En la habitación 23 del quinto piso del Hospital Eugenio Espejo, en el centro norte de Quito, uno de los sobrevivientes del aluvión ocurrido en el sector La Comuna, el 31 de enero de 2022, se recupera de sus heridas e intervención quirúrgica. Después de unos días de limpieza constante, la pierna derecha tuvo que ser amputada.

El día de la tragedia, Rolando Maila, de 44 años, estaba a punto de jugar un partido de ecuavóley en la cancha de La Comuna. Jugaba de servidor y “era ponedor en los partidos de los malitos”, dice con algo de sarcasmo sobre sí mismo. El encuentro ya estaba pactado contra Jayak, Crispy y Juan.

El partido no se iniciaba, porque esperaban a que la hija de Rolando llevara su ropa deportiva. Pero, antes de que eso sucediera, llegó un aluvión que se llevó a los jugadores, a los espectadores y a toda la estructura del complejo deportivo.

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“Se escuchó un sonido fuera de lo normal, regresamos a ver y se venía una avalancha de lodo”, dice sentado sobre su cama.

Rolando recuerda que corrió con otros amigos hacia una quebrada, al lado de la cancha. Al percatarse de que la ola era fuerte, todo el mundo salió corriendo, pero él no lo logró. “Sentí que algo me cayó encima, cerré los ojos y sentí que iba de un lado a otro, revolcándome. Quería pararme, pero no podía. Tragué lodo, me estaba quedando sin aire, no podía respirar. Encontré una luz por ahí y cogí todo el aire que pude. Seguía bajando un río de agua. Yo creí que estaba bien porque estuve consciente en todo momento, mis brazos estaban bien, pero quise mover mi pierna y no pude”.

En ese momento, llegó mucha gente a socorrerlo. Lo llevaron en la camioneta de un amigo hasta un parque y de ahí, a una ambulancia. “Un amigo al que también llevaban en la camioneta dicen que iba en mejores condiciones que yo. Lamentablemente, supe después que él había fallecido”, cuenta y los ojos se le llenan de lágrimas.

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Su siguiente recuerdo es su llegada al hospital Eugenio Espejo. Sentía un intenso dolor en la pierna derecha, dice Rolando, que también llegaba con una herida en la cabeza, por la que le cogieron varios puntos de sutura. Además, otros cortes en el brazo izquierdo y raspones y moretones en el resto del cuerpo.

“Pasé unos tres días con la pierna así, con rehabilitaciones, estabilizándome para aguantar los quirófanos. Entonces me dijeron que mi pierna no me va a funcionar, que tome una decisión y, bueno, lo hice: el martes (8 de febrero) me bajaron al quirófano y me amputaron la pierna”.

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Según información proporcionada por el Departamento de Comunicación del hospital Eugenio Espejo, a esta casa de salud llegaron 17 heridos. Nueve personas fueron dadas de alta, dos fallecieron y seis continúan hospitalizadas.

Rolando Maila es el cuarto (junto con su gemelo) de seis hijos. Trabajaba de conductor en la buseta de su padre. El lunes 7 de febrero, una semana después del aluvión, tenía previsto iniciar los recorridos en la escuela Manuela Cañizares, por el retorno presencial de los estudiantes.

Sin embargo, hoy nadie puede hacerse cargo de ese recorrido. “Por cuidarle a mi hijo tuve que dejar mi trabajo, él necesita cuidado las 24 horas”, señala su padre, Luis Maila, de 70 años, en la puerta de la habitación, con una caja de pastillas en la mano. En el pecho lleva a toda hora un carné que le permite ingresar.

Rolando se lamenta. “Ya no podré manejar y el deporte, prácticamente, se me terminó. Yo toda la vida he sido deportista, desde muchacho, con amigos que perdieron la vida jugábamos fútbol siempre. Son del barrio, éramos como hermanos. Con Peter (Pedro) Bayas y Edwin Chalco andábamos en todo lado e íbamos a las canchas de vóley. Lamentablemente, me enteré de la noticia, una lista larga de muertos, todos eran mis amigos”, recuerda y empieza a llorar.

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QUITO.- Rolando Maila Álvarez, 44 años, sobrevivió al aluvión de La Comuna y le amputaron una pierna, en el hospital Eugenio Espejo. Foto: Alfredo Cárdenas

Ahora agradece a Dios y dice que aprovechará la nueva oportunidad de vida junto con sus hijas y padres. Rolando está separado de su segundo matrimonio hace cinco años. Su primera hija, Daniela, de 24 años, le dio dos nietos.

Lo único que Rolando quiere es que le ayuden con la rehabilitación y una prótesis que le permita regresar a sus actividades normales. “Lo demás depende de mí, yo como siempre he dicho: Dios, a mí solo dame la salud y la vida, que el dinero lo hago yo”.

El muñón en la rodilla de la pierna derecha le duele todavía. “Cuando me vienen a limpiar para bañarme, me tengo que hacer a un lado y siento que el pie todavía está ahí, me duele como si estuviera amortiguado, pero no es así. El psicólogo me dijo que esto de a poco va a pasar, que la mente va a empezar a asimilar”.

Rolando está agradecido con los médicos que le están atendiendo, sus familiares y personas que le ayudaron cuando ocurrió el aluvión. Dice que armarse de valor y pensar en sus hijas fue lo que lo mantuvo con la mente positiva para no darse por vencido y sobrevivir.

“Me gustaría volver al vóley, pero ya no como antes, ir a un partidito y llegar temprano a la casa, tomar un café con mi familia. Antes iba todos los días, es un vicio, hasta con mi familia pasaba allá”. (I)