Al cruzar el umbral de la puerta, inevitablemente los ojos se posan en un retazo de piel alargado con pequeños mechones de cabello que se cuela desde el tumbado hasta arrastrarse por el piso sobre restos de ceniza. Luego, se visualiza toda la sala adornada con obras de arte de diferente forma y significado. Es la exposición El tejido de nuestras identidades, de tres mujeres artistas y docentes de la Universidad Técnica Particular de Loja: Verónica Noriega Armijos, Gabriela Punín Burneo y Alicia Arciniegas.
El tejido social de nuestras identidades nos conduce al pasado colonial, a través de un viaje que va revelando sucesos complejos que demuestran que, de alguna forma, somos el resultado de la opresión y el abuso del poder político y económico. Sin embargo, las tres artistas con sus obras nos enseñan también cómo hemos logrado sobreponernos a esa opresión abusiva y sistemática:
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- Verónica Noriega Armijos habla de lugares y gente real, recurre al material cartográfico para rescatar y destacar historias de personas que no figuran en los textos oficiales de la historia. Destaca a los trabajadores, esclavos, la transformación de los terrenos agrícolas en asentamientos urbanos y las injusticias ocurridas en la hacienda Casanga, en Loja.
- Gabriela Punín Burneo utiliza material orgánico vivo, mezcla ciencia, arte y tecnología para representar, en su obra personal, a las personas que se han ido y lo que le han dejado.
- Alicia Arciniegas integra los planos de la ciencia y la religión, usa el mosaico e interpreta la simbología de los petroglifos encontrados en las rocas, en la provincia de Loja.
Una leve brisa amaina el efecto del sol en Quito cuando se ingresa a la robusta y moderna construcción del Centro Cultural de la PUCE –inaugurada en 1997–, se siente como un refugio. Sus 14.000 metros cuadrados distribuidos en espacios administrativos, salas, galerías y auditorios proporcionan un ambiente fresco y tranquilo. Al fondo de la sala, visiblemente emocionada, Verónica explica sobre su obra a Lorena Oquendo y Anaí Paredes, dos mujeres que –antes del mediodía– visitan la exposición.
“Utilizo referentes cartográficos para hablar de pequeñas historias de las personas que no están en los textos oficiales, mi intención es darles voz a quienes no la tienen, a quienes han sido ignorados, pero que han sido fundamentales para los que figuran en los libros de historia”, dice Verónica.
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La artista ha investigado durante diez años, empezó indagando sobre los trabajadores precaristas de las haciendas de Loja, sin embargo, sus hallazgos le han demostrado que sus descubrimientos son comunes en todo el país, incluso en Latinoamérica.
Su trabajo se afianza en la investigación documental de archivos históricos desde la época colonial, republicana, cuando intervino la Reforma Agraria, inclusive, hoy investiga cómo los linderos agrícolas luego se han convertido en calles del barrio y de la ciudad, cómo esos espacios que ocuparon las haciendas se han transformado en asentamientos urbanos, en poblaciones. “Algo que destaco en mi obra es que hablo de lugares reales y de gente real”, asegura.
¿Qué es lo más relevante que encontró en sus diez años de investigación?
Sobre todo, esas pequeñas historias de los trabajadores, de los esclavos, del cambio de esos terrenos agrícolas a terrenos urbanos, de las edificaciones que eran muy simbólicas y que fueron derruidas, de la posición de la mujer en diferentes momentos históricos de la vida. Por ejemplo, en esta obra Encadenadas tenemos la vida de tres sectores de mujeres muy distintas, cuenta señalando tres cuadros unidos entre sí con cuatro argollas metálicas, que representan a la dueña de la hacienda, a las esclavas de la hacienda y a la trabajadora precarista. Todas pertenecen a épocas muy diferentes y, sin embargo, están encadenadas a este mismo lugar que era una antigua hacienda que se llamaba Casanga.
¿Qué nos cuenta cada cuadro de la obra Encadenada?
El primero representa a la mujer hacendada. Destaco, por un lado, el valor del material, y por otro, todo el valor simbólico de lo que está escrito. Trabajé en seda bordada en hilo dorado para mostrar la historia, la información la extraje de un documento de 1638 y habla de cuando enviuda la dueña de la hacienda y hacen el inventario y le entregan los bienes, ella le ruega a su hermano que firme por ella, porque a pesar de que era una mujer muy pudiente no podía leer ni escribir ni firmar.
El segundo cuadro habla sobre la venta de cuatro mujeres esclavas en plena República del Ecuador en 1840, en la que constan sus nombres, edades y precios: María Apolinaria Rosario, de 5 años, en 50 pesos. Lucrecia, viejísima, en 25 pesos. Juana Rodríguez, samba, en 180 pesos. María Rodríguez, negra, en 300 pesos. Entonces, vemos que la mujer no importaba, que su valor se determinaba como si fuera ganado.
El tercero se refiere a una mujer precarista. En los listados de la Reforma Agraria aparecía siempre un hombre como cabeza de familia, pero de pronto, empecé a encontrar mujeres precaristas solteras. Entrevisté a algunos que todavía estaban vivos. Me comentaron que cuando una mujer de familia de un precarista resultaba embarazada sin estar casada, el dueño de la hacienda imponía una medida moralizante: la obligaba a que saliera de la casa paternal y que trabajara para la hacienda directamente como un trabajador más y así se convertía en mujer precarista.
