El tiburón todavía se mueve mientras un grupo de pescadores lo sube a un barco de bandera ecuatoriana en el límite de la Reserva Marina de Galápagos (RMG). Luego, un hombre decapita al animal y, desafiante, muestra su cabeza como trofeo a activistas de Sea Shepherd que grababan el hecho.

La escena ocurrió en 2019. María Cristina Cely, exdirectora de Sea Shepherd Ecuador, afirma que este recuerdo es una pequeña evidencia de las actividades ilegales que se dan en altamar.

En esa campaña, que partió desde Galápagos, también confirmaron que muchos barcos apagan sus sistemas de identificación satelital para no ser rastreados. Notaron que los nombres de las embarcaciones no coincidían con los registrados, que la pesca de tiburón se daba de forma dirigida o que usaban artes no declarados

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También confirmaron que embarcaciones se ubican fuera de la RMG, pero sus redes están dentro de la zona.

El conjunto de estas actividades ilegales hacen imposible que países en vías de desarrollo implementen un buen sistema de patrullaje, dice Cely. Aunque afirma que los controles del Ecuador también son blandos.

La experta cuestiona que en el último decomiso de aletas en Hong Kong, China, se haya responsabilizado solo a embarcaciones chinas cuando “barcos ecuatorianos también pescan tiburones”. De hecho, barcos nacionales han sido detenidos por pescar en la reserva Malpelo, Colombia.

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“Si es pesca incidental y en mis redes cae un tiburón vivo, ¿qué me cuesta soltarlo?”, dice Cely.

Para la exportación de aletas de tiburón, pescados incidentalmente, se presenta la certificación de desembarque y otros documentos, dice el MAAE. Foto: Cortesía

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Otro de los cuestionamientos son los controles en los puertos del país. Los tiburones pescados incidentalmente deben llegar enteros a la costa, pero muchos arriban destazados, dice Cely. “¿Cómo estamos controlando la pesca dirigida que se disfraza de incidental? ¿Quién confirma que las aletas que se exportan de forma legal sean de las especies declaradas?”, pregunta.

Según el Ministerio del Ambiente y Agua (MAAE), los controles son en conjunto con la cartera de Producción y la Subsecretaría de Recursos Pesqueros. Además, señala que para exportar aletas de tiburón, pescados incidentalmente, se deben presentar certificación de desembarque, guía de movilización de recursos, autorización de exportación de productos pesqueros y validación de los documentos.

El MAAE se asegura de que la Subsecretaría presente la documentación que garantiza la trazabilidad del producto”, afirma.

Sobre si el decomiso de aletas en China demostraría las falencias en los controles, el MAAE señala que sigue investigando si los contenedores cumplieron con “todo el procedimiento aduanero para su exportación” y que se ha pedido confirmar “oficialmente” a Hong Kong el decomiso.

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Para Pelayo Salinas, biólogo de la Fundación Charles Darwin, lo de Hong Kong solo es la punta de un enorme iceberg ya que las 26 toneladas de aletas decomisadas (38 000 tiburones aproximadamente) “no son nada” en comparación a lo que se pesca anualmente en el país.

La pregunta es ¿dónde están los 200 000 tiburones que se pescan (incidentalmente) en Ecuador cada año? La pesca de tiburón es legal, solo que se la llama incidental”, dice.

Y la cifra sería mayor ya que hay mucha pesca que no se reporta, según Pelayo. Afirma que el aumento de controles anunciado por el Gobierno y la prohibición de comercialización de cinco especies más de tiburón son correctas, pero no suficientes. “Hay que hacer controles en puertos, en barcos con observadores a bordo y hacer cumplir la ley”, dice.

No queremos sus aletas en un plato

“Necesitamos tiburones vivos y no aletas en un plato”, es el potente mensaje de un grupo de niños y adolescentes galapagueños que participan en el programa Embajadores de Tiburones de la Fundación Charles Darwin (FCD).

En un video, los jóvenes explican la importancia de esta especie en el archipiélago y en el mundo. Además, piden a las autoridades ecuatorianas mejorar los controles y seguir expandiendo la lista de especies de tiburón prohibidas para la comercialización.

Pelayo Salinas, biólogo de la FCD, afirma que este programa busca educar ambientalmente a los jóvenes de las islas ya que serán los futuros defensores de los ecosistemas, en este caso marinos. “Queremos que se empoderen y sean agentes de cambio y que comuniquen a sus familias la importancia de la conservación de Galápagos”.

Cada año la FCD elige entre 20 y 40 Tibu-embajadores para que asistan a charlas científicas, limpieza de playas y trabajos comunitarios. Al final del programa se realiza un concurso para seleccionar a los niños y adolescentes que más activos estuvieron y se los incentiva a través de cursos de buceo gratis, por ejemplo, con la idea de acercarlos al mar. (I)