini, un destacado exponente del estilo historicista neoclásico, diseñó la mansión con una meticulosa atención al detalle, que refleja las tendencias arquitectónicas que florecieron en Quito durante ese periodo.

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Sin embargo, uno de los pedidos habría sido la construcción de un ataúd en la parte más alta del palacio.

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Héctor López, investigador histórico, contó que, según la leyenda, la esposa de Landázuri mandó a construir el ataúd en la zona alta del domicilio para que no sea enterrado, sino que sea ubicado con vista directa hacia las estrellas.

“Esto nunca llegó a pasar porque el Municipio no se lo permitió por razones de salubridad, pero quedó para la posteridad esta gran extravagancia”, expresó.

QUITO.- La casa que tiene un ataúd de cemento construido en el techo, ubicada en las calles Caldas y Vargas, a una cuadra de la Basílica del Voto Nacional. Foto: Alfredo Cárdenas.

Muchas de las personas desconocen esta historia, los transeúntes pasan por las calles y veredas históricas sin sospechar siquiera que sobre la elegante construcción existe un detalle que es una mezcla entre lo macabro y particular.

El palacio

Según el sitio web Los Ladrillos de Quito, el palacio, como se lo considera debido a su vasta extensión y rica ornamentación, inicialmente sirvió como residencia para la familia Landázuri.

Posteriormente pasó a manos de la familia Villavicencio y en la actualidad es propiedad de una familia Almeida, quienes habrían mantenido su uso como residencia mientras integran espacios comerciales en su planta baja.

El diseño arquitectónico es una mezcla armoniosa de funcionalidad y estética.

El primer piso, con un basamento de piedra almohadillada típico de las viviendas del centro histórico, alberga locales comerciales y se adapta al terreno desnivelado, proporcionando una base sólida para los pisos superiores dedicados a la residencia.

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La puerta principal, ubicada en la ochava esquinera, destaca por su grupo de seis columnas jónicas angulares que soportan la cornisa y enmarcan elegantemente las ventanas y balcones de los pisos superiores.

Los cuerpos laterales, menos ornamentados, presentan ventanas rectangulares con remates en arco en el primer piso y horizontales en el segundo. Los balcones de hierro forjado adornan todas las ventanas del primer piso, añadiendo un toque de elegancia.

En cada extremo del conjunto, dos torrecillas con balaustradas moriscas contrastan con la mansarda central, creando un efecto visual impresionante.

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A pesar del paso del tiempo, el Palacio Landázuri sigue siendo un hito arquitectónico y cultural en el sector de La Basílica, que recuerdan la rica herencia histórica y arquitectónica de Quito.

Actualmente las ventanas muestran un deterioro, según los vecinos esa parte no se encuentra habitada y funciona como una bodega. En la primera planta todavía funciona un local comercial, en medio del diario trajinar que concentra una zona de alto comercio y de valor histórico cultural. (I)