Los racimos verdes enfundados cuelgan de las plantas de tres metros de altura. Cientos, miles de plantas cargadas de banano embellecen los costados de la carretera Babahoyo-La Unión, una vía por la que se llega, en unos 35 minutos, a La Clementina, la hacienda bananera más grande del país; tan grande que, asentada en un terreno de 12.000 hectáreas, su superficie podría albergar, por ejemplo, las ciudades de Durán y Manta, juntas.

Ahí, el paisaje de las plantaciones contrasta con el de las fincas vecinas. Hojas amarillentas sobresalen en lugar de los racimos, mientras que las plantas madre agonizan en un intento por dar vida a nuevos retoños, una técnica agrícola conocida como “vampireo” y que se aplica para desechar el sembrío que se ha perdido, desechar las bellotas o especie de bolsas uterinas de las que ya no nacerán racimos aptos para la exportación. En el “vampireo” se ha clavado una estaca en el tallo madre, al que se sacrifica para que los nutrientes de la tierra alimenten al naciente hijo.

“Usted no va a ver ni un racimo. Las bellotas, como no han sido fumigadas, no van a llegar a producir para exportar; entonces, hay que bajarlas para trabajar con el hijo joven”, afirma Guillermo López, el dirigente de Frucomcle, la nueva organización que agrupa a unos 1.750 trabajadores de La Clementina y que se posesionó en septiembre del 2021, luego de más de un mes de paralización en la que se destituyó a la dirigencia anterior y a la entonces empresa administradora que los mismos jornaleros habían contratado en 2014 para que manejara las cuentas de la hacienda.

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Por más de tres décadas en poder del Grupo Económico Noboa, sociedad del excandidato presidencial Álvaro Noboa, La Clementina —entonces Agrícola Bananera Clementina S. A.— fue embargada en el 2013 por el Servicio de Rentas Internas (SRI), que reclamaba a la Exportadora Bananera Noboa S. A. el pago de $ 99,2 millones por concepto de impuestos.

La finca pasó a remate y en la subasta los jornaleros presentaron su oferta a nombre de Cooperativa de Producción y Comercialización Clementina (Cooproclem). Los respaldaba la Corporación Financiera Nacional (CFN), que les concedió un crédito de $ 78,9 millones. Así se pagó al SRI y la hacienda pasó a manos de los trabajadores, que se convirtieron desde diciembre del 2013 en los nuevos deudores, pero de la CFN.

La Clementina figuraba en el primer lugar de la lista de deudores de la CFN, con $ 74,3 millones, hasta que, en diciembre pasado, tras dos alícuotas trimestrales vencidas, por $ 2,5 millones, la entidad tomó posesión del bien como garantía del crédito.

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José Alfredo Bravo, de 62 años, ha vivido la historia de La Clementina desde hace 43 años, cuando tenía 19 y empezó a trabajar en las cosechas. “Hace 20 años estábamos mejor; bueno, ni bien ni mal, pero por lo menos el trabajo era seguro”, cuenta este jubilado y aún trabajador, recostado en su hamaca el mediodía del viernes 27 de mayo.

Junto con su esposa, Mariana, en Palizada 1, un sector de 220 hectáreas, Bravo descansa en una rústica vivienda de madera y suelo de tierra mientras a pocos metros revolotea media docena de gallinas que engorda para su alimentación o venta.

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Mariana vive con su esposo, José Alfredo Bravo, en la hacienda La Clementina desde hace 43 años. Foto: José Beltrán Foto: José Beltrán

Desde esa hamaca, José Alfredo ha visto cómo en el último año la bananera en la que ha dejado dos tercios de su vida ha sido “dada de baja”, según sus palabras. “No valía para cosecha, hubo paralización, ya no se regó, vino el invierno y, en cambio, hubo mucha agua”, cuenta este jubilado, uno de los 800 trabajadores que con sus familias viven en La Clementina.

Con el exceso de agua llegaron las plagas y, ante la falta de recursos para fumigación, arremetió la sigatoka negra, una infección producida por un hongo que ataca las hojas del banano y que prolifera en plantaciones con exceso de lluvias, especialmente donde no se aplican los ciclos de fumigación para matar la plaga.

“No ha habido una constante fumigación; por ende, la plantación se ha ido haciendo improductiva”, dice Luis Núñez, supervisor de la hacienda, mientras que William Santos, técnico fitosanitario, explica que la sigatoka existe en todas las plantaciones de banano y durante todo el año, pero son los niveles de infección los que dan la señal de alerta.

