El último hielero del Chimborazo está vivo. Basta con ir de visita al cantón chimboracense de Guano, su tierra natal, para descubrirlo.
Baltazar Ushca, quien falleció en noviembre del 2024, vive en un rincón del museo municipal. Es una escultura de bronce realizada por los estudiantes de la Universidad Nacional de Chimborazo (Unach), en el 2017.
Junto a aquella se exhiben fotos y reportajes de medios nacionales e internacionales sobre su trabajo, que consistía en subir a lo alto del nevado del Chimborazo para bajar bloques de hielo que luego vendía en los mercados y a las familias campesinas que no tenían electricidad para conservar sus alimentos. Al inicio había más hombres dedicados a esa actividad, pero poco a poco fueron dejándola.
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La escultura y las imágenes comparten espacio con la famosa momia de fray Lázaro, que fue hallada en el ventanal falso de la nave principal del monasterio de La Asunción, en el que oficiaba misa entre 1565 y 1572, y que quedó en escombros luego del terremoto que sacudió a la zona en 1949. También con restos arqueológicos de los aborígenes del sector.
En estos días, el museo está en remodelación. Entonces tanto la escultura como la momia y las piezas antiguas han sido trasladas a un local contiguo más pequeño para no dejar de recibir la visita de los turistas los fines de semana y feriados. Otras piezas están embodegadas hasta que la obra concluya.
Y don Baltazar vive, además, en el dulce sabor de los helados de paila de mora hechos con el hielo del Chimborazo que vende su hija, María del Carmen, de 49 años, junto con su esposo, Juan Ushca, de 50, justo afuera del museo (ahora del local donde funciona provisionalmente). Ahí tienen un carrito en el que ofrecen los conos a 50 centavos de dólar y botellas de agua con la marca “Hieleros del Chimborazo, la tradición continúa”, por un dólar.
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El yerno del difunto don Baltazar mantiene la tradición de bajar bloques de hielo del nevado. Dice que sube hasta los 4.500 metros sobre el nivel del mar (el nevado tiene más de 6.200) para ‘minarlo’. Lo hace dos veces a la semana, usualmente jueves y viernes. Suele bajar con cuatro bloques que pesan 60 libras cada uno, los envuelve en la paja del páramo. Va solo porque a sus hijos varones, de 22 y 21 años, no les gusta. Tiene, además, una hija de 28.
La venta de helados y de las botellas las realizan los fines de semana y feriados, principalmente. Por día pueden vender alrededor de $ 20 diarios.
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En cuanto a las botellas de agua, que se envasan en Riobamba, logran vender entre cinco y diez botellas al día. Carmen cuenta que debieron cambiarle la marca y la etiqueta para evitar problemas con sus tres hermanos.
El resto de semana, Juan, Carmen y sus hijos se dedican a la agricultura y a la crianza de animales, en la comuna Cuatro Esquinas, ubicada cerca de la cabecera cantonal.
Todos hablan con cariño del ‘taita’ Baltazar. Lo extrañan. Entonces, dicen, su manera de honrarlo es mantener vigente la tradición del “agüita del Chimborazo”. (I)
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