Los pobladores de Olón, en la provincia de Santa Elena, y una activista ambiental que vive en El Pelado, en Playas de Villamil de la provincia del Guayas, cuentan el número de tortugas marinas que aparecen muertas arrastradas por las olas o estancadas en la arena.

A activistas de la Fundación Ecológica Oloncito les preocupa que solo entre agosto pasado, cuando empieza la temporada de avistamiento con la llegada de la golfina (Lepidochelys olivacea), y ayer ya han encontrado once muertas.

En tanto que entre agosto del 2019 y febrero del 2020, periodo del ciclo natural de la golfina cuando llega a desovar sus huevos y nacen sus crías de los nidos, hallaron cinco.

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Estas tienen muestras de haber quedado atrapadas en redes de pesca. Incluso se encuentran ganchos en el estómago lo que las enferma. Cuando están heridas, cuenta Peter Gilmore, tesorero de la organización creada en 2003, se les extrae estos ganchos y se recuperan en el centro de rescate que tiene el Ministerio del Ambiente y Agua (MAA) en Valdivia, en Santa Elena.

Las amenazas son múltiples. También está el uso de la arena seca, donde están los nidos, como parqueadero, o el ingreso de autos a la playa lo que destruye los huevos al compactar y presionar el terreno.

La situación es preocupante ante el lento desarrollo de reproducción de la golfina. A cada hembra le toma entre 60 y 70 años llegar a la madurez y estar lista para desovar, y vive un estimado de 150 y 200 años, se dijo en un taller desarrollado el 2 de noviembre pasado para educar a la población sobre el cuidado de esta especie.

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Desde que maduran desovan sus huevos cada dos años.

María del Carmen Montesdeoca, secretaria de la Fundación, participa en el conteo en el que registraron el nacimiento de miles de trece nidos en la temporada anterior. Y en lo que va de la actual ya observaron una salida. A estos los cuidan para evitar que perros afecten a las crías que al salir de los huevos van hacia el mar.

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“También hicimos una campaña para esterilizar a perros y gatos con una misión canadiense”, dice Rodrigo Bustamante, director de la ONG Oloncito y miembro fundador, con el fin de mantener controlada a su población.

La tortuga golfina desova en Olón entre agosto y octubre de cada año y las crías salen de los huevos entre 45 y 60 días después. De ahí que hasta finales de diciembre e incluso hasta febrero eclosionan hasta 150 tortuguitas por nido.

La temporada sigue en Olón, ya que la verde (Chelonia mydas) desova en menor cantidad entre noviembre y febrero y sus crías nacen hasta abril.

A más de no ingresar con autos o cuadrones a la arena seca, hay que evitar alumbrarlas con la luz blanca de los celulares o perseguirlas y tomarse fotos con ellas, ya que se estresan y pueden abandonar el desove. El seguimiento es con luz infrarroja.

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Tampoco hay que levantar a las crías y llevarlas al mar, pues estas no grabarán en el cerebro su playa natal donde posteriormente retornarán a dejar sus huevos. Lo que sí se puede hacer es evitar que los pájaros o perros las coman.

En Olón se protege a las crías hasta que van solas al mar. Foto: Cortesía Fundación Ecológica Oloncito

Quienes detecten tortugas marinas o nidos desde San Pablo hasta La Entrada, en Santa Elena, pueden llamar al teléfono celular 099-700-0433 de Sebastián Alvarado del (MAA) para notificar.

La protección es ardua, dice Roberto Palacios, miembro de la ONG Oloncito, ya que la construcción de infraestructura de malecones también afecta las zonas de desove.

Una hipótesis, agrega, que explica que las muertes correspondan a hembras es que son afectadas por la pesca artesanal cuando estas se acercan a la costa para desovar.

Jéssica Noboa, en cambio, da cuenta del fallecimiento de los quelonios en El Pelado, en Playas de Villamil, un punto costero donde aún se observan conchas, corales y cangrejos.

A la zona llegan los turistas desde el viernes. Algunos de ellos dejan su basura, dice, que se suma a la que llega del mar. Una muestra de aquello es el plástico que se acumula. “Las tortugas enfrentan dificultades desde que nacen. Una de las principales causas de muerte es el plástico que como residuo está en el mar y ellas lo ingieren creyendo que son medusas, su principal alimento”.

El 17 de septiembre pasado encontró cuatro tortugas hembras muertas que ya estaban en putrefacción en El Pelado. Al día siguiente halló seis más. “En los años anteriores he visto hasta tres en todo el año”.

Jéssica ha rescatado a siete que estaban heridas con plástico en el estómago, anzuelos en la garganta y heridas en el cráneo y en el caparazón. “Los barcos pesqueros las golpean y esas heridas pueden ser mortales, son fatales”, asegura.

La educación es la clave, dice la activista, para protegerlas. “En esta zona no hay quien controle porque es extensa. El mes pasado unos turistas ingresaron a la playa con su auto. Entonces fui a decirles que no pueden entrar porque estamos en temporada de anidación, y me dijeron que ellos no sabían que había tortugas por allí y que dejaban sus huevos. Hay mucho turismo irresponsable”, indica.

La arena es vida, concuerdan los activistas. El desembarco de la pesca en camiones también perjudica.

Ingreso de autos a las playas afecta los nidos