Hace un año, Jorge Glas era poderoso. Mientras despachaba como vicepresidente de la República, el 2 de enero de 2017 alistaba todas sus baterías para el inicio de una campaña electoral que arrancaba al día siguiente y que le abría la posibilidad de la reelección, con una diferencia que, en ese entonces, aparecía aún difusa o nula: su compañero de fórmula era Lenín Moreno y no su jefe y amigo boy scout, Rafael Correa.

Ante la coyuntura y el triunfalismo electoral, su posible participación en una red de corrupción alrededor de los contratos adjudicados a la constructora brasileña Odebrecht, la cercanía de su tío Ricardo Rivera o las diferencias que mantenía con Moreno no tomaron mucha relevancia política.

Doce meses después de aquel optimismo previo al inicio de la campaña, el vicepresidente del Ecuador recibe el 2018 en la Cárcel Nº 4, sentenciado a seis años de reclusión, sin funciones y, en medio de una serie de interpretaciones jurídicas, acusado de abandonar su cargo.

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En la Asamblea y en el Ejecutivo se especula con al menos dos posibilidades para destituirlo: a través de un juicio político, que ya tiene luz verde en la Asamblea, o de una revisión jurídica sobre su ausencia de la vicepresidencia.

“El vicepresidente se siente tranquilo porque no ha cometido ningún delito, no hay pruebas en su contra; su preocupación es que la justicia se ha dejado llevar por el estado de opinión y mediatico”, dice su abogado, Eduardo Franco.

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Sin embargo, a partir de hoy podría haber algunas definiciones. La presidenta de la Comisión de Fiscalización, María José Carrión, quien en un inicio apoyó a Glas, convocó para hoy, a las 10:00, a los integrantes de la mesa para “avocar conocimiento del inicio del trámite de enjuiciamiento político”.

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Mientras, si bien nadie se ha pronunciado formalmente en el Ejecutivo, el pasado 31 de diciembre se cumplió el plazo máximo contemplado en la Constitución (de tres meses) para la ausencia temporal del cargo (pues Glas entró a la cárcel el 2 de octubre pasado), por lo que los legisladores no descartan que en el primer día laborable Moreno proponga una terna a la Asamblea para reemplazar la eventual vacante.

Eduardo Franco rechazó esas opciones y aseguró que continuará con las apelaciones para dejar sin efecto la sentencia en contra de su cliente y que, incluso, agotará recursos a nivel internacional.

Si en el Año Nuevo del 2017 Glas contaba con una posición de privilegio que le otorgaba poder y seguidores, hoy está cada vez más solo. Durante la audiencia del 13 de diciembre, en la que la Corte Nacional de Justicia lo sentenció, sus simpatizantes en los bajos del edificio no llegaban a 50 personas.

Cuatro días más tarde, el programa de opinión Políticamente correcto informó que había invitado para un panel a siete políticos cercanos a Glas: Marcela Aguiñaga, Soledad Buendía, Sofía Espín, Omar Simon, Carlos Viteri Gualinga, Esteban Melo y Juan Cristóbal Lloret. Ninguno asistió.

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Según una encuesta de Perfiles de Opinión realizada en Quito, Guayaquil y Cuenca del 9 al 12 de diciembre, el 83,88% no le cree a Jorge Glas. Su credibilidad, que en enero del 2017 bordeaba el 40%, se redujo a apenas el 15,24%.

Cedatos también trae un dato curioso: sus encuestados eligieron como mujer del año a la atleta Glenda Morejón, quien ganó el campeonato mundial juvenil de marcha; en segundo lugar fue mencionada la fiscal Diana Salazar, quien determinó los elementos de convicción para que Glas, a la postre, sea sentenciado por asociación ilícita en el caso Odebrecht. (I)

Doce meses de caída

Jorge Glas asumió su nuevo mandato el 24 de mayo de 2017. En junio, su tío Ricardo Rivera fue detenido por recibir sobornos de Odebrecht. Videos y la delación de la constructora involucraron a Glas. En agosto, el vicepresidente declaró en la Fiscalía y fue vinculado al proceso. El 2 de octubre ingresó a la Cárcel Nº 4 y el 13 de diciembre fue sentenciado a 6 años de cárcel por asociación ilícita.