En su portada, el libro Rehenes nos sugiere la respuesta a una pregunta: ¿por qué ejecutaron a los periodistas de El Comercio? Se refiere al reportero Javier Ortega, al fotógrafo Paúl Rivas y al conductor Efraín Segarra, asesinados en abril del 2018 en la frontera colombo ecuatoriana por la banda narcocriminal liderada por Walter Arizala Vernaza, alias Guacho, quien ocho meses más tarde también sería acribillado por las fuerzas militares del país vecino.

Sin embargo, el libro va más allá. Sus autores, Arturo Torres y María Belén Arroyo, esposos y colegas con una amplia trayectoria, emprendieron un viaje en el que revelan -en 247 páginas de relato y 33 de anexos- no solo el terror del asesinato, sino el abandono de una de las regiones más pobres y, a la vez, más fértiles para el narcotráfico y el crimen, así como las debilidades institucionales de dos estados que, entre improvisación y contradicciones, no supieron descifrar a Guacho ni reconocer a tiempo un problema que rebasó su capacidad de respuesta.

Para concretar esta entrevista, Arturo -que hasta semanas antes del secuestro fue editor general de El Comercio- prefiere que la cita sea en una cafetería. Siempre anda a full y pide paciencia. En un mensaje dice que no alcanza a llegar a la hora pactada, que se demora unos 15 minutos. María Belén, también pide tiempo.

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Ambos corren, son de esos periodistas que no dejan de ver su celular, sus cuentas de Twitter, el chat con sus fuentes, la noticia que aparece por un lado y deja un cabo suelto por otro, el dato que complementa o corrobora algo... Llegan por separado. Él pide un sánduche y ella, una botella de agua con gas.

Xavier Reyes: ¿Cuál fue su reacción al terminar de escribir un libro tan doloroso?
Arturo Torres: Fue una especie de desahogo, aunque siempre fue difícil mantener la distancia, porque era un tema que involucraba a nuestros compañeros... Yo, siquiera, me quebré unas tres veces.

¿Qué significa que te quebraste?
AT: Que lloré. La primera vez fue en Esmeraldas, en uno de los diez o doce viajes a la frontera. Iba escuchando la canción Tango to Evora, de Loreena McKennitt, que no sé por qué me metía mucho en el drama, me trasladaba a lo que ellos vivieron en el cautiverio (NDLR: la canción sirve de fondo en uno de los videos promocionales de Rehenes).

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¿Y las otras?
AT: La segunda fue cuando empezamos a escribir el capítulo del desenlace y la muerte, cuando veíamos el video de ellos con cadenas...

María Belén Arroyo: En el video habla Javier, que intenta mantener una especie de fortaleza en la voz; Paúl solo mueve la mano y hace el ademán de limpiarse las lágrimas. Cuando vimos eso nos quedamos helados. En ese rato nos comunicábamos con su dolor.

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AT: Vimos varias veces esos videos y entendimos que en ese momento, cuando (los custodios de Guacho) les filman, ellos ya sentían lo que se venía. Nos metimos tanto en ese video que ahí lloramos. Y el otro quiebre fue con Galo Ortega (padre de Javier), en el cierre del libro.

¿Terminaron llorando juntos?
MBA: Terminamos llorando los tres. Esa grabación ni se entiende porque estamos llorando. Un momento de quiebre importante también fue cuando nos dimos cuenta, luego de reconstruir algunos elementos, que les mataron el 7 de abril. Ahí nos quedamos fríos. Imaginar qué vivieron, cómo vivieron en esos días...

De alguna manera, ustedes se han involucrado emocionalmente con el tema. ¿cómo establecieron las distancias necesarias para abordarlo de una manera profesional, más fría?
MBA: Justamente, por eso teníamos que actuar como equipo de apoyo los dos. Una tesis que plantea el Estado ecuatoriano es que les secuestraron en Colombia y que los periodistas fueron a entrevistarle a Guacho. Y, claro, teníamos que contrastar con los datos, más allá de que pudieran o no ser del agrado de nuestras emociones.

