Este domingo, 2 de noviembre, en el Cementerio General de Manta hay una gran cantidad de gente. Todos caminan con sus flores en las manos, con velas en medio de los pasillos angostos y largos que este Día de los Difuntos lucían llenos.
Muchos pasaban por la tumba de una niña de la cual hasta ahora se desconoce su identidad y se persignan, agachando la cabeza en señal de respeto.
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Para Jhonny Santisteban, el caso de la niña fallecida en el barrio La Dolorosa es un gran misterio que ha ocurrido en la ciudad manabita. Nadie sabe quién mismo es ni de dónde salió, pero cada año en octubre, cuando se recuerda la caída del avión, o en el Día de los Difuntos, la gente suele acordarse de ella y le colocan velas en la tumba para honrarla y como un homenaje.
El 22 de octubre de 1996, un avión de carga intentó despegar desde el aeropuerto Eloy Alfaro de Manta. Su destino era Estados Unidos. Minutos después del despegue, la aeronave perdió potencia y cayó sobre una zona poblada del barrio La Dolorosa.
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El siniestro dejó más de 50 inmuebles afectados y 32 personas fallecidas, entre ellas una niña, de aproximadamente 11 años, de la que hasta hoy se desconoce su identidad.
Sus restos se colocaron en un espacio de este camposanto. Ahí no hay nombre de su identidad, solo la fecha del siniestro y la leyenda “Parroquia La Dolorosa a la niña del accidente del avión”.
Jhony cuenta que él vivía en Santa Martha y escuchó el estruendo de la caída del avión. Desde entonces ha oído la historia de la niña y cada año ve su tumba en el cementerio de Manta cuando acude a limpiar la bóveda de su sobrina, quien murió en 1987.
“Ella (la sobrina) era apenas un angelito. Murió a pocos días de nacida. Yo, desde entonces, la visito cada año, limpio su tumba, que está al frente de la de la niña de La Dolorosa”, explicó.
Jhony cuenta que en todos estos años que lleva visitando el lugar nunca ha visto a nadie llegar con flores a la tumba de la niña por ahora desconocida. Todos se acercan a las bóvedas con sus flores, velan a sus muertos, pero nadie vela a la niña de La Dolorosa.
“Es una pena de verdad, porque aquí todos los muertos tienen a alguien que los llore, pero esa niña no. Por eso a veces le ponemos velitas para que no se sienta tan sola”, expresa.
Unas tumbas más adelante, la gente vela a sus muertos. Suena la canción Amor eterno en la voz de Rocío Dúrcal. Julio Jaramillo canta Reminiscencias y la voz sale desde un parlante y alcanza a gran parte del cementerio.
Paulina Reyes, de 63 años, llega a limpiar la tumba de su cuñado. Dice que todos los años lo hace. Lleva una brocha y un recipiente con agua y la limpia para que el “muertito se sienta acompañado” y sepa que su familia no lo olvida.
“Lo que sí da pena es la niña, ella no tiene a nadie que la visite. Imagínese que había un dinero que tenían que darle a la familia, si es que aparecía, pero nunca nadie apareció, nadie reclamó a la niña”, señala.
A lado de la tumba de la niña de La Dolorosa, Kevin Zambrano velaba la bóveda de su padre.
Relata que lleva más de 20 años llegando al cementerio a dejarle flores, a limpiar el lugar. En todo este tiempo no ha visto a nadie llevarle flores a la niña. “Entiendo que nadie se presentó como familiar y que hasta ahora no se sabe su nombre. Yo veo a la gente que siempre viene a visitar a sus familiares, pero por ella nadie llega”, señala.
Kevin dice que la familia es importante. Él también perdió a su madre cuando apenas tenía 2 años.
“Yo estaba muy pequeño, casi no recuerdo algunas cosas”, expresa mientras enciende otra vela.
A los lados, la gente sigue pasando al frente de la tumba de la niña de La Dolorosa. Las personas se siguen persignando. Más tarde, alguien le pondrá una vela.
Más detalles del accidente aéreo
Esa noche del 22 de octubre, un avión norteamericano de la compañía Million Air, con cerca de 85.000 litros de combustible, se estrelló en el barrio, situado en el centro mantense.
La aeronave circuló desde la calle 7.ª hasta la 11.ª.
Desencadenó un incendio que afectó tres manzanas, consumió la iglesia La Dolorosa e incluso al sacerdote José Gabriel León.
En ese entonces, el Municipio, en representación de la ciudad, recibió más de $ 4 millones de indemnización de parte de la compañía aseguradora de la aerolínea.
También hubo compensaciones para la arquidiócesis, el Cuerpo de Bomberos y otros organismos. (I)