Los alimentos balanceados son el “motor nutricional” de la producción pecuaria, acuícola y del bienestar de mascotas. En el país, la oferta está delimitada con precisión por la CIIU 4.0, clase C1080, que distingue entre la fabricación para animales de granja y la de compañía. Entender esta clasificación no es un tecnicismo burocrático, sino la clave para leer con claridad la oferta del mercado y diferenciar productos según su propósito real.

Según la Asociación de Productores de Alimentos Balanceados (Aprobal) reportó que en 2024 la producción nacional creció un 4,4 %. El dato sorprendente vino del sector porcino: un salto del 34 %, al pasar de 1,25 millones de toneladas métricas en 2023 a 1,68 millones en 2024. Lo cierto es que este sector ya representa cerca del 3,7 % del PIB ecuatoriano.

Pero, ¿qué ofrece hoy el mercado? Una gama tan amplia como exigente: desde alimentos completos —piensos listos para ser la única ración— hasta concentrados proteicos, premezclas vitamínico–minerales y fórmulas específicas para mascotas según su etapa de vida. Todos ellos, bajo el escrutinio de Agrocalidad, deben portar un registro sanitario y un etiquetado transparente. Incluso el alimento fraccionado “a granel” está regulado, recordándonos que inocuidad y trazabilidad no son opcionales.

Granjas y Mascotas

Para perros, la proteína no puede ser inferior al 18 % en adultos, ni al 22,5 % en crecimiento o reproducción. Para gatos, el listón es más alto: 26 % y 30 % respectivamente. Y en el mundo de granjas y estanques, los detalles marcan la diferencia: pellets estables en el agua para camarones, granulometría uniforme para pollos, perfiles de aminoácidos digestibles para cerdos. Cada especie, cada etapa, demanda su fórmula.

La selección del balanceado idóneo está respaldada por la ciencia y las normativas. FAO recomienda verificar sistemas de calidad, control de micotoxinas y trazabilidad en proveedores. Las normas técnicas locales para aves o los parámetros internacionales para acuicultura, son brújulas que orientan al productor y al consumidor informado.

Y en casa, al lado de la mascota, la decisión también pesa. La etiqueta debe revelar ingredientes en orden decreciente, aditivos permitidos y la garantía de ser “completo y balanceado”. Cuando hay condiciones especiales —alergias, control renal o de peso— la recomendación es clara: optar por dietas con respaldo veterinario y registros oficiales.

Al final, los alimentos balanceados son más que un saco en la bodega o una funda en el estante del supermercado. Son la pieza invisible que conecta productividad, rentabilidad y sostenibilidad. Su elección acertada puede marcar la diferencia entre pérdidas y eficiencia, entre un animal sano y otro vulnerable.

Señales que delatan un balanceado de calidad

Un ojo entrenado sabe que la etiqueta habla más de lo que parece. El registro sanitario, la especie y etapa a la que va dirigido, la composición garantizada y hasta la fecha de elaboración son pistas de un alimento idóneo. Si se compra a volumen, exigir resultados de laboratorio para humedad o micotoxinas es una práctica que separa al profesional del improvisado.

Según los especialistas, la trazabilidad se reconoce en un detalle simple: sacos íntegros o fraccionamiento bajo condiciones reguladas, siempre en recipientes cerrados, rotulados y protegidos de la luz. Y, por último, recuerde la coherencia con la CIIU: no es lo mismo alimentar a una granja que a una mascota, y los cruces pueden salir caros.

Cinco pasos para elegir sin perderse

  • Definir el objetivo: ¿busca engorde rápido, mantenimiento o salud específica? El tipo de balanceado empieza con esa respuesta.
  • Compare más allá del precio: lea etiquetas y garantías nutricionales; el kilo más barato no siempre nutre mejor.
  • Cuida el almacenamiento: lugar seco, ventilado y con rotación de inventarios; la humedad es el enemigo silencioso.
  • Monitoree y ajuste: mida el rendimiento y, si es necesario, corrija con asesoría técnica.