AT: Es importante destacar el método. Lo aplicas y vas reconstruyendo los hechos en función de las evidencias que tengas. Los hechos se van presentando en la reportería. Pero es inevitable que, como ser humano, no te afecte lo que vas encontrando.

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MBA: Creo que el antídoto mayor contra el sesgo e involucramiento emocional fue habernos planteado desde el principio la comprensión de toda la crisis de la frontera norte y no solo ir por tres víctimas de secuestro y ejecución. El libro se llama Rehenes, pero como país todos somos rehenes del desconocimiento de la gravedad del problema que está pasando ahí. Una manera sana de abordar el tema fue ver el contexto, entender las diez muertes que allí han ocurrido, cómo se produjo todo este fenómenos de desgobierno y descontrol sobre este territorio por parte de estados fallidos de ambos lados. Eso nos ayudó a tener cierta distancia.

Arturo, en tus conferencias y charlas insistes con mucho énfasis en la crisis de “la frontera”. Da la impresión de que la gente no logra dimensionarlo.
AT: Es que no sabemos lo que pasa ahí porque nosotros, en el resto del país, también nos ponemos una frontera, un muro que nos es conveniente. La frontera geográfica, que no es más que una referencia imaginaria, es una zona donde se comparte el limbo, un territorio donde las únicas autoridades son las disidencias y el crimen organizado. Los citadinos creemos que la línea está muy marcada y que las poblaciones fronterizas son marginales, excluidas, con problemas que no importan, no nos interesan o no existen...

Ustedes hablan con disidentes, informantes, fuentes anónimas; lo hacen en sitios escondidos... ¿No les dio miedo?
AT: Inicialmente, sí. Pero luego, cuando tomas las precauciones, exploras a la fuente con la que te vas a reunir y tienes información pasa un poco. Por ejemplo, para hablar con disidentes, sicarios o informantes hay que hacer una prereportería y ganar su confianza, hacerles entender que no lo vas a tratar ni más ni menos que a otra persona, entendiendo sus contradicciones y complejidad. Cuando uno va a entrevistar a estas personas tiene que ir sin prejuicios y únicamente a buscar información.

Portada del libro Rehenes.

Claro, pero al menos teniendo mínimas garantías de seguridad
AT: Sí. Hay que tener claro que vas con información previa y un protocolo de seguridad. No vas a ciegas. Yo le mensajeaba a María Belén de cualquier circunstancia o movimiento, tenía gente de la Policía o de las Fuerzas Armadas a quienes podía dar una alerta si me pasaba algo. Si estaba en peligro podían hacer un operativo o había gente que me podía dar una cobertura. Hicimos el ejercicio de planificar, de saber a dónde voy, quiénes son las personas a las que voy a entrevistar... Y, sin embargo, hay un riesgo.

¿El método del que hablan también les evitó caer en un relato fácil, sin mayores argumentos ni respaldos?
MBA: Sí y es un aprendizaje. Por ejemplo, a aceptar cierta flexibilidad para replantearte las hipótesis. Quería retomar que en alguna parte del libro pusimos que se trata de un viaje tras las huellas de Javier, Paúl y Efraín y sí, hubo mucho miedo, más de mi parte que del Arturo.

Arturo y María Belén se conocieron en la Universidad Central. Se reencontraron en la redacción de EL UNIVERSO a fines de los noventa. Se enamoraron y se casaron hace 18 años. Rehenes es su segundo gran proyecto de investigación juntos. El primero fue un reportaje sobre la trama de corrupción de Odebrecht en Ecuador, que fue publicado en Código Vidrio, un portal de periodismo de investigación fundado y dirigido por la pareja. Actualmente, Arturo no está vinculado a ningún medio y es parte del Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación; María Belén es editora política de Vistazo.