Gabriela Punín Burneo llega caminando de prisa, parece que el tiempo apremia –su avión la espera para volar a Loja, y el aeropuerto de Tababela está a 40 kilómetros de Quito–. Antes tiene que atender una entrevista en una radio, pero conserva la calma y su glamur sigue intacto.
En mi obra hago una alusión a las distintas generaciones que han pasado por mi historia, las personas que se fueron y lo que nos han dejado. Es una obra personal, reflexiona.
Motivado por la curiosidad de su obra, pregunto: ¿Qué materiales usa?
El material principal de la obra es piel a partir de una simbiosis de microorganismos.
¿Cómo logra crear la piel?
La simbiosis de microorganismos se consigue así: siembro un inóculo, lo alimento, le mido todos los días el pH hasta que se forma un consorcio microbiano que se mutan entre ellos. Ahí hay hongos, bacterias, microbios, levaduras. Una vez que se mutan, crece un tejido celular que es un biopolímero que lo represento como una piel.
Para que quede claro, la piel que usa en sus obras no es humana, ¿verdad?
Es piel, pero no es humana.
¿Por qué exhibir un seno?
El seno es como un refugio materno, pero también está transgredido por el dolor que la mujer de nuestros antepasados ha llevado con el matriarcado, con todo el dolor que, a veces, lo pasan de generación en generación.
Hay una camiseta elaborada con retazos de piel, ¿qué significa?
Significa la piel en mis distintas generaciones y es la misma piel, la misma simbiosis, pero con distinto pH y la he querido representar así: una más dura para demostrar esa dureza que tenían nuestros antepasados y cómo puede ir evolucionando o transmitiendo el dolor.
La obra Huella es de otro material, es un plástico biodegradable a partir de maduro y representa esta huella de nuestros antepasados, que también se da en las haciendas.
¿Qué la motivó a incursionar en el Bioarte?
Llevo diez años investigando sobre materiales que sean sostenibles y ayuden al ambiente, que sean biodegradables para darle una actividad artística como un soporte, pero también que puedan tener otra utilidad para la sociedad. Por ejemplo: este material tiene una patente que fue transferida a una textilera para la confección de carteras y zapatos.
Gabriela tiene varias patentes: en noviembre ganó un premio mundial al mejor invento innovador a partir de un plástico biodegradable y de desechos orgánicos, en Taiwán.
En abril del año pasado participó en el Fondo Cedia y ganó el premio nacional al mejor invento innovador.
Por segunda vez postuló al Fondo Cedia y ganó el Fondo Divulga y con este premio participó en la Feria de innovación de inventos más grande de Asia. Fue seleccionada entre 520 expositores de todo el mundo y ganó la medalla de oro al mejor invento.
Este invento consiste en un plástico a partir de la cáscara biodegradable de yuca y plátano que se lo fabrica con bajas temperaturas, actualmente fue transferido a la empresa South American Exportation y con esto hacen fundas para envolver frutas. Este premio ganó con María José Valarezo y la UTPL.
Alicia Arciniegas camina relajada por toda la sala hasta detenerse frente a una de sus obras, que está suspendida con hilo transparente, es liviana por lo que gira con la mínima corriente de aire. En una de esas vueltas, el rostro de Alicia aparece justo en el círculo central que mide unos 35 centímetros y resultó una hermosa fotografía.
¿Cómo define su obra?
Mi obra se remonta al pasado, al origen de la humanidad, donde exploro el concepto de interdependencia sistémica y el concepto de unidad, donde todos formamos parte de una familia y estamos interconectados.
¿Cómo logra representar el concepto de unidad?
Integro el pasado remoto de los pueblos andinos, especialmente su cosmovisión, donde ellos tienen una experiencia más viva con la naturaleza, porque ellos no se paran. Lo que viene a ser este campo de energía que rodea todo, todo tiene vida y ellos participan de esa vida de manera colectiva, no existe el concepto de individualidad como nosotros en Occidente, que tenemos la idea de que la exploración de la naturaleza es para la ciencia y la espiritualidad es para la religión; en cambio aquí, en mi exposición, hay una integración de los planos.
¿Qué se logra al integrar los planos de la ciencia y la religión?
Al integrar estos planos de la realidad, hago una fusión de esta experiencia viva que tenemos con el entorno natural, entonces, en las obras trato de revelar esa emoción que me provoca al mirar la naturaleza.
¿Qué materiales usa?
Utilizo materiales como el mosaico en algunas piezas, donde interpreto la simbología que está presente en las rocas, en los petroglifos de la provincia de Loja. La espiral, por ejemplo, es una constante en la naturaleza y para mí sugiere mucho el concepto, especialmente, porque son dos espirales que están conectadas en un centro, no están separadas. Si la viéramos desde otra perspectiva veríamos que es un toroide como el que ahora se está explorando en la ciencia, que envuelve todo el planeta con una sola energía.
Entonces, ese registro que dejaron nuestros antepasados en la provincia de Loja hace más de 3.500 años lo retomo para esta interpretación que tengo de conexión con la naturaleza y con todo, concluye Alicia.
Ya es mediodía y al salir de la exposición que estará hasta el 23 de septiembre, nuevamente se mira ese retazo alargado de piel con pequeños mechones de cabello –a pesar de la aclaración de que no es humana– no es fácil asimilar (i).