Tulcán

Las comunidades afrodescendientes del valle del Chota y de la cuenca del río Mira, en Carchi, mantienen aún la creencia de que las almas están sueltas y recorren sus territorios desde octubre hasta el 2 de noviembre, conducidas por un personaje denominado El Animero.

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La tradición señala que el rezador es reverente a las almas y guarda en la memoria las oraciones y los procedimientos para dirigir la procesión de las ánimas. Su papel en las comunidades es impedir que los espíritus sean borrados por el olvido.

Los rituales que se desarrollan en esta temporada se inician a las 22:30 abriendo las puertas del cementerio. Allí las invoca llamándolas por sus nombres; luego, pasadas las 23:00, sale a recorrer las calles en las penumbras, conduciendo a las almas hasta las casas de sus familiares.

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Animeros mantienen tradición de afroecuatorianos en Carchi

El animero porta durante los recorridos una campanilla y se apoya en una vara; en cada umbral hace una parada y reza esta oración: “Levanten, hermanas mías. A gozar de la libertad; todos vamos a gozar por este día y en este mes. Les damos la libertad. Andemos juntos de manos y, aunque no nos veamos, recordemos que estamos acompañados”.

Las familias detrás de la puerta contestan: “Rompe, rompe las cadenas. Alcanza la libertad. Cual terribles son mis penas. Piedad, cristianos, piedad”. En La Concepción (Carchi) recuerdan a don Perfilio Lara, quien falleció y fue conocido como El Animero Mayor.

Era identificado por su gran devoción a los difuntos y el apoyo que ofrecía a las comunidades en esta hereditaria procesión. Cuentan que fue una persona dedicada que ejerció de rezador toda la vida. Lamentablemente, en la comunidad nadie siguió sus pasos y, tras su muerte, esta procesión dejó de ofrecerse.

Animeros en Patate (Tungurahua) manteniendo la tradición. Foto: Archivo

En cambio, en la comunidad de Caldera (Carchi) reside Augusto Cribán, quien es quizás uno de los últimos animeros de todo el valle del Chota.

Sostiene que su trabajo es un voluntariado. Tiene un gran respeto por las almas; comenta que a ellas se encomienda en vida y que siente su apoyo cuando lo necesitan.

En esa pequeña comunidad, de clima cálido, su trabajo es respetado y valorado. Sin embargo, el antropólogo e investigador Ramiro Cabrera manifiesta que las nuevas generaciones no quieren aprender este oficio, previniendo que es posible que desaparezca esta costumbre.

“La procesión de las almas es un rasgo de identidad cultural que confiere fuerza a la gente de las comunidades afrodescendientes en el territorio ancestral. El animero rinde un homenaje a las ánimas con un acto generoso de entrega, en el que sus plegarias alegran a los vivos y alivian a los ancestros muertos”, agrega.

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Los moradores de Caldera coinciden en que sus cánticos por estas fechas hablan de regocijo, piedad y sobre el milagro del presente. “Su mensaje invita a apreciar la vida como un don maravilloso para buscar la felicidad”, manifiesta José Chalá, morador del sector. (I)