En medio de este ambiente de riesgos y peligro, hay la particularidad de que ustedes son esposos
MBA: Sí, era un dilema. El periodista de campo, el Arturo, era el que se exponía más al riesgo y al peligro. Tú nos preguntabas sobre si sentíamos miedo y eso es lo que he tenido todo el tiempo.

AT: Varias veces también tuve que sortear el miedo y la prevención extrema que tiene María Belén. Me fui a Colombia en contra de ella. Somos esposos y tenemos una hija; esa es la prioridad.

Y se lanzaron en este proyecto solos, sin un medio de comunicación ni una institución que los respalde. ¿Por qué?
MBA: Por una obligación moral.

¿Pero no estaban arriesgando mucho?
MBA: ¡Pero es que ellos (Javier, Paúl y Efraín) pusieron todo!, ¡dieron la vida!

AT: Se evalúan los riesgos, pero siempre fue más fuerte, apabullante si se quiere, el ánimo de que se esclarezcan los hechos por su memoria.

Lo pudo haber hecho otro
MBA: Yo tenía que hacer la cobertura de Mataje tras la muerte de los marinos, el 20 de marzo (días antes del secuestro), pero por el cierre de la revista, que es quincenal, no alcanzaba a ir y volver para escribir algo con solvencia. Encima había de por medio el feriado de Semana Santa. Ahora me pregunto que si me hubiera ido en esos días quizás entraba (a Mataje). ¿Por qué no me fui yo? Ellos mueren en la misión periodística de abrir los ojos al país sobre una realidad de la que no nos damos cuenta. Los rehenes somos nosotros. El narcotráfico en la frontera también persiste por nuestra ignorancia y porque no sabemos qué pasa ahí. Si el Arturo y yo fuimos detrás de sus pasos es porque es nuestro deber desentrañar la magnitud del problema.

¿No temen preguntarse luego para qué hicimos este libro?
MBA: ¡Para que ellos no hayan muerto en vano! Para que alguien diga '¡Ah, Ecuador no ha sido una isla de paz!'. Para que la gente despierte y abra los ojos. Hay amas de casa, estudiantes que nos escriben al Twitter y se ha impactado...

AT: Y ahí ves, por ejemplo, la ausencia de los políticos de la Asamblea; aquí no se han metido, ninguna reacción.

MB: ¡Porque es incómodo! Porque es muy incómodo reconocer que 'yo, como asambleísta, tengo la responsabilidad de investigar, de saber qué pasó'.

Arturo Torres dedicado a la escritura del libro.

En esta historia parecería no haber buenos ni malos, pero sí muchos culpables
MBA: Todos somos corresponsables. Si entiendo la gravedad del problema, porque mueren tres colegas míos, es mi responsabilidad decirlo y contar en qué contexto sucedió. Porque no solo son ellos, han muerto diez y hay un desaparecido. Estamos tratando de responder ante la gravedad de las circunstancias como periodistas; además, como periodista vieja...

... Una periodista con experiencia
MBA: Ponle 'veterana' o ponle lo que quieras. Tengo 49 años y yo no tengo ninguna dificultad con eso. Así como creemos que pudimos ser nosotros, otros periodistas hubieran ido detrás de ese caso para decir 'esto pasó'. Es chévere ahora, con el libro, ver las cámaras, decir que estamos en un café bonito o tomando un vino, pero nosotros, los periodistas más viejos, tenemos la responsabilidad moral de ir al fondo de las cosas. Al que me lea, que Dios le bendiga; y al que no, pues yo he cumplido con entregar mi mensaje.

AT: Sobre todo, porque ellos (Javier, Paúl y Efraín) están vivos en las palabras. Esa es la trascendencia del trabajo periodístico; es el gran grito a través de nosotros, que somos unos periodistas circunstanciales.

