Cuenca

El 5 de abril del 2010 se perpetró en Cuenca el que hasta ahora ha sido el robo de mayor perjuicio en la historia de la provincia de Azuay, pues las pérdidas se estiman en $ 10 millones.

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Mientras la ciudad descansaba por el feriado de Semana Santa, un grupo de antisociales se llevó todas las joyas prendadas en el monte de piedad administrado en aquella época por el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).

Todos los que de una u otra manera vivieron este capítulo de la historia local sienten frustración, porque trece años después las autoridades correspondientes no dieron con un culpable y, aparentemente, se conformaron con liquidar económicamente a los perjudicados.

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Sobre ese suceso EL UNIVERSO publicó una nota con el siguiente título: “Audaz robo dejó millonaria pérdida al monte de piedad”. Y dos párrafos más abajo describía que “los delincuentes violentaron las bóvedas y se llevaron dinero, joyas y otras prendas que estaban en el interior, cuyo valor extraoficialmente sería de alrededor de $ 6 millones”.

Felipe Albornoz se desempeñaba en esa época como secretario provincial del IESS y recuerda muy bien lo sucedido, porque fue el primero en asumir la situación ante los perjudicados, puesto que el entonces director provincial estaba en Quito en alguna actividad oficial.

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Al llegar a su oficina notó que en los bajos del edificio ubicado en el centro de Cuenca, en las calles Hermano Miguel y Gran Colombia, ya había cerca de 300 ciudadanos preocupados por lo sucedido, y por lo menos en esas primeras horas dio la cara a la gente y a la prensa sin conocer mayor cosa.

Delincuentes asaltaron las instalaciones del monte de piedad del IESS, en Cuenca. Foto: Archivo.

Lo primero que hizo fue ingresar al auditorio institucional ubicado en el segundo piso, donde preguntó al jefe del monte de piedad qué pasó, y la respuesta fue asombrosa, según él: “Ingresaron por el edificio de al lado, hicieron un agujero por donde pasaba una persona, ingresaron por el baño del auditorio, lo perforaron, llegaron a las oficinas, forzaron la caja fuerte y se apropiaron de los lotes de joyas”.

Los antisociales hicieron tres perforaciones: una en la pared que conectaba el auditorio con un edificio vecino donde había oficinas particulares, otra a un baño que daba al monte de piedad y la última en la caja fuerte.

Todo a punta de herramientas básicas, como suelda, martillo y cincel. Al pasar una y otra vez por ahí se convenció de que todo fue muy bien estudiado, y hasta se atreve a decir que los guardias de seguridad pudieron estar comprometidos, porque ya conocían la infraestructura.

Pero eso no fue todo lo anormal, pues, aunque la alarma del edificio sonó, cuando llegaron los guardias de seguridad privados solo se fijaron en que las puertas que dan a la calle no estuvieran forzadas y, por eso, se retiraron tras colocar un adhesivo como constancia.

Cuando para él lo que debían hacer era llamar a los directivos del IESS para comentarles esta novedad. Esto arrojó como conclusión que los delincuentes estuvieron dentro del edificio durante ese largo fin de semana que se inició con un Viernes Santo.

Tampoco quedó evidencia de alguna filmación, porque las cámaras de seguridad, que eran muy básicas en cuanto a su resolución, fueron bloqueadas. Y para rematar, el único guardia de seguridad en todo el edificio de siete pisos era un adulto mayor.

Y así, todo el lote fue sacado en “quintales”, generando un perjuicio que finalmente se estimó en $ 10 millones.

Este robo frustró el plan de vida de Bertha Muñoz, una prendaria que perdió $ 120.000 no solo porque se quedó sin oro, sino porque el seguro internacional, según dice, le canceló apenas la sexta parte del valor declarado en la papeleta.

Con el dinero que pedía en el monte de piedad pensaba ayudar a su hija para implementar un laboratorio químico, pero ese sueño se frustró y, como no tenía plata, vendió su casa y hasta migró por un tiempo al extranjero.

Asimismo, su nieto dejó de estudiar para trabajar y apoyar con los gastos de la casa. Hasta hoy no saben quién cometió el robo, y eso les afecta mucho, porque sienten que todo quedó impune.

Otro caso es el de Manuel Vallejo, quien tenía como costumbre tener el oro ahí por dos razones: primero porque creía que era seguro y luego porque el interés del préstamo era mucho mejor en relación con los bancos, y como su precio internacional estaba en alza, la prenda se pagaba sola.

Pero de un día al otro se quedó sin sus 2.380 gramos de oro de 18 quilates, que en esos días superaba los $ 100.000.

Cuenta que los tres años siguientes fueron desesperantes, porque tuvo que sobreendeudarse para solventar algunos gastos necesarios, pero su ventaja era que tenía un trabajo como funcionario público que lo mantenía a flote, porque al final recibió $ 40.000 del IESS, dinero que lo invirtió para sacar adelante a su familia.

Por la conmoción que este robo generó, la atención mediática fue inmediata. Uno de los que siguieron de cerca el caso fue Wilmer Prado, que en ese año laboraba para un canal de televisión local. En esos días, lo principal que recogió fueron los testimonios de los afectados, que tenían historias comunes.

Pero más allá del drama, recuerda claramente que las autoridades del IESS, Fiscalía y Policía Nacional eran muy ligeras en sus declaraciones. “No nos decían absolutamente (nada), simplemente que no podían dar información porque estaba en investigación, y así se pasaron varias semanas (…). Y ahí crecía la duda de que quien lo hizo estaba ahí dentro (en el IESS)”, refiere él.

El caso fue investigado por la Fiscalía, y el primero en tomarlo fue Iván Saquicela (actual presidente de la Corte Nacional de Justicia).

Desde la Fiscalía del Azuay se informó que está archivado, pero su titular, Leonardo Amoroso, no quiso dar una entrevista aludiendo que le falta un informe.

Este Diario pidió información desde el pasado 19 de junio, pero hasta el jueves 30 de ese mes no hubo una respuesta favorable, aduciendo que el caso no lo ubican en el archivo físico de la institución.

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Hubo muchas teorías al respecto que nunca se pudieron comprobar, siendo la principal que se trató de un autorrobo. Albornoz también menciona que en alguna ocasión escuchó decir que el oro se fundió o que la Policía fue pasiva porque tenía intereses.

Tras todo esto, los consultados para esta nota coinciden en una conclusión parecida.

Wilmer Prado, periodista, considera: “El Gobierno no te va a solucionar absolutamente nada”.

Manuel Vallejo, afectado, menciona: “En nuestro país es un caso más de los tantos que han quedado en el olvido (…). Las autoridades no han insistido en que el tema se aclare”.

Felipe Albornoz, secretario provincial del IESS en 2010, expresa que “se produjo el robo más grande del Ecuador y el caso se cerró y no hubo culpables, responsables”.

Pero a raíz de esto las condiciones cambiaron radicalmente y las seguridades se reforzaron en todo sentido. (I)