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La Clementina es una de las fincas más problemáticas en el manejo de la sigatoka, por su situación cercana a la cordillera (constante llovizna); y en épocas de invierno aquí tenemos precipitaciones que sobrepasan los 3.000 milímetros (3 metros), lo que significa un nivel de infección más alto.

William Santos, técnico fitosanitario

Ante esto, Santos asegura que la finca necesita de 35 y hasta 40 ciclos de fumigaciones al año. En lo que va del 2022, la zona bananera de Quevedo ya lleva 20 ciclos.

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En La Clementina, en cambio, desde agosto hasta diciembre de 2021 no se fumigó. Este año apenas se han hecho nueve ciclos, dice Santos, el nuevo jefe del equipo fitosanitario, tras la renuncia del anterior, precisa el dirigente López, “porque no había cómo pagarle”.

Los informes fitosanitarios alertaban hace un mes y medio de la crítica situación de la plantación. “Es tan sensible el tratamiento de la enfermedad de la sigatoka negra que para avanzar de un estadio 2 al 3 se requiere tan solo de 48 horas. Es muy crítico estar en un estadio 3 de la enfermedad”, señala el reporte técnico en el que se recomendó realizar el ciclo 9 de fumigación el pasado 12 de marzo. “Interrumpir el programa de fumigaciones a frecuencias mayores de cada 8-10 días es muy grave, corriéndose el riesgo de perder el control logrado hasta la fumigación 8 sobre el desarrollo del hongo”. En los reportes financieros de abril no constan recursos para la compra del fungicida para matar el hongo de la sigatoka, solo $ 48.600 para herbicidas para eliminar la maleza.

Ernesto de Mera, bodeguero del sector San Clemente, con unas 286 hectáreas, entró a la hacienda hace 40 años, cuando tenía 12: trabajaba y estudiaba. “Empecé abriendo fundas y desflorando la fruta, luego pasé a bodega, ahora manejo una bodega directa”, cuenta mientras mira con nostalgia, a pocos pasos, una piscina en la que hace un año se limpiaba la fruta lista para exportación.

“Cómo no voy a extrañar nuestro trabajo de toda la vida, si gracias a este trabajo tengo mi hogar propio, he dado estudios a mis hijos, formé mi familia”, comenta De Mera, preocupado porque no falte ningún material en su bodega, donde enfiladas se observan bombas manuales de fumigación. “Estas bombas se usaron hoy en la parte alta, donde está la sigatoka; herbicida también se está utilizando”, contó el jefe de bodega.

En el sector de Palizada 1, de la hacienda La Clementina, César Guastay y Clara Guamán. se dedican a desgranar maíz. Foto: José Beltrán Foto: El Universo

A la falta de fumigación también se suma la de aplicación de fertilizantes. Los informes técnicos señalan que “no haber aplicado fertilizantes desde febrero del 2021 afectará los niveles de productividad”. El supervisor agrícola Luis Núñez confirma que desde hace “casi un año no se ha fertilizado. Es importante fertilizar; la plata necesita nutrirse”.

Un plan para rehabilitar la hacienda, señalan documentos, requiere de un costo semanal de $ 39.000 para fertilizantes, $ 33.934 para fumigación y $ 16.200 para herbicidas. Así, La Clementina podría iniciar la producción en septiembre; de lo contrario —advierte el informe—, “el riesgo de perder toda la plantación es muy alto, considerando que se deberá volver a sembrar por hectárea, porque se perderían todas las plantas actuales. El costo de una nueva siembra por hectárea alcanzaría los $ 8.000, alcanzando una inversión total de $ 21,6 millones”.

“Todo eso se hace con dinero; estamos tratando de solucionar ese problema”, asegura el dirigente Guillermo López mientras enseña un área donde los retoños de las plantas muestran su brillante verdor a un costado del camino. En La Clementina, recalca, los trabajadores cumplieron sus tareas cuatro meses sin sueldo el año pasado.

Lo que pasa en La Clementina, justifica López, se produjo a raíz de la crisis bananera del año pasado, en que el precio de la caja de la fruta bajó a niveles inesperados, de $ 6,25 a $ 1,50, y provocó pérdidas. Desde este año, la CFN comenzó a pagar “por avance” los trabajos de desbroce, deshoje y otros cuidados para el mantenimiento de la finca, unos $ 70 por semana, según contaron varios jornaleros y confirmó el dirigente: “Si alguien dice que no estamos ganando el básico, eso no les interesa a ellos; lo hacemos por el amor a la plantación, estamos haciendo sacrificios por el amor a La Clementina”. (I)

CFN financia el presupuesto de La Clementina; asigna $ 630.000 al mes para salarios de empleados que hacen limpieza

La Clementina debe venderse. Así se sugiere en documentos internos de la Corporación Financiera Nacional (CFN) en los que se recomienda la venta por tres razones: para cumplir con el procedimiento “establecido en el contrato de fideicomiso en garantía, para evitar tener que realizar más inversiones” y para aprovechar el avalúo realizado por la empresa Valoraciones y Peritajes VASP S. A., que ubica en $ 113 millones el valor del mercado de la hacienda más extensa del país.

El informe de tasación o avalúo, con fecha 6 de enero del 2022, también alerta de que en una venta “acelerada o de oportunidad” el costo sería menor ($ 93,8 millones); y más aún si se la remata, en que el precio podría bajar hasta $ 86,2 millones.

Analistas y expertos económicos, como Fausto Ortiz y Mauricio Pozo, coinciden. “Es lo que le toca a la CFN (vender el bien). No es a la banca a la que le corresponde administrar un bien de crédito que se sabía desde un principio que iba a tener este fin”, dice Ortiz. Mientras que Pozo comenta que “ningún banco tiene como objetivo quedarse con bienes; lo que quiere es recibir fondeo, captaciones y dinero. Nunca existe un mejor momento para una operación de esta naturaleza (venta); es importante tener referencias del mercado”.

Babahoyo. En la hacienda La Clementina hay unas 260 hectáreas de teca nueva. Foto: José Beltrán Foto: El Universo

Sin embargo, el presidente de la Corporación Financiera Nacional (CFN), Iván Andrade, baraja una opción diferente, una “salida humana”: “La salida para La Clementina es vender de 5.000 a 5.500 hectáreas que no tienen que ver con banano y estructurar la parte de banano, de producción, que se incorpore esa participación de los trabajadores”.

Con la propuesta concuerdan los empleados agrupados en la nueva organización, Frucomcle.

La aspiración de nosotros es que la hacienda pase a ser propiedad de los trabajadores. De que tenemos una deuda, la tenemos, pero los campesinos sabemos honrar las deudas, talvez mucho mejor que grandes empresarios, que ya se los conoce quiénes son y no pagan.

Guillermo López, presidente de Frucomcle

López, presidente de Frucomcle, se mostró de acuerdo con la venta de las 5.000 hectáreas que no se están produciendo y que ese dinero sirva para rebajar parte de la deuda. “Pero la plantación de banano, las 4.500 hectáreas tienen que pasar a manos de nosotros, para ser administradas y nosotros pagar la deuda que nos queda adicional”.

Hasta agosto del 2021, en que se produjo la paralización de la finca, La Clementina fue administrada por Koval Management S. A., empresa cuestionada por los trabajadores, por ejemplo, porque aseguran que no estaba al día en los aportes al IESS, en el pago del crédito a la CFN y en los salarios.

Estaba al día en los pagos a CFN: el pago de junio se había hecho, el tercer pago se vencía en septiembre. Había un pequeño atraso en la aportación del seguro social ($ 1,5 millones) como consecuencia de la baja del precio de la caja de banano.

Julio César Cueva, abogado de la compañía administradora Koval Management S. A.

Cueva, abogado de esa compañía administradora, recalca que hoy la deuda de las aportaciones asciende a $ 2,3 millones. “Un administrador cobra lo que hay que cobrar y paga lo que hay que pagar. ¿El administrador pone plata propia? No. Koval sacaba la plata de la venta de las cajas de banano”, agrega Cueva.

Mientras esto sucede, y lejos de recuperar la deuda, la CFN dedica al menos $ 630.000 mensuales para el mantenimiento de La Clementina, según el reporte económico del mes de abril, donde también consta que ese mes, por ejemplo, los ingresos por ventas fueron de $ 29.000, mientras que los gastos llegaron a $ 676.000. El déficit acumulado de enero a abril reporta pérdidas por $ 2,7 millones.

De los $ 630.000 que al mes asigna la CFN, $ 615.000 se utilizan para los “servicios agrícolas” que realizan trabajadores como Marcos, que recibe $ 70 semanales. “No estamos produciendo, niña, nada de eso; estamos haciendo limpieza de la bananera, de todo. No están pagando el básico, pero algo es algo. Cosechando, nada. Se siembra en las partes donde se puede”, comentó el jornalero. (I)