Se ha abierto un debate entre periodistas: si ser más “prudentes” en situaciones de riesgo o ir adonde haya que ir en busca de la verdad, a veces sin medir consecuencias.
AT: Hay que tener claro que hay un riesgo implícito en todo lo que hacemos. Un hecho en el que aparentemente no pasa nada puede convertirse, de un momento a otro, en un escenario dantesco. Así es esta profesión. La gente que no lo entiende puede hacer cualquier cantidad de juicios de valor sobre que somos imprudentes o que no tomamos previsiones. Pero si no fuera así, habría muchas verdades que seguirían ocultas. El periodista se caracteriza por ser un desobediente frente a la verdad oficial, a las cosas que están dadas. Eso es lo que nos lleva a contar estas historias.

A tres semanas de lanzamiento del libro, ¿qué resultados han visto?
MBA: El silencio de los políticos. Pensamos que en la Asamblea iba a haber algún debate, pero no. Vimos que han habido llamados a declarar en el marco de los procesos abiertos en las Fiscalía y que se han incorporado preguntas que están planteadas en el libro. Creemos que hay un giro en la investigación fiscal y que algo está ocurriendo, aunque no se lo ve. En Colombia hubo una reacción inesperada.

AT: En la Policía se están revisando los procedimientos utilizados en la frontera, los militares también están haciendo esa lectura casa adentro. Y la intención era justamente que se enmienden procedimientos porque veíamos a la Policía sin coordinar con los militares, los organismos de Inteligencia totalmente fuera de coyunturas... Un despelote a todo nivel. Hace poco estuve en Colombia y los medios estaban muy interesados en el tema. Creo que allá los periodistas están mucho más conscientes del problema porque han vivido el conflicto durante mucho tiempo.

Están más conscientes de que hay un problema grave y no un mero incidente en la frontera
MBA: El silencio de la clase política también es una forma de mensaje. Acá muchos prefieren ignorar esa verdad que incomoda. Es mejor decir 'yo como nunca me voy a Mataje, entonces no es problema mío'.

AT: Claro, ese silencio de los políticos es una respuesta contundente desde el establecimiento político. Ese silencio habla muchísimo.

El escenario es doloroso, la prensa está en crisis y salió el libro. ¿Aún son optimistas sobre el futuro del periodismo?
MBA: Creemos que, en tiempos de narrativa digital, el esfuerzo del periodismo de investigación sí tiene oportunidad y está abriendo puertas a la gente para buscar la verdad. En estos últimos diez años ha sido mucho lo que se ha dejado de decir. Y cuando hubo la explosión de la bomba en san Lorenzo (antes del secuestro) nos dijimos 'cómo pudo ser posible que hayan pasado tantas cosas y no las hayamos visto, que hay un frente de unos guachos y no nos dimos cuenta'.

AT: Sobre todo, los periodistas le debemos muchos libros al país. Quién mejor para narrar un acontecimiento importante que los periodistas. En el país se escribe poco. Cuando vamos a otro país, como Colombia, los mayores productores de libros son los periodistas. Por eso, con este esfuerzo, también queremos dar un mensaje a nuestros colegas. Es importante que no deleguemos esa responsabilidad solo a los académicos, a los técnicos, los juristas...

En el libro y en esta entrevista, ustedes hablan de un viaje que empezó con el de Javier, Paúl y Efraín. Luego del libro, ¿adónde les lleva ese viaje?
AT: A más posibilidades de contar. Se cierra una puerta pero se abre otra. Hay que hacer un seguimiento de la historia, hay aún cabos sueltos. Es un viaje que no sabes cuando acaba.

MBA: Hay que seguir contando historias para seguir vivo.

La entrevista dura cerca de una hora. Se apaga la grabadora. María Belén cancela la cuenta. Los dos se despiden y se van. Otra vez apurados, deben cruzar la ciudad para retirar a su hija de un compromiso académico. Llegaron atrasados. (I)