Cuando se tabulaban las respuestas de una pequeña encuesta realizada a inicios de los años ochenta por la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) a un centenar de ciudadanos, de distinta posición social, cultural y política, hubo un resultado que llamó la atención de los noveles encuestadores: uno de cada diez no sabía en qué consistían y muchos confundieron el término “derechos humanos” con “recursos humanos”.