Hace un año, Jorge Glas era poderoso. Mientras despachaba como vicepresidente de la República, el 2 de enero de 2017 alistaba todas sus baterías para el inicio de una campaña electoral que arrancaba al día siguiente y que le abría la posibilidad de la reelección, con una diferencia que, en ese entonces, aparecía aún difusa o nula: su compañero de fórmula era Lenín Moreno y no su jefe y amigo boy scout, Rafael Correa.