La casa donde vive Gary Delgado tiene una sala pequeña: tres muebles, una mesa, varias sillas. Allí, en uno de esos muebles descansa Carlos, su padre. Está acostado con la pierna levantada, pocas ganas de ponerse de pie; la pierna derecha está hinchada, la piel pálida; se ve agotado.

Carlos tiene 67 años, mide casi 1 metro 70. En agosto le detectaron cáncer en el hígado. Tiene un tumor que en ese órgano está creciendo en una zona que es inoperable, al menos no en el tamaño que está ahora.

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Carlos Delgado es fuerte, hombre de batallas. Fue albañil en sus tiempos de juventud; padre a tiempo completo. En marzo del 2016, mientras trabajaba, se cayó de un andamio y tuvieron que operarlo de la cadera. Un mes después llegó el terremoto y cuando intentaban sacarlo de la casa, la operación se echó a perder: los puntos se abrieron, la placa en la cadera se movió. Tuvo que regresar al hospital.

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Se recuperó y años después llegó el COVID que casi lo mata, pero es casi, porque Carlos es fuerte y ahora libra su mayor lucha, la más grande de todas… No solo porque él tiene cáncer, sino que su esposa también tiene la enfermedad. Norma Cevallos tiene cáncer a la sangre. Ambos están batallando.

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Gary dice que la noticia fue fuerte. Todo empezó en agosto. Llevaron a su madre para unos chequeos debido a una bolita que tenía en la ceja, un linfoma, le dijeron los médicos. La retiraron y le hicieron una biopsia. Cuando llegaron los resultados, se dieron cuenta de que era un tipo de cáncer en la sangre lo que había causado el problema.

En Solca Portoviejo le están haciendo seguimiento; todo parecía salir bien. Sin embargo, en el camino, mientras toda la familia estaba preocupada por Norma, Carlos empezó a toser con frecuencia. Al principio pensaban que era una gripe, pero al realizarle exámenes descubrieron que tenía un tumor en el hígado. Y todo sucedió en un solo mes, en agosto.

Gary, abrumado, ha empezado una campaña en redes sociales para reunir dinero y pagar el tratamiento de sus padres. La familia vive en Manta. Es que el cáncer de Carlos debe ser atendido con unas ampollas que cada una cuesta casi $ 4.000. Se llama Atezolizumab y ayuda al sistema inmunitario de la persona a luchar contra las células cancerosas. Carlos necesita 18 vacunas, es decir unos $ 72.0000.

Lo malo, cuenta Gary, es que en el Seguro Social en Manta le dijeron que esa medicina no la tienen y que deben conseguirla por su cuenta.

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“No tenemos esa cantidad de dinero, creo que nadie la tiene, la situación es difícil. Somos tres hermanos y todos estamos apoyando en esto, pero estamos atendiéndolos a los dos y no alcanza”, expresa.

Sin embargo, en abril de este año, un paciente con cáncer de hígado recibió un tratamiento con esta medicina. En la misma página web del IESS contaron la historia de una persona en Portoviejo, al que le aplicaron Atezolizumab y Avastin, un tratamiento completo que recibirá durante diez meses en el área de Oncología del hospital de Portoviejo.

Gary no sabía aquello, por eso no paró en su búsqueda de pedir ayuda.

“Mi papá ha pasado por muchas cosas. Un accidente cuando se cayó, la operación que se le dañó en el terremoto, también le dio un principio de aneurisma, luego el COVID y ahora el cáncer del hígado. Mi mamá también ha pasado por momentos difíciles y hemos salido adelante. Ahora pedimos ayuda porque es un tratamiento costoso y son los dos”, expresa Gary y sus hermanos lo observan.

Su padre en el mueble tose por momentos; su madre está al borde del llanto.

“Cómo le pides a una persona que tiene cáncer que debe estar fuerte para ayudar a otra que también tiene la enfermedad”, dice Gary y un silencio inunda la pequeña sala.

Norma, quien está a su lado, dice que debe someterse a quimioterapias, pero como su estado de salud no es bueno, aún no puede empezar. Ella se resigna; se hace fuerte para acompañar a su esposo. Son 46 años de matrimonio. Siempre han estado juntos, son una familia. Han sido un apoyo constante.

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“Yo ya andaba así, resignada a una enfermedad; no me sentía tan mal, solo débil. Hay días como que estoy mareada, pero saco fuerza, aunque la noticia de él me derrumbó, pero hay que coger valor y así ando. La doctora me dice que ya debo empezar las quimioterapias, pero yo le dije: ‘Por favor, no puedo esperar, mi esposo está con cáncer’.

Ella me dio plazo hasta el 11 para que esté más recuperada y fuerte. “ Pero, ¿cómo hago, cómo logro eso?”, añade la mujer y el llanto le resulta insostenible. Trata de articular palabras, se lleva las manos al rostro y seca sus lágrimas. Solo queda luchar